En este contexto, el Ministerio Público de la Acusación (MPA) trabaja sobre pistas firmes en varios de los casos ocurridos en los últimos meses, pero no se ventilan datos para no entorpecer la pesquisa.
Por Claudio González
En este contexto, el Ministerio Público de la Acusación (MPA) trabaja sobre pistas firmes en varios de los casos ocurridos en los últimos meses, pero no se ventilan datos para no entorpecer la pesquisa.
Noche ventosa
Eduardo terminaba ver el partido que Boca le acababa de ganar a Lanús 1 a 0 por la segunda fecha del torneo de fútbol argentino. El domingo ventoso e inestable se presentaba apto para un plan casero que había comenzado a la tarde con el Barcelona de Lionel Messi goleando al Espanyol en el clásico catalán.
Casi inmediatamente después del pitazo final del partido de Boca, Eduardo, un ex empleado separado y con dos hijos mayores que viven en Buenos Aires y Rafaela, escuchó cerca de las 22.30 sonar el teléfono fijo de su de Viamonte al 3700.
"Cuando atendí escuché una voz igual a la de mi hijo que decía: «Me tienen secuestrado con una pistola en la cabeza. Dale lo que te piden, papá, porque me van a matar». Después me pasó con otra persona que me pidió 50 mil dólares para liberarlo", relató ayer a este diario la víctima.
Instrucciones
Según explicó Eduardo, nunca lo dejaron cortar el teléfono durante la media hora que se extendió el diálogo. "Me ordenaron que pusiera todo el dinero dentro de una bolsa de nylon negra y la tirara en la calle. A esa hora no había un alma, el silencio era tremendo. Salí y la puse detrás de un árbol en la vereda. Entré y les avisé. Pero me dijeron que lo tirara al medio de la calle. «Va a pasar cualquiera y se lo va a llevar», les dije. «No importa, vos tirala al medio de la calle», me ordenaron".
Si bien a esa altura el hombre pareció advertir el engaño, lo paralizó el temor por la vida de su hijo. "Al final salí de nuevo y tiré la bolsa a la calle. Seguro que había alguien detrás de los autos o escondido, porque de otra manera no se entiende que me pidieran que dejara así expuesto para que cualquiera se lo llevara", razonaba ayer a la mañana.
La última vez que estableció contacto con su supuesto hijo, a Eduardo se le ocurrió preguntarle si se acordaba de su fecha de nacimiento. "No supo contestarme y enseguida saltó el segundo que daba las órdenes. Me dijo que no hiciera esas preguntas y que ni me asomara a la ventana. Me hicieron contar hasta 200 y así darles tiempo a buscar la bolsa y que no llamara a nadie".
Silencioso final
Eduardo se quedó con el teléfono el mano y del otro lado se hizo un largo silencio. Ya se había concretado la estafa. "Corté y llamé a mi hijo que vive en Rafaela. Le pregunté si estaba bien, si le estaban apuntando con una pistola en la cabeza y lo iban a matar. Pero el me respondió muy tranquilo: «¿Estás loco, qué te pasa papá?»".
Eduardo llamó al 911, dos patrulleros llegaron a su casa y luego fue a ampliar la denuncia en la comisaría 13ª. "Caí como un boludo, que querés que te diga", resumió resignado y hasta sorprendido por la inocencia con la que cayó en la trampa.
Y aunque no quiso dar a conocer el monto que terminó entregando a los timadores, Eduardo confirmó que se trataba de todos sus ahorros. "Es dinero que uno va guardando para por si hace falta y no tener que andar molestando a los hijos, esa es la realidad", confesó. No obstante, fuentes cercanas a la pesquisa aportaron que se trató de una suma cercana a los 15 mil dólares.
El caso, como el resto de las estafas de los últimos meses bajo la modalidad conocida como secuestro virtual, quedó en manos del fiscal de Investigación y Juicio Nicolás Foppiani.
El funcionario maneja con discreción la pesquisa debido a la complejas características que presentan los casos. Con un simple repaso de los últimos hechos, se advierten que los timadores se mueven con cierta logística que pivotea en la calle y una base de operaciones difusas e itinerante con simuladores y dateros que entregan cierta información de las víctimas.