Alan Funes, condenado a 35 años de prisión como jefe de una banda dedicada a cometer delitos y por un homicidio, fue imputado por instigar la semana pasada el crimen de Mariel Lezcano, una chica de 21 años que era vecina suya desde la infancia y recibió dos tiros de un sicario cuando abrió la puerta de su casa. Otros dos muchachos, sindicados como soldaditos a sus órdenes, fueron acusados de ejecutar a la joven a cambio de al menos 30 mil pesos. Según surge de la investigación, el asesinato se concretó para castigar a la madre de la chica porque se negaba a vender drogas para el clan de barrio Tablada liderado por Funes. La figura penal que aplicó al caso el fiscal Gastón Ávila es la de homicidio calificado por precio o promesa remuneratoria y agravado por el uso de arma de fuego, lo que se pena con prisión perpetua.
Bajo ese encuadre el juez Gonzalo López Quintana ordenó la prisión preventiva por el plazo legal de dos años para Alan Funes, quien ya cumple condena en la cárcel federal de Ezeiza; Fabián Alejo “Fabito” D., de 21 años, quien fue apresado una hora después del crimen cuando escapaba por los techos de un operativo policial y llevaba encima una pistola Browning 9 milímetros usada para matar a Mariel; e Iván “Lolo” G., de 18 años, apresado la mañana siguiente al crimen.
El clan Funes estuvo desde el principio bajo sospecha porque la casa de pasillo donde vivió y murió Mariel está justo detrás de la vivienda donde en marzo de 2016 mataron a balazos a Mariela Miranda, madre de los hermanos Funes, de los cuales dos fueron asesinados y otros dos están en prisión por delitos ligados al narcomenudeo. La chica asesinada había sido condenada en agosto a 6 años de prisión domiciliaria por formar parte de la banda narco comandada desde prisión por René “Brujo” Ungaro. En ese juicio fueron condenadas otras doce personas, entre ellos el propio Alan Funes y su hermano Lautaro.
Al hurgar dentro de ese círculo, la investigación dio con mensajes enviados por Alan Funes desde un celular a su alcance en la cárcel Ezeiza en el que daba instrucciones para cometer el ataque. De esa evidencia surge que no estaba dirigido directamente a Mariel sino a su madre, Gisela, a quien apodan “Paquete”. Ese sobrenombre apareció, textual, en mensajes que Alan intercambió en los días previos al crimen con su hermana de solo 16 años.
Esta chica estuvo unas horas demorada tras un allanamiento a un búnker de la banda. De un celular que la adolescente intentó destrozar ante la llegada de la policía surgió buena parte de la evidencia. En esos mensajes se advierte que ella organizaba en la calle el negocio por órdenes de su hermano preso, vendía estupefacientes en distintos turnos, disponía sobre armas de alto poder de fuego y gestionaba la recaudación.
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Mariel Lezcano fue asesinada la tarde del 13 de octubre por un joven que a las 18.20 entró al pasillo de Ayacucho 4389 y golpeó la puerta de su casa. La chica estaba merendando con su hijo de 3 años, su hermana de 13 y otros menores de edad. Cuando fue a abrir la puerta recibió dos balazos, uno en la cadera y otro en la cabeza. Murió en el lugar. Su familia dijo entonces que había sido condenada injustamente y que estaban amenazados por los Funes.
Según planteó el fiscal Ávila en la audiencia de ayer en el Centro de Justicia Penal, con los detenidos conectados por pantalla, quienes llegaron esa tarde en una moto Honda Wave roja eran Lolo y Fabito; el primero como conductor y el segundo como acompañante. Al llegar al pasillo Lolo descendió y Fabito pasó a ocupar el lugar del conductor. Se adelantó unos metros en posición de espera mientras su cómplice golpeaba la puerta y ejecutaba a Mariel con dos tiros sin mediar palabras.
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La chica murió por destrucción craneoencefálica y junto al cuerpo quedaron dos vainas calibre 9 milímetros. Los atacantes, en tanto, escaparon hacia una cortada de Chacabuco al 4100 donde una hora más tarde sería detenido Fabito con el arma homicida. La intervención de Alan Funes en el crimen, para la acusación, consistió en dar la orden, ofrecer el pago de 30 mil pesos y aportar el arma y la moto que, según testimonios, pertenece a su pareja Jorgelina “Chipi” Selerpe. Una joven de 27 años que cumple una condena de 3 años en prisión domiciliaria por ser parte de una asociación ilícita conducida desde prisión por su pareja y El brujo Ungaro. Dentro de ese reparto, Alan quedó imputado como instigador y los otros dos como coautores. Fabito y Lolo sumaron cargos por la portación ilegal del arma.
El primer dato que orientó a los policías hacia el búnker de Chacabuco 4150 donde fue detenido Fabito lo aportó una hermana de la víctima que presenció el crimen. Dijo que los atacantes eran dos en una moto Honda Wave roja y que, si bien vio al tirador un breve instante, advirtió que era alto y tenía un tatuaje en la cara. “Lo relacioné con Joel, que es de la banda de Los Funes. Porque a mi mamá la amenazaron con que si no vendíamos droga para ellos nos iban a volar la gorra”, dijo la nena de 13 años.
