Un violento conflicto con tiempos de guerra continúa asolando buena parte de los barrios La Esperanza y La Cerámica, en la zona norte de la ciudad. El viernes a la tarde dos balaceras con heridos se registraron en Unión al 2700 y Medrano al 2900. Como consecuencia de ellas dos pibes de 17 y 18 años y una nena de 7 años resultaron heridos. Datos de sangrientos e interminables enfrentamientos que se transformaron en cotidianos y que sólo trascienden a la prensa por su gravedad. En un radio de 10 cuadras por 6 de los barrios mencionados (ver infografía en página 40) se produjeron este año cinco de los 134 homicidios registrados en el departamento Rosario y los vecinos aseguran que en los últimos dos meses, sólo los fines de semana, se producen en ese radio "entre dos o tres balaceras" que se denuncian "sólo si pasa algo grave". La semana que termina, en esa misma zona hubo seis ataques a balazos.
El territorio puesto bajo la lupa es un espacio delimitado por calles Valle Hermoso, Ghiraldo y Castagnino, la vía que corre paralela a Machaín y la serpenteante traza de Casiano Casas. En eso trozo de tierra se levantan al menos cuatro escuelas y un centro de salud. Los vecinos indicaron que en los últimos dos meses se produjeron alrededor de 25 balaceras además de ataques contra frente de viviendas, que rondan la decena en el mismo lapso. La mecánica de los ataques son coincidentes: disparos a mansalva desde motos o autos que pasan lentamente por el lugar y luego huyen a toda velocidad. Agresiones que, según el daño ocasionado, serán calificadas por la Justicia como intimidación pública, daño o abuso de armas (en el caso de que no haya heridos), o lesiones, tentativa de homicidio u homicidio si el proyectil da en el cuerpo de un vecino.
Los residentes de esos barrios marginados al oeste del bulevar Rondeau colocaron como puntos calientes los cruces de Boedo y Ghiraldo, Larrechea y Avalos, Herrera y Pizurno, Freyre entre Pizurno y Cavia y esta semana sumaron Miller al 1800, una cuadra en la que hubo dos ataques contra el frente de una vivienda familiar.
Como si se tratara de partes de batalla, los vecinos de los barrios La Esperanza (también conocido como El Churrasco) y La Cerámica coinciden en que el último capítulo de violencia escrita con sangre es, entre otros motivos, un nuevo coletazo del enfrentamiento entre las huestes de "Ema Pimpi" Sandoval contra "La Tata" Medina.
Lo que está en pugna son algunos puntos de venta de drogas que tienen como máxima expresión la boca de expendio de Boedo y Ghiraldo. Uno de los cinco quioscos de venta de drogas más conocidos en la ciudad y que podría catalogarse como "histórico". Un lugar mencionado en las crónicas policiales desde hace más de una década. Tanto es así que en una investigación sobre ese lugar en 2012 cayeron presos "La Tata" Medina y Delfín Zacarías, quien fue condenado por esa pesquisa a 16 años de prisión. En tanto, "La Tata" continúa transitando causas federales.
En ese territorio los vecinos también mencionaron a otros dos jugadores en la venta de estupefacientes: "El Toto" y "La banda de Iván". Los grandes perdedores en este cuadro de situación son la inmensa mayoría de los vecinos. Desde el 29 de mayo pasado, cuando dos viviendas que pertenecieron al juez Ismael Mafrín (quien presidió el tribunal que condenó a 19 miembros de la banda de Los Monos) fueron baleadas, los ataques a tiros contra frentes de domicilios tuvo una revalorización. Este tipo de intimidación no es una modalidad delictiva nueva. Los vecinos de barrios periféricos la pueden reconocer desde hace al menos un par de décadas.
De acuerdo a datos periodísticos, obtenidos del reporte oficial sobre llamados al 911 y partes de prensa vinculados a diferentes delitos, desde el mes de abril en la franja de territorio en cuestión se conocieron al menos ocho violentos ataques a balazos. Los más significativos terminaron con los homicidios de Mariano Alberto Rodríguez, de 44 años, baleado en Boedo y Ghiraldo el 31 de mayo y fallecido diez días más tarde; Maite Ponce, de 5 años, en Avalos al 1800 (a metros de Ghiraldo y Boedo) el 4 de julio; y el ya mencionado de Nicolás Cócere el domingo último (ver página 40). Tres crímenes en tres meses y medio en un radio de tan sólo cinco cuadras.
Entre el asesinato de Rodríguez y el de Maite Ponce, en la misma manzana se produjeron cuatro incidentes armados con personas heridas.
