"Acá hay mucho miedo. El robo pasó el sábado, poco después de las 21, después de que dos banditas se mataron a tiros. El pibito que vive con los padres y su abuela que sufrió un ACV no se dejó robar una campera y entonces le cayeron dos en moto que se le metieron en la casa al grito de «policía, policía». Pero todos sabemos que no eran policías. Y les desvalijaron lo poco que tenían". Así, una doña que vive en Humberto Primo al 2100, puso en palabras lo ocurrido el sábado último a escasos 100 metros de un destacamento de la Policía Comunitaria (en el club Tiro Federal) y a ocho cuadras de la comisaría 12ª. Allí, dos hombres que llegaron en una moto ingresaron armados por un angosto pasillo, fueron hasta una de las viviendas y tras aterrorizar a tres personas les robaron todos sus objetos de valor: un televisor de tubo, algo de dinero, ropa y algunas pequeñas alhajas. La investigación quedó en manos del fiscal de Investigación y Juicio Carlos Covani
La familia asaltada reside en un punto rojo del mapa de la inseguridad en el barrio Ludueña. Su precaria vivienda está junto a una casa que el jueves 9 de febrero fue incendiada luego del asesinato de Kevin Nicolás Aguirre, de 16 años. El pibe fue baleado por la espalda sobre la vía de Humberto Primo entre Felipe Moré y San Jerónimo cuando estaba con su primo, apodado "Micha". Por el crimen el fiscal Pablo Pinto imputó a Alan Daniel L., de 21 años.
"Es muy duro vivir por esta zona porque se trazó una línea entre ellos y nosotros en la que ya no nos importa que les pase. Porque cuando ellos te ven regalado, te roban, te lastiman; y si están muy puestos, te matan", explicó una vecina del barrio el día después del crimen de Aguirre. "Siempre se matan a tiros en la vía (la primera para el que llega desde calle Felipe Moré). Venite esta tarde y vas a ver que después de las 19 la gente empieza a dejar de caminar por el lugar. Y en invierno es mucho peor", agregó la mujer. Cinco meses después de aquel crimen los dichos de la vecina recobraron vigencia.
Como botón de muestra, la semana pasada diez muchachos fueron detenidos e imputados por las fiscales Gisela Paoliccelli y Viviana O'Connell por distintos hechos de violencia callejera con epicentro en Junín y la vía, a cuatro cuadras de la casa robada el sábado. Las acusaciones fueron en dos tandas. Primero fueron acusados Nahuel Damián L., Gastón Elías E., Gerardo "Jeringa" M., Cristian Marcelo M. y Javier Alejandro C. por diez hechos tipificados como abuso de armas, resistencia a la autoridad y tentativa de robo. Y luego, se acusó a Gustavo Ezequiel C., Kevin C., Enzo Gastón V., Malcon V. y Miguel Maximiliano N. por cinco hechos de tenencia y portación de arma, resistencia a la autoridad y robo en poblado y en banda. La fiscal Paolicelli expuso además las falencias de la comisaría 12ª en la producción de evidencia en un caso donde hay más de 40 denuncias cruzadas. Y dijo que cuenta con denuncias de que la seccional jugaba para uno de los bandos.
Al fondo del pasillo
"No queremos hablar con nadie", fue la lacónica respuesta de una de las víctimas del robo ocurrido el sábado pasadas las 21. Así, todo quedó en los dichos de los vecinos. Para llegar hasta el umbral de la casa robada, inmersa en un precario condominio de tres modestas construcciones, hay que caminar por un estrecho pasillo unos 20 metros en L en cuyo final hay una desvencijada puerta de chapa y rejas.
Allí, el sábado a las 21 integrantes de grupos enfrentados por el control de las calles mantuvieron su enésimo choque cerca de la cancha de Tiro Federal. "Muchos vecinos quedamos a medio camino para volver a nuestras casas porque nos agarró haciendo mandados", explicó una vecina. En medio de ese incidente, el hijo de la familia que reside en el pasillo mencionado fue prepoteado para robarle la campera. "El pibe no se dejó robar y por eso vino todo".
Minutos después de ese incidente, y cuando el pibe había regresado a su casa, dos hombres en moto llegaron al pasillo. Uno de ellos entró resuelto hasta el final y como venía pateó la puerta de chapa y rejas. Todo con el grito de guerra: "Abran, policía, policía". Entró tan raudamente que ninguno de los tres o cuatro perros en el lugar pudo reaccionar. Y fue directamente hacia la casa del pibe al que le quisieron robar la campera, quien vive con su mamá, su papá y su abuela (postrada en una cama luego de un ACV). El atraco duró un par de minutos y nadie se animó a interponerse al ladrón. El pibe de la campera se encerró en el baño junto a su madre. Y el maleante se fue con el modesto botín: un televisor de tubo, algo de dinero, ropa de vestir y algunas pequeñas alhajas.