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Mariel Lezcano, asesinada el miércoles pasado en la puerta de su casa.
Pero resultó que Joel estaba preso: lo habían detenido el 19 de septiembre en el mismo pasillo de calle Chacabuco con una ametralladora FMK3. Orientados por ese testimonio, al llegar a ese lugar a las 19.25 del día del crimen los policías se encontraron con un muchacho que corrió al verlos y trepó a un techo. Era Fabito, a quien atraparon con la pistola encima. Los vecinos apuntaron a una casa donde dijeron que funciona un búnker de los Funes.
Dentro de esa casa había otro joven con un yeso y clavos en una pierna lesionada a raíz de un reciente ataque a balazos y una caja con 38 municiones 9 milímetros. También estaba la hermana de Alan. Cuando iba a ser requisada la joven sacó un celular, intentó romperlo a golpes contra una mesa y lo arrojó contra la pared. Es el aparato donde estaban los mensajes que, para el fiscal, contienen evidencia sobre la preparación del crimen.
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Fue clave además el testimonio de Gisela, la madre de la víctima, quien vivió los últimos 24 años en el pasillo de la calle Ayacucho. Conoce a la familia Funes desde que los hermanos eran chicos. El propio Alan, contó, iba de niño a comer a su casa. Era amiga de la primera esposa de Jorge Funes, el padre de los integrantes del clan, y dio cuenta de todos los miembros de la familia (algunos de ellos muertos o presos) que habitaron la vivienda del frente en los últimos años.
La mujer dijo que hace unos meses empezó a tener problemas con los Funes. En concreto, un mes después de que trasladaran a Alan al penal de Ezeiza tras la fuga de ocho presos de la cárcel de Piñero en junio pasado. Entonces la fue a visitar la hermana adolescente de Alan y le dijo que querían que ella manejara el negocio. Y que dejara de hablar con dos jóvenes (“Elías de la calle Uriburu” y Brian “Pocha” Sánchez, un sicario condenado a 20 años por tres homicidios) porque estaban enemistados con Alan.
A un mes de esa visita, dijo, recibió el mismo mensaje del padre de Alan, Jorge: “Mirá, Alan está tirado. No tiene quién le maneje el búnker. Te va a volar la gorra. Está con René. Está con Chucky. Mirá que te va a hacer matar un hijo”. Días después, según denunció, recibió un llamado del propio Alan desde un celular. “Gorda, ¿vos qué onda que no me querés agarrar el negocio?”, le dijo. Gisela respondió que ya tenía a su hija con una condena y no quería más problemas. “Está bien, gorda, pero vos fijate. Te voy a salir con la más loca”, fue, según ella, la respuesta.
Hubo otros contactos de integrantes de la familia con el mismo ofrecimiento. Por eso la mujer cree que Alan buscaba matarla a ella, pero “le pegó a su hija porque tienen la misma contextura física”, citó el fiscal en la audiencia.
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Como parte de la pesquisa hubo otros allanamientos a viviendas de las abuelas de Alan y Lautaro Funes donde se encontraron ocho celulares, 267.500 pesos, dos chalecos antibalas, un fusil FAL semiautomático, una máquina de contar billetes, dos pistolas 9 milímetros y municiones. Capturas de cámaras dieron cuenta del recorrido de la moto antes y después del crimen. Y a esto se sumó el contenido del celular de la hermana de Alan, a quien la chica tenía agendado como “AyF”.
De esas conversaciones surge, según el fiscal Ávila, que Fabito trabajaba regularmente en el búnker de calle Chacabuco. “Ey, Alan, ya está el negocio. Ya abrimos. Ya está ATR (a todo ritmo). Tu hermana duerme. Ahora vamos a hacer plata, mono”, le dijo Fabito a Funes en un mensaje. Surgió además que Lolo era desde hacía poco tiempo el novio de la adolescente. “Que se active si quiere ser mi cuñado. Que se empiece a mover, a hacer cosas”, le dijo Alan a su hermana en un mensaje del 7 de octubre y a los pocos días envió a Lolo a concretar una balacera contra la comunidad gitana.
Dos días antes del asesinato, dijo el fiscal, Alan Funes envió un mensaje donde le contó a su hermana cuáles eran sus intenciones: “Le voy a hacer dar a la Paquete. Capaz va otro guacho”. Una hora y media después del crimen, cuando Fabito caía preso con el arma, la adolescente le escribió a su novio: “Ahora, hasta la verga con la pistola esa que mataste. ¿Por qué no la guardaste? No tenés que dejar nada, ya les dije mil veces”, le reprochó. “Necesitaba plata”, se excusó su novio en la conversación. A lo que ella replicó: “Vos hacés las cosas porque querés. ¿Con 30 mil pesos sos feliz?”. “No, pero zafo”, respondió el ahora imputado como ejecutor del asesinato, quien en la charla asumió resignado que a lo sumo el descuido le costará “unos años” de encierro.