Un hombre de 31 años fue procesado como presunto participante de un secuestro extorsivo con pago de rescate ocurrido hace poco más de dos meses en la zona sur. La víctima, un joven que trabaja en un depósito, logró reconocer el vehículo en el que había sido trasladado a un rancho de chapa donde estuvo cautivo mientras negociaban con sus familiares el pago para liberarlo. En el auto además se halló un precinto blanco similar a los empleados para mantenerlo maniatado.
El secuestro de M. G. fue el pasado 6 de julio y sus captores comenzaron pidiendo dos millones de pesos para liberarlo, cifra que terminó bajando hasta los 105 mil que su familia aseguró disponer en ese momento. Dos horas después el joven fue liberado en inmediaciones de Avellaneda y Circunvalación.
Por considerar que al menos aportó el vehículo utilizado en el ilícito, y sin descartar que haya participado del hecho, el juez federal Marcelo Bailaque procesó a Roberto Carlos O. como probable autor de "secuestro extorsivo agravado por haberse cobrado rescate, por el número de intervinientes y por el uso de armas". Además de ordenar su prisión preventiva, el magistrado le trabó embargo por 200 mil pesos "en virtud de los daños causados por la presunta comisión de hechos de considerable importancia para la convivencia pacífica y el orden social".
M. G. fue secuestrado minutos después de las 19.15 del pasado 6 de julio frente a un depósito de zona sur donde trabaja de encargado. Esa tarde lluviosa todos se habían ido y él esperaba en su auto la llegada de un camión que estaba demorado para cerrar el galpón. Entonces apareció un hombre que batió las palmas frente al portón de entrada. M. bajó a preguntarle qué necesitaba y el recién llegado le dijo que iba a dejar un currículum.
Acto seguido, sacó un arma y obligó a M. a entrar a un Vokswagen Vento en el que se lo llevaron, maniatado con precintos blancos. Si bien estaba encapuchado pudo notar que el vehículo se dirigió hacia el sur y en algún momento, tras percibir que habían pasado cerca del casino, tomaron por una calle de tierra o en muy mal estado.
Al llegar a un descampado los captores —tres, de los cuales dos seguían prófugos hasta ayer— hicieron bajar a M. del auto, lo obligaron a mirar hacia abajo e ingresar a un rancho de chapa sin puerta, donde había un colchón y un frazada y cuyo ingreso era un chapón que en algún momento le permitió distinguir dos árboles cercanos. Por el ruido de los camiones que oía pasar, contaría después, infirió que estaba cerca de la circunvalación.
Los captores obligaron al joven a llamar a quien creían que era su padre —en rigor, la pareja de su madre— con quien empezaron a negociar el rescate. De lo que escuchó, y de las cosas que le decían los secuestradores, M. concluyó que tenían información sobre él que no era fácil de obtener.
No transcurrió mucho tiempo hasta que la negociación se convirtió en un acuerdo. Cerca de las 21, un familiar de la víctima se acercó tal cual lo pactado hasta un sitio en inmediaciones de Avellaneda y Battle y Ordóñez y entregó una bolsa con 101 mil pesos a un hombre que hasta ayer no había sido identificado.
Minutos después, sobre las 21.20, M. fue subido al mismo auto en el que había sido llevado hasta la tapera y lo liberaron en un descampado cercano a Avellaneda y Circunvalación.
Investigación
La Policía de Investigaciones (PDI) comenzó la pesquisa analizando las imágenes captadas por cámaras de vigilancias apostadas en el presunto trayecto que habían hecho los captores. Los datos se cruzaron con la información obtenida de las antenas donde impactaron las llamadas durante la negociación y así se localizó un cubículo de chapa en Liniers entre Avellaneda y la colectora de la circunvalación. En una visita al lugar, M. lo reconoció como el rancho donde estuvo en cautiverio.
Sin embargo el dato más claro que condujo al sospechoso lo aportó días después la propia víctima cuando el 20 de julio vio en una esquina de su barrio un auto que le llamó la atención: un VW color oscuro con vidrios polarizados y una llanta diferente al resto en una de sus ruedas. Ese detalle en un auto similar había sido notado por un PDI al analizar las imágenes del día del secuestro.
La víctima aportó la patente de ese auto, que fue localizado en manos de un vendedor de autos de zona sur, muy cerca de donde todo ocurrió. El vehículo fue secuestrado y su dueño contó que tres días se lo había comprado a Roberto O. y dio detalles de la operación.
El vendedor se refirió a Roberto como un albañil del que no había nada sospechoso y contó que ya había realizado previamente operaciones con él; incluso le había hecho comprar el mismo VW Vento en junio.
El hallazgo del auto fue vital para la investigación cuando la víctima lo reconoció por el tapizado cuarteado y otros detalles que alcanzó a ver a pesar de que estaba encapuchado. Pero además en el baúl se encontró un precinto blanco como el que habían usado para atarlo y un cuchillo negro como el que habían empleado para cortar el plástico y liberarlo.
Poco verosímil
Con la certeza de que Roberto O. había tenido el auto en su poder el día del secuestro, la policía fue por él. Al ser indagado, el sospechoso brindó un testimonio que no resultó verosímil para el juez. Especialmente, cuando contó que ese día le había prestado el auto a un amigo del que sólo aportó su apodo "para que saliera con unas minas" junto con otro amigo del barrio a quienes les hizo trabajos de albañilería en sus casas.
Entre ese testimonio y los elementos colectados por la investigación, Bailaque concluyó que Roberto O. "habría tenido intervención en el hecho de secuestro facilitándole a los autores, entre los que podría estar él, el vehículo". Con esos datos lo consideró, hasta el momento como partícipe primario, y lo procesó como autor del delito de "secuestro extorsivo agravado por haberse cobrado un rescate, por el número de intervinientes y por el uso de armas".
El juez ordenó su prisión preventiva en una cárcel del Servicio Penitenciario Federal y un embargo por 200 mil pesos. En tanto, los otros dos participantes del secuestro continúan siendo buscados.