Lugares
En la ciudad de Rosario hubo en 2022 más homicidios que los registrados en 2021 en todo el departamento: fueron 250. En Villa Gobernador Gálvez la cifra se mantuvo en 18 y la tercera ciudad del departamento con más crímenes fue, en rigor, un barrio casi rosarino: Cabín 9, de Pérez, con seis. Luego aparece Ybarlucea, con cuatro muertos en cuestión de días por el triple crimen de una familia y otro caso, todos vinculados al mundo narco. También hubo cuatro homicidios en Granadero Baigorria.
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Del análisis preliminar por zonas, no es noticia la explosión de violencia armada que afectó especialmente un sector de la zona noroeste. Como nunca los vecinos de Ludueña, Empalme Graneros y barrios aledaños sufrieron la descarnada disputa de dos bandas por controlar la venta minorista de drogas. Las gavillas manejadas desde la cárcel, con sus respectivos referentes alineados con Los Monos por un lado y Esteban Alvarado por el otro, llevaron los homicidios a cifras escalofriantes: en Ludueña fueron al menos 24 (el año anterior hubo diez), en Empalme 21 (cinco el año anterior) y se contaron cinco en barrio Industrial y otro tanto en Larrea.
Si se suman los más de 50 asesinatos en esa zona otros veinte ocurridos en otros barrios como Parque Casas, Nuevo Alberdi o 7 de Septiembre se nota que la zona norte fue la más afectada por la violencia letal en 2022. Si bien hubo un período en el que los crímenes cesaron y que coincidió con el encarcelamiento de varios miembros de ambas facciones. Sin embargo, la zona volivó a sufrir en los últimos tiempos, al parecer a partir de venganzas y otras cuestiones vinculadas al reacomodamiento de las organizaciones.
Esa sería una de las principales variantes respecto del año anterior, cuando todavía la zona sur/sudoeste registraba la mayoría de los casos. No obstante, en 2022 también sufrieron especialmente barrios del sur como Tablada, con 21 crímenes, Las Flores con una decena, Molino Blanco y Magnano con cuatro y tres en el Parque del Mercado.
Yendo hacia el oeste por el sur, otra zona que en los últimos tiempos venía siendo escenario de las disputas más encarnizadas, el barrio más violento resultó ser —sobre todo a partir de agosto— la Vía Honda con ocho crímenes, Triángulo y Moderno con siete y otros diez en los barrios incluidos en la seccional 13ª (Bella Vista, Villa Banana, por ejemplo).
Otro barrio que tuvo su racha mortal producto de encontronazos entre transeros fue el sector que algunos vecinos denominan Belgrano Sur, en torno al bulevar 27 de Febrero al 7800, donde hubo ocho asesinatos.
En cuanto al medio empleado, la inmensa mayoría se sigue cometiendo con armas de fuego: fueron 254, a los que suman 15 con armas blancas, seis por golpes, cuatro quemados, dos por asfixia y otro con una modalidad incomprensible como insólita: un empleado de una panadería mató a un compañero luego de tirarle grasa hirviendo. También hubo cerca de una docena de crímenes cometidos por problemas intrafamiliares. Datos sobre una violencia inusitada que no sólo responde a intereses criminales.
Edades
En cuanto a las edades el año 2022 mostró la cifra más alta de menores de 15 años víctimas de homicidio: fueron 13, uno más que en 2013, todavía el año con más niños y adolescentes asesinados. Si sirviera de algo comparar estas cifras con las de años anteriores, en 2020 fueron cinco y dos en 2021. Y si acercamos el foco, encontraremos datos mucho más tristes que hablan por sí solos.
En esta franja etaria hubo tres bebés de un año asesinados a tiros: una niña masacrada con su familia a la salida de una casamiento con muchos invitados del ambiente narco; un niño acribillado con sus padres en el auto, donde sobrevivió un hermanito; también se salvó un niño atacado junto con sus padres y hermana por delincuentes que buscaban a otra gente; otra beba de un año fue alcanzada por un proyectil de los varios disparados contra un grupo de personas. Tres menores de 13 y 14 años fueron asesinados mientras charlaban en la vereda o escalera de un Fonavi y alguien pasó a los tiros buscando a otro.
Si de adolescentes se trata, nunca los números sobre homicidios de un año en Rosario demostraron tanto como en 2022 la creciente vulnerabilidad a la que la ciudad los expone. Si sumamos los menores de 14 años con los 44 adolescentes de entre 15 y 19 la cuenta indica que el 20% de las personas asesinadas tenía menos de 20 años. El contexto de la inmensa mayoría de esos hechos es la “narcocriminalidad”, por ponerle un nombre al dispositivo por el cual las calles rosarinas se convierten en un mercado disponible que se conquista a tiros.
Ese dispositivo, que llevara incluso a que un ministro de Seguridad de la Nación incurriera en la berreta torpeza de decir que en Rosario la mayoría de los crímenes se cometen entre bandas y por ende las víctimas no son civiles, podría analizarse no sólo en su novedad sino también como la versión actual de la ley del más fuerte. Lo preocupante es que esta versión de violencia ATR crezca y se expanda ante los ojos de una sociedad que no atina más que a mirar; muchos para otro lado.
Más allá de estas alzas brutales que impactan sobre personas cada vez más jóvenes, la franja etaria con más víctimas de homicidio en 2022 fue la de quienes tenían entre 25 y 29 años, con un total de 53. Dos más que la franja anterior, la que va de 20 a 24 años, históricamente considerada la más vulnerable —sobre todo para los varones— a la violencia armada. Puede resultar llamativo que entre 51 víctimas de esa edad en 2022 hubo diez mujeres.
Los más de cien hechos con víctimas entre 20 y 30 años duplican a los 56 casos con víctimas entre 30 y 40. Quienes vayan a analizar los hechos en cuanto a sus motivaciones tal vez comprueben la presunción de que a medida que las víctimas son más grandes su vinculación con el contexto de violencia criminal que hoy domina la escena también deja paso a móviles más tradicionales como las broncas familiares, barriales, personales.
En este marco los homicidios en ocasión de robo parecen, en los números, mantenerse en sus términos habituales. De los al menos 14 crímenes —muchas investigaciones en curso no lograron establecer los móviles— que se investigan en esas circunstancias durante 2022, ocho tuvieron como víctimas a mayores de 60 años.
Vale detenerse en este ítem, el que más conmoción suele causar en la sociedad a pesar de que no alcanza al 10% anual de los hechos. En el año más violento de la historia rosarina los homicidios en ocasión de robo orillan el 5% según los conteos preliminares.
Mujeres
De todos los indicadores que surgen de una primera observación a los datos sobre homicidios en el departamento Rosario, la cantidad de mujeres asesinadas y sus respectivas circunstancias será uno de los que más atraigan a interesados en la materia. Como ya publicara La Capital en junio pasado, antes de mitad de año ya habían sido asesinadas más mujeres que nunca y el último crimen del período redondeó la cifra en 62; prácticamente el triple que las 21 de 2020 y las 24 de 2021.
Como también se ha publicado durante el año en cuestión, también era notorio cómo el contexto narco marcaba las pautas de esos hechos y, conforme aumentaba la cantidad de crímenes de mujeres disminuía la proporción de femicidios, entendidos éstos como asesinatos originados en contextos previos de violencia de género —en su mayoría intramuros— tal como se tipificaron en un principio. De estos femicidios hubo, en principio, tres que se ajustaron a esa pauta: una chica apuñalada por un conocido en la pensión donde vivía, una mujer apuñalada y enterrada por su ex en el patio de su casa y una sexagenaria asesinada a golpes por su marido.
Sin embargo, entre la gran mayoría de mujeres asesinadas por prácticas típicas del mundo narco —mensajes mafiosos, balaceras al bulto, reclamos por deudas, venganzas y ataques a soldaditas— ya hubo algunos casos en los cuales los sospechosos también fueron imputados de femicidio, ya que los fiscales hallaron en esas mecánicas indicios de violencia de género. Por ejemplo, las dos hermanas asesinadas a tiros y arrojadas a un basural de Pérez, o las dos amigas asesinadas delante de los cuatro hijos de una de ellas.
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Es que la dinámica criminal ofrece nuevos escenarios ante los cuales amerita adaptar los enfoques. No es lo mismo ir matar a un soldadito en la puerta de un búnker de drogas que a una mujer que está vendiendo atrás de una ventanita junto a sus hijos a los que tiene que darles de comer. Sería más que ingenuo pensar que la cada vez más habitual presencia de mujeres en hechos policiales, como víctimas y como imputadas, es un síntoma de “igualdad de género” en un entorno machista como el de las organizaciones criminales.
Si una muestra de datos por analizar exhaustivamente —cuestión que puede superar la práctica periodística— amerita una conclusión, ésta podría ser que mientras la violencia no espera siquiera confirmar el blanco de un ataque a tiros la sociedad no encuentra respuestas para frenar esas balas. Y cada año que pasa, mientras los responsables de resolver estos problemas se los tiran entre ellos cual pelota playera, Rosario se va llenando de dolor. Porque una cifra que hoy no existe en entre estos números es la de los sobrevivientes que llorarán a un ser querido para siempre.