A esos homicidios se les deben sumar los de Leandro Zandonelli y Carlos Gálvez, ambos de 30 años, quienes fueron atacados a balazos desde un auto en movimiento la noche del 29 de marzo en Medrano al 2700. Zandonelli, padre de una nena de dos años, murió en el lugar. Gálvez agonizó cinco días y murió el 3 de abril. Uno de los apuntados por el doble crimen fue "Milton, el hijo de «La Tata» Medina". El pibe, de 18 años, se entregó el 26 de abril y al día siguiente fue imputado por las dos muertes. En esa audiencia se indico que tras el asesinato de Vladimir Medina, víctima de una balacera en un boliche de Maipú al 1100 el 10 de marzo de 2017 y sin lazo de parentesco con «La Tata», Milton F. y su gente "empezaron a amenazar a los vecinos y a usurpar casas".
Valeria, hermana de uno de los muchachos fallecidos, declaró: "Hicimos muchas denuncias pero nunca nos escuchó nadie". Y agregó: "Hace rato que vienen haciendo lo mismo (el hijo de «La Tata» y su gente). Tienen plata. Hacemos denuncias y la policía ni aparece", dijo la mujer.
Víctimas inocentes
Milton, hijo de "La Tata", fue protagonista indirecto de los tantos que se mencionan en la zona. El 29 de marzo a la tarde el pibe deambulaba por las inmediaciones del Club de Fútbol Infantil Defensores de América, en Casiano Casas y Washington, cuando fue divisado por "Ema Pimpi" y su gente, "Lichy" Romero entre ellos. Al verlo comenzó una cacería a sangre y fuego de la que el hijo de "La Tata" pudo zafar. Pero balas perdidas de ese tiroteo hirieron en las piernas a dos pequeños, de entre 6 y 9 años, que practicaban fútbol en la modesta canchita de Defensores de América.
"Ema Pimpi" también es reconocido públicamente por haber sido condenado a tres años, en proceso abreviado, por el ataque a balazos a la casa del ex gobernador Antonio Bonfatti, el 11 de octubre de 2013. En marzo pasado cayó preso por enésima vez e imputado por un triple intento de homicidio ocurrido en junio de 2017. En abril recuperó la libertad.
Vale recalcar que Milton F. fue víctima además de al menos dos violentos ataques en los que resultó herido. Uno fue en noviembre de 2017 y el otro en marzo de este año. En ambos casos pudo llegar hasta el hospital Eva Perón de Granadero Baigorria en su auto.
La voz de las víctimas
Un conocedor del territorio explicó el nuevo capítulo de violencia. "Mientras «Ema Pimpi» estaba preso, a uno de sus hermanos que le dicen «Ojitos» lo agarraron los pibes que se juntaban en Larrechea y Avalos y lo verduguearon mal. Cuando «Ema» salió se las juró a todos. Salió a vengarse y a pegarle a los quioscos de «La Tata». Y volvieron los ataques a balazos. Así lo mataron al pibe Rodríguez. Hay vecinos que dicen que lo vieron tirar a «Ema Pimpi». ¿Pero viste cómo es? No sé si lo declararon. Lo que si te puedo decir es que el barrio es un desastre. Porque además de las balaceras, en las que le pueden pegar a cualquiera, le tenés que sumar los choreos. Roban a cualquier hora. Está muy pesado. Nadie sabe de dónde sacan tantas armas. Pero las tienen y las hacen valer", explicó este residente.
"Nadie lo ve a «Ema Pimpi» tirando, pero todo el mundo sabe que es su gente. Lo que pasa que es muy pesado para denunciarlo. Hay un tal Gabriel, otro es «Tarara». Pero son muy difíciles de identificar. Nadie te dice: «Mirá ahora que van a disparar». A «La Tata» tampoco se la ve, pero acá se sabe todo. Y más cuando son los lugares donde se vende drogas. Aunque ya no es como antes. Ahora están los pibes ahí y te venden. Ya no es ir al búnker. Y muchas de las balaceras son contra las familias de los que venden o de vecinos que ellos (la gente de «Ema Pimpi») quieren que se vayan para usurparles los lugares. Hay mucha gente a la que le balean la casa y al otro día se van sin decir nada. Sin denunciarlos, porque son pesados de verdad", agregó otra vecina resguardando su identidad y sumida en el temor.
Si bien toda la violencia en ese territorio no es parte del conflicto de fondo entre los pesos pesados mencionados, al hablar con los vecinos se aprecia el desamparo de no saber a quien recurrir. Los residentes del lugar no confían en nada ni en nadie. No van a las comisarías (10ª y 30ª por jurisdicción) y tampoco creen en la prensa ni en los políticos o referentes barriales u operadores territoriales. Se sienten acorralados en una dinámica circular donde ven o padecen balaceras, llaman al 911 en el mejor de los casos y su realidad no cambia. "Si no te pegan a vos, nadie se quiere meter porque todo el mundo ya sabe como termina. Nadie quiere ser héroe en este lío. Queremos vivir, y a muchos ya les pasó que fueron, denunciaron y les balearon la casa. Y no está bueno", explicó un vecino.
Como contrapartida, fuentes ligadas a la seguridad provincial consultadas mostraron la necesidad "de que el vecino confié y denuncie en los centros territoriales".