"Vengo de un barrio duro en el que todos los días había que luchar para ser alguien". Lo dice Carlos Cruz, el ex hombre fuerte del barrio Gustavo Madero, en la zona norte de Ciudad de México. El hombre vio morir a muchos pandilleros que estaban a sus órdenes y en el año 2000 fundó la ONG "Cauce Ciudadano" para empezar a revertir una historia de violencia y sangre. Un año más tarde construyó junto a sus amigos hampones el Centro de Desarrollo Comunitario "Aprendiendo a vivir", para prevenir el ingreso de niños y jóvenes a las redes del crimen organizado de las que él había sido parte. Entonces atendió a unos 3 mil adolescentes a los que les enseñaron computación, serigrafía, cocina y hasta operan una radio por internet con un estudio de grabación propio. En 2016 llegaron a Santa Fe para trasladar su experiencia en los barrios mas vulnerables de Rosario y la capital provincial junto a agentes de los ministerios de Seguridad y de Desarrollo Social. En diálogo con LaCapital, Cruz contó que desde el gobierno santafesino les dijeron que "la baja en la tasa de homicidos que se ha registrado, tal vez tenga que ver en parte con nuestro trabajo".
— ¿Qué es "Cauce Ciudano"?
— Es una organización armada por mi grupo de pandilleros en el año 2000, luego de haber ejercido la violencia unos 13 años. Lo formamos luego de la muerte de un compañero. En ese momento tomamos la decisión de estar tranquilos y ser felices. Comenzamos a plantear un cambio de vida y nos dimos cuenta que la gente tenía estereotipos y prejuicios que discriminaban los jóvenes. Ante ésto trabajamos con nosotros mismos primero para ver cuál era nuestra fuerza y cuál nuestras flaquezas.
— La banda y la pandilla son articulaciones sociales. La banda organiza a sus miembros en sus necesidades: medicina para la familia, sustento y posibilidades de todo tipo. Pero si le quitamos los elementos de la criminalidad podemos tener un espacio de desarrollo social para esos jóvenes. La violencia no la generábamos nosotros, éramos una herramienta para el tráfico de armas, las drogas o la corrupción. La ejercíamos como herramienta pero no la generábamos. En 2000, con la muerte de este compañero, les dije a mis amigos: vamos a parar y no nos vamos a vengar.
— ¿De que vive una pandilla?
— De la venta de armas, de la extorsión, de los negocios turbios que puedan hacerse en la calle. En mi pandilla no se vendió drogas, ese era el fantasma mas complicado. Cuando surgimos como organización nos planteamos dos cosas: la primera que no hubiera nunca más un uso político de un joven, un uso de la violencia tal como que le paguen por hacer desmanes en la calle, un tiroteo, generar violencia como un uso faccioso. Y lo segundo es que nos planteamos una frase como máxima: "Los jóvenes no son peligrosos sino que están en peligro". Eso permitió que compañeros que eran jefes de pandillas ahora den clases de box y otros que eran jefes de grupos narcos hoy hagan trabajos comunitarios. Para hacer Cauce nos juntamos desde varias pandillas y cada uno aportó lo suyo.
— ¿Cómo se dio la unión de estos grupos?
— Fuimos construyendo como un movimiento de paz. Somos educadores populares porque nos basamos en la metodología de Paulo Freyre para atender la opresión y romper con el oprimido. Y asumimos la pedagogía de la ternura como una metodología. Somos pandilleros constructores de paz. No hemos dejado de ser una pandilla, lo único que dejamos de hacer son actos violentos. Hace tiempo que no tenemos compañeros presos y discutimos mucho nuestro lugar. Algunos aun consumen drogas y eso es lo que discutimos en "Cauce", que es una construcción para la paz.
Carlos Cruz no muestra la imagen de un pandillero chicano igual a la que dan las películas. Es alto, morrudo y camina arrastrando su cuerpo hacia un lado y hacia otro, como un oso que mide las distancias de a centímetros. Dice que en México el Estado está ausente y en ese caso lo que queda es el entramado de la calle. Pasó por seis escuelas entre la primaria y la secundaria y entre sus 13 y sus 19 años se rebeló ante un Estado que sólo le mostraba una violencia territorial.
Formó parte de unos 5 mil chicos de 27 escuelas y 12 barrios que no hacían más que "robar casas, traficar armas, falsificar documentos y extorsionar. Pero con el tiempo aprendimos que ningún mecanismo de autodefensa violento termina con la agresión. Entre 1987 y 1991 mataron a 20 amigos. De esos tiempos soy el único que quedé" cuenta. Y remarca que "hoy trabajamos en siete Estados y jóvenes que fueron pandilleros hoy son profesionales que trabajan en proyectos. Uno de los capitanes de "Los Zetas" (una salvaje y brutal banda narcotraficante que actuó en el noroeste de México), está en la cárcel y hoy es coordinador de nuestro equipo de mediación de conflicto", cuenta Cruz con orgullo.
— ¿Cómo se sustenta la ONG?
— Lo hacemos por medio de contactos con Estados que requieren de nuestra colaboración, con patrocinantes. En los cursos que damos se hace hincapié en los oficios para que quienes se alejan del delito encuentren otra salida laboral, o bien si tiene posibilidades en el estudio.
— ¿Que hace hoy "Cauce Ciudadano" en Santa Fe?
— Hace unos años, en un encuentro, tomamos contacto con un líder de Ashoka, una ONG de la que soy parte y se aboca a la responsabilidad empresaria. Ese hombre nos comentó la situación en la que estaba la provincia. Así que vinimos para trabajar en dos etapas. La primera fue detectar líderes que pudieran ser preventores e interruptores de situaciones violentas. Logramos tener en Rosario y Santa Fe a 16 instructores en distintos barrios y ellos a su vez capacitan a otros. Y según nos dijeron, los resultados se están viendo en la baja de la tasa de homicidios (este año la estadística registra 144 muertos en homicidios dolosos en Rosario mientras a la misma fecha de 2016 la cifra llegaba a 163). Sin embargo lo más preocupante de los asesinatos es la cantidad de armas que hay en la calle. Me llamó la atención que algunas pistolas calibre 9 milímetros que son modificadas para que funcionen como armas automáticas.
— ¿Cómo evalúan el trabajo de "Cauce" en la provincia?.
— Estamos conformes. Nos quedaremos un año más y hasta ahora vemos avances en los distintos barrios. En Rosario trabajamos en la zona sur, en el barrio Santa Lucía, en Tablada y vemos que aún se puede hacer mucho porque el Estado está presente, no como en México, donde los estados provinciales y municipales a menudo están cooptados por los narcos.