El 2020 será recordado como el año en el que temimos a un enemigo minúsculo pero con gran poder de daño al que nadie pudo ver y que marcó la dinámica de nuestras vidas como nunca antes en este siglo: el coronavirus. Sin embargo, la espiral de violencia en las calles de Rosario no tuvo descanso más allá de las etapas de confinamiento obligatorio y aislamiento social y preventivo ordenado a raíz de la pandemia. Si se tomara a las estadísticas de homicidios como la variable que rige la sensación térmica de la seguridad, la ciudad vivió el año pasado el cuarto período más violento de la década y el más complejo del último lustro con un incremento del 27% en el números de asesinatos.
En ese sentido, oficialmente durante 2020 se produjeron en el departamento Rosario 214 homicidios según estadísticas elaboradas por agencias del Ministerio de Seguridad y el Ministerio Público de la Acusación, aunque hay dos episodios que en esas tablas se consideran como tales pero aún están en proceso de investigación. Ocurrieron ambos en febrero y se trata de la muerte de Carlos “Bocacha” Orellano, el pibe que fue a bailar a un boliche de la Estación Fluvial y cuyo cadáver apareció dos días después en el río Paraná; y el de restos óseos de un menor hallados en Chaco y Olivé que aún no fueron identificados ni reclamados pero que la Fiscalía analiza como un crimen. Ese número, que marca un alza del 27% en relación al total de muertes violentas de 2019, coloca a 2020 como el cuarto año más violento de la década detrás del trieño 2013-2015 y el más doloso del último lustro.
Al remarcar que 2020 fue un año atípico signado por el aislamiento social, preventivo y obligatorio decretado por el gobierno nacional a partir de la pandemia de Covid-19, se ve claramente como ello repercutió directamente en los niveles de violencia. Los datos muestran al respecto un contraste llamativo: en los primeros 79 días del año pasado hubo 62 crímenes; y en los siguientes 62 días, con el decreto del Poder Ejecutivo Nacional en vigencia, solo fueron 12.
La cuarentena se decretó el 20 de marzo. Un día después un hombre de 30 años fue asesinado en Alsina y Aurora por supuestos problemas familiares. Las tres semanas posteriores, hasta el domingo 11 de abril cuando un joven apareció muerto a puñaladas en el Fonavi de bulevar Seguí y Rouillón, no se registraron homicidios en Rosario. La siguiente muerte violenta fue la de un nene de 9 años a quien le disparó otro chico que manipulaba un arma de fuego en la casa donde jugaban.
Esos datos dicen que en el primer mes de aislamiento hubo cuatro muertes violentas que no obedecían a los patrones de crímenes mafiosos y balaceras letales que marcaron indudablemente la pauta de los homicidios hasta el 20 de marzo y después de ese breve período de baja en la tasa criminal. Sin embargo, los ocho crímenes del segundo mes de aislamiento (20 de abril al 20 de mayo) volvieron a mostrar esa violencia en las calles. Al menos cinco de los hechos tuvieron que ver con disputas narcos y dos fueron en ocasión de robo, uno de ellos de alta resonancia pública ya que tuvo como víctima al ídolo del fútbol charrúa Tomás Felipe “Trinche” Carlovich el 8 de mayo. Y a medida que se fueron relajando los controles para prevenir los contagios las cifras empezaron a trepar hasta llegar al septiembre más sangriento de la década con 28 crímenes, el peor mes del año.
Otro de los ítems relevantes sobre esta saga sangrienta es que en el total de los hechos registrados en el departamento Rosario se contabilizaron 20 víctimas mujeres y al menos seis de esos casos son investigados como femicidios mientras los otros están ligados a peleas barriales, balaceras o venganzas por el fenómeno de la narcocriminalidad, una categoría que por lejos sigue siendo la que marca la violencia en las calles de la ciudad con casi el 50% de los muertos.
Los motivos del incremento de homicidios en el departamento Rosario fueron esbozados días atrás por Gustavo González, secretario de Política Criminal del Ministerio Público de la Acusación (MPA), quien en una entrevista radial sostuvo que “la violencia es un fenómeno multicausal, un proceso de acumulación social que tienen varias aristas”. Y destacó algunas variables al respecto como el aumento de la presencia de armas de fuego como herramientas para perpetrar los hechos, una particularidad por franja etaria (el 50% de las víctimas no habían cumplido los 30 años) y las cuestiones socioeconómicas que provocó la pandemia.
En ese sentido, el funcionario explicó que “no hay que olvidar que la desigualdad social ha crecido en forma exponencial” y dijo que en un supuesto mapa, “los hechos de violencia se superponen con los lugares donde no están satisfechas las necesidades básicas”. No obstante, González aclaró que “no hay una relación directa entre pobreza o desigualdad y violencia, pero sí es un indicador a tener en cuenta”, y alertó que otro dato significativo es que “el 11% del territorio de Rosario concentra el 40% de los homicidios”. Al respecto, como en otros años, el índice criminal creció en las áreas marginales que se levantan en una especie de circunvalación desde el noroeste al suroeste de la ciudad, donde se contabilizaron casi el 70% de los hechos.
El representante del MPA no dejó de lado que a ese fenómeno complejo se suma que “el crimen organizado aparece como algo muy significativo en Rosario” desde hace varios años y que los jefes de las principales bandas, aunque están presos, siguen operando desde la cárcel.
“Aumentaron los homicidios en la ciudad pero también en lugares del Gran Rosario, con eje en Granadero Baigorria y Villa Gobernador Gálvez”, agregó González. Y, en ese sentido, los datos son categóricos: en la primera de las localidades hubo 13 crímenes (ocho más que en 2019) y en la segunda 22 (nueve más que el año pasado).
De lo ocurrido en Baigorria, al menos la mitad de los asesinatos se atribuyen a cuestiones vinculadas con narcocriminalidad y el más notorio de los hechos fue el que se cobró la vida de Marcelo “Coto” Medrano, un ex barra de Newell’s ejecutado en una estación de servicios, tras lo cual hubo otros tres homicidios de tintes mafiosos que pudieron tener que ver con ese hecho.