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En cuanto a los hechos registrados mensualmente, se verifica cierta irregularidad que comenzó con la pandemia y que relativizó las variables estacionales que tradicionalmente indicaban que los asesinatos se incrementaban durante los meses de más calor. En 2023 el mes con más crímenes resultó ser el que tenía menos días: febrero, con 33 hechos. Desde entonces se intercalaron períodos de hasta una semana o más sin homicidios y, amén de otro pico con 32 en mayo, en octubre se llegó a una cifra mínima que prácticamente no tenía comparación: ocho crímenes.
Más allá de algún que otro funcionario fugazmente interesado en colgarse alguna medalla al respecto, lo cierto es que la violencia armada puede medirse más por las intenciones que por los resultados. Y por lo pronto sigue siendo el azar el que determina en mayor proporción si una bala disparada va a matar a una persona no.
La disminución de la cifra total de homicidios en 2023 respecto del año anterior se refleja en casi todas las categorías a observar. En cuanto a las edades, los cuatro asesinatos de menores de 15 años se ubica más cerca de los números históricos que los 13 de 2022. Lo mismo con los 27 adolescentes de entre 15 y 19 años, franja etaria que en 2022 registró 44 víctimas. Aunque también fueron menos que en 2022, la mayor cantidad de homicidios tuvieron como blanco a personas de entre 25 y 29 años (39 casos) y entre 20 y 24 (35). También hubo una franja que registró más muertos que el año anterior: la de los mayores de 65 años (17 hechos contra 10).
Si bien el relevamiento realizado por este diario con datos propios contrastados con los de fuentes oficiales no avanzó puntillosamente en lo referido a los móviles, a simple vista se nota que más de dos tercios tienen que ver con el funcionamiento de economías delictivas. Y en ese sentido también es mayoritaria la proporción de casos que tuvieron algún grado de planificación.
En el mapa
Entre las pocas variables que han aumentado respecto de 2022 una es la de los homicidios perpetrados en Villa Gobernador Gálvez, que en 2023 fueron 22. Esta ciudad volvió a ser seguida por Pérez, con cinco casos, aunque esta vez fueron dos en el barrio Cabín 9 donde el año anterior se habían registrado los seis hechos ocurridos en esa localidad. Como particularidad se podría mencionar que hubo homicidios en poblaciones donde hacía tiempo que no se registraban, como Alvarez y Coronel Bogado, mientras que en Granadero Baigorria fueron tres. Asimismo, dos presos de la cárcel de Piñero fueron asesinados tras las rejas.
En cuanto a los 221 homicidios concretados en la ciudad de Rosario el año pasado los barrios más violentos siguieron siendo los mismos, aun con variaciones.
Los 75 crímenes registrados en la zona norte y noroeste durante 2022 se redujeron a 55 el año pasado. Si bien los hechos disminuyeron notablemente, siguieron siendo Ludueña (18 hechos) y Empalme Graneros (7) los lugares más peligrosos de esa geografía donde pareciera observarse un desplazamiento de algunos conflictos a ciertos barrios del noroeste: por ejemplo, los diez hechos perpetrados entre Nuevo Alberdi y el 7 de Septiembre en 2022, se contaron en 2023 en Stella Maris, Fisherton Industrial y Emaus.
Asimismo, entre los barrios Sarmiento, Alberdi, Parque Casas y La Cerámica se acumularon 15 crímenes, cinco más que el año anterior, con una particularidad que también se registra en otros sitios: una explosión de violencia letal generada por un motivo puntual. En este sentido, de los siete crímenes contados en La Cerámica durante 2023 cuatro se perpetraron en tres días: las víctimas fueron tres adolescentes y un hombre asesinados en un contexto de terror con una amenaza de un grupo narco que llegó a asegurar en redes sociales que asesinarían a una persona por día hasta que apareciera una carga de droga presuntamente robada de un búnker de la zona.
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Una explosión similar se registró en el barrio Triángulo y Moderno de la zona sudoeste, donde siete de los nueve homicidios de 2023 sucedieron entre julio y agosto. Algo similar en esa zona se registró en Parque Oeste, donde luego de un tiempo sin crímenes se perpetraron cinco entre agosto y noviembre. Lo mismo se detectó en noviembre en Stella Maris, donde en una semana hubo tres asesinatos acompañados por balaceras con amenazas.
Otro sitio que volvió a mostrar altos indicadores de violencia, en gran parte producto de enfrentamientos entre bandas por el control del territorio, fue el barrio Santa Lucía donde se elevó el registro de seis en 2022 a nueve el año pasado. Todo lo contrario ocurrió en Vía Honda, Belgrano Sur y Puente Gallegos, donde los homicidios disminuyeron.
La merma en la zona norte hizo que Tablada, con 20 casos, terminara siendo el barrio rosarino con más homicidios durante 2023. Fue el único lugar donde casi se mantuvo la cifra del año anterior, que se redujo en Las Flores (cinco) y Molino Blanco, con uno. También en esa zona del sudeste rosarino hubo barrios como La Sexta (cuatro), Tiro Suizo (dos) y La Guardia (tres) que parecen haber absorbido los casos que en 2022 habían ocurrido en Parque del Mercado y Saladillo.
El doble de mujeres
En cuanto a las mujeres asesinadas durante 2023, se verificó una cifra elevada pero más baja en comparación con los 62 registrados el año anterior: esta vez fueron 47 hechos, alrededor del doble de la veintena que solía registrarse anualmente. Entre ellos estuvo el crimen de una joven trans cuyo nombre no fue dado a conocer que murió apuñalada en una pelea con un policía que custodiaba un predio ferroviario en Villa Gobernador Gálvez.
De ese total en principio tres se trataron de femicidios por los cuales fueron acusados sus parejas: en un caso el hombre empujó a la víctima al paso de un auto en barrio La Sexta y la mujer murió tres meses después; en los otros dos se registró la siguiente particularidad: las víctimas fueron asesinadas en pensiones.
El resto de los casos está más cerca de la violencia callejera, aunque el contexto narco que domina la mayoría de los crímenes suelen presentar más a menudo características propias de la violencia de género que, como en tantas actividades de la vida cotidiana, por supuesto está presente en la narcocriminalidad con toda la ferocidad que la caracteriza.
Según la información preliminar sobre investigaciones que en muchos casos siguen abiertas, tres mujeres fueron asesinadas mientras atendían sus respectivas granjas o despensas. En un caso la víctima estaba siendo extorsionada y en otro se vinculó con un conflicto narco que tenía un sobrino.
También tres mujeres, todas mayores de 70 años, fueron asesinadas en hechos que se investigan como robos seguidos de muerte. Los tres casos ocurrieron en las casas donde vivían las víctimas, las tres fueron golpeadas y en el más reciente la mujer apareció en el pozo ciego de la propiedad que alquilaba desde hacía dos meses.
Asimismo poco más de una decena murieron como consecuencia de balaceras enmarcadas en conflictos —por lo general de raíz narco— a los que eran ajenas; entre ellos se recuerda el de una mujer que estaba tomando mates con otra a la que querían asesinar. También se recuerda el caso de la joven hincha de Central a la que arrojaron una piedra en la cabeza cuando volvía de ver el clásico del fútbol rosarino. Y hubo otras mujeres asesinadas por problemas personales que en principio no tendrían vinculación con las drogas y aún son materia de investigación.
En ese marco cerca de veinte mujeres fueron asesinadas en el marco de conflictos narco, en su mayoría mujeres vinculadas directa o indirectamente con el narcomenudeo. Uno de los casos más resonantes fue el de Valeria Nasca, condenada como miembro de la banda de Esteban Alvarado y esposa del también condenado en ese proceso Jorge Benegas, que fue asesinada de once tiros por personas que habían acordado un encuentro para la compra de un camión. Otro fue el de Marta “Chana” Bustamante, una leyenda de la venta de drogas ejecutada en la puerta de su casa de Tablada donde cumplía prisión domiciliaria.
La bolsa o la vida
Otro ítem que hizo caso omiso a la disminución general de casos respecto de 2022 es el del homicidio en ocasión de robo, que observó un aumento importante el año pasado. La cifra en este aspecto puede variar porque muchas investigaciones siguen en curso, pero puede decirse que en 2023 al menos 25 personas murieron en el marco de asaltos, en principio diez más que el año anterior.
Cinco personas —todas mayores de 70— fueron asesinadas por ladrones que irrumpieron en sus domicilios pero la mayoría se trató de asaltos en la vía pública. Tres atracos a comercios se cobraron cuatro vidas: tres de los muertos eran asaltantes. Es que de las 25 personas que murieron en contexto de robo, ocho eran ladrones. Tres fueron baleados por policías de civil a los que asaltaron, un gendarme mató a un joven que al parecer robaba cables y otros dos fueron asesinados por custodios privados en asaltos a empresas o portavalores.
El registro incluye el caso de un ladrón asesinado por el dueño de una chacra donde entró a robar y el de un jubilado que quiso ahuyentar a los tiros a dos tipos que intentaba irrumpir violentamente en su casa y mató a uno. Por fuera de este conteo todavía se investiga la muerte de un hombre que quiso asaltar a una pareja que había acordado por Facebook un encuentro para la compra de dólares pero fue retenido por vecinos y, en ese marco de posible linchamiento, murió por causas no determinadas.
La oferta engañosa de una moto vía Facebook también le costó la vida al comprador que concurrió engañado a un punto de la zona norte con el dinero para la transacción. Otro engaño sufrió un hombre que fue llevado por un taxista al que había conocido unos tres meses a realizar una operación inmobiliaria que resultó ser un ardid para quedarse con los dos millones de pesos fruto de la venta de una casa.
Siete de las personas asesinadas fueron asaltadas para despojarlas de un vehículo; el más absurdo fue el del joven que chocó con su moto mientras era perseguido por ladrones a bordo de otro rodado. También se investiga como un presunto robo el asesinato del policía César Carmona frente a la sede de la entonces Agencia de Investigación Criminal (AIC) donde prestaba servicio y que días antes había sido blanco de una balacera extorsiva.
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En líneas generales, también puede observarse que tres de los 25 casos ocurrieron fuera de la ciudad de Rosario —en Baigorria, Coronel Bogado y VGG—, que 16 se concretaron con armas de fuego, cuatro con armas blancas —en un caso se empleó una birome para apuñalar a la víctima— y el resto mediante golpes o asfixia. También puede decirse que los 25 casos que a priori se dieron en ese contexto esa la cifra más alta de los últimos cuatro años, pero sigue siendo más baja que los 33 de 2013, los 41 registrados en 2014 y los 45 hechos de 2015.
Límites
La violencia voraz desatada en 2022 en Rosario permitió observar cómo terminaban de cruzarse algunas barreras junto con la cifra máxima de 271 homicidios en 2013. Por ejemplo, entre los 288 crímenes de 2022 se llegó también al máximo de niños y adolescentes asesinados mientras que la cantidad de mujeres víctimas triplicaba la media anual. Pero se sabe que los números no son suficientes para medir la angustia en la que se va sumiendo una ciudad donde cada vez más vecinos deben afrontar una vida salpicada por un dolor que jamás se extinguirá.
En esa ciudad, donde la violencia edifica año a año una suerte de territorio infernal que parece no tener salida y para el cual los distintos responsables políticos vienen intentando reformas que muchas veces no superan la categoría de eufemismos, la ferocidad extrema de la criminalidad avanza más allá de los números desparramando su lógica del más fuerte. Con un modo de hacer, autodenominado “la mafia”, que se filtra entre los huecos que afloran a raudales entre parches y frazadas cortas. Una violencia de patota, de pretendida impunidad, que atraviesa a la Argentina en todos sus estamentos y muestra, en nombre de los negocios delictivos, su rostro más descarnado.
Una violencia que se desarrolla como si la dirigencia política no estuviera en condiciones de enfrentarla y que obliga, entre otras cuestiones, a preguntarse si crímenes como los del músico “Jimi” Altamirano y el colectivero César Roldán serán recordados como un límite o terminarán siendo parte del paisaje habitual de la ciudad.