En noviembre de 2010, en una entrevista con este diario, Diego "Panadero" Ochoa atribuyó una serie de violentos incidentes a maniobras destituyentes de sectores que operaban en las sombras. Y marcó con nombre y apellidos a quienes querían desplazarlo por motivos económicos. "Si eso fue lo que se impuso o no hoy en día, para mí es muy difícil de corroborar. Yo ya no estoy más en la vida de Newell's. Eso lo tendría que corroborar la Justicia", indica ahora.
—¿Sigue siendo el jefe de la barra en las sombras?
—Soy ex, con todas las letras.
No tengo relación con nadie, no hablo con nadie del club. Newell's es algo que va más allá de este mal momento que estoy pasando. Soy inocente y ajeno a Newell's hace mucho tiempo. Indudablemente pudo más la gente que está en Newell's con otras intenciones que las dos mil personas del club que viajaban a todos lados conmigo, que era la que uno organizaba y llevaba a todos lados sana y salva. Porque viajábamos todos juntos y hasta que no llegaba el último micro no nos íbamos del club. Esa es la gente que hoy no puede estar tranquila, no puede usar los parrilleros o disfrutar del club. Lo que siempre quisimos, y se trató, fue que la vida en el club sea como durante esos años en los que estaba uno sobre el paravalanchas.
—¿Qué opina de la violencia generada después de que se fue?
—Es parte del desorden que se origina cuando hay gente que tiene muchos intereses creados.
—¿Por qué varias personas que llegaron a la jefatura de la barra terminaron presos o muertos?
—Estar al frente de una barra no es para cualquiera. Hay que tener mucho tacto con la gente. Tenés que entender mucho. Lo que pasa es que para esa gente subirse a un paravalanchas es un negocio. Y para mí eso siempre fue un orgullo. Cuando vos te subís a un paravalanchas pensando en un negocio o en cosas turbias siempre te va a ganar la codicia y el poder.
—¿Cómo se siente cuando lo tildan de barra narco?
—Mal porque siempre combatí eso. Jamás me drogué, ni siquiera fumo cigarrillos. Siempre fomenté que la gente que fuera a la cancha sea tribunera, que venga por la camiseta, para alentar, viajar y hacer todo para que el club sea más grande. Cuando fomentas la droga, la gente viene al club sólo por eso y yo soy su enemigo.
—¿Al asumir en la hinchada después de Pimpi no evaluó que podía quedar pegado a los negocios enquistados en la barra?
—Cuando tenés claro los roles que ocupas manejando una hinchada no debés quedar pegado a los negocios anteriores. Eso depende de la persona y los ideales que tenés en la cabeza. Si pensás todo el tiempo en vender droga o generar dinero como sea, es obvio que va a pasar como pasaba antes en Newell's. Nosotros éramos lo contrario. No apretábamos a nadie. Convivimos con el hincha común.
—¿Y cuando se dicen que ustedes apretaban a los jugadores?
—Pregúntenle a ellos. Jamás apretamos a nadie. Siempre les brindamos nuestro apoyo, aún en los peores momentos. Nunca pisamos el vestuario.
—¿Piensa que lo traicionó querer ser un barra romántico?
—Yo voy a la cancha desde los seis o siete años. Me llevaba mi tío. A los 13 empecé a ir solo. Siempre estuve en la hinchada. Toda la vida fui a la tribuna y viajé a todos lados. Pero la sociedad se degeneró en los últimos años. Hasta hace 10 o 12 años la gente iba a la cancha por el equipo. Ya no hay más gente tribunera. Van a la cancha pero no les interesa el club.
—¿En ese contexto cómo es que a la barra llegaron tipos pesados como "El quemado" Rodríguez?
—Esa gente se fue acercando porque durante mucho tiempo no pudo entrar a la cancha. Habían tenido problemas de toda índole con la gestión anterior. Pero al corto plazo han dejado de estar. Y quedó a las claras que eran problemáticos o conflictivos y que han querido hacer daño en la barra.
— Y lo traicionaron.
—Yo no sé si hablar de traición. Creo que terminaron demostrando qué clase de personas eran. Mostraron como son en realidad. Como en todos los ámbitos de la vida. Cuando estás en una situación extrema en lo afectivo sentimental o laboral ves cómo es cada uno.