La aceleración de los casos de coronavirus registrada en los últimos días en la provincia, y en especial en Rosario, provocó inquietud en las autoridades sanitarias del gobierno, que evalúan retroceder de fase en las poblaciones donde creció la tasa de contagios, y también en la población, que sigue con preocupación la situación.
Los cuidados, que se habían relajado cuando el número de positivos era bajo y por lo tanto controlable por los responsables del área de salud, volvieron a intensificarse. Pese a todo, algunos siguen minimizando el riesgo de la pandemia y hacen caso omiso a las recomendaciones que hacen los médicos sanitaristas y el gobierno.
"El temor que causó el aumento de las muertes hizo que en España e Italia la gente respetara el confinamiento y así el virus también dejó de propagarse"
El propio presidente Alberto Fernández reconoció que, más allá de las restricciones impuestas por decreto, en la Argentina “no hay cuarentena”, porque si fuera así el país no estaría teniendo los problemas que padece en la actualidad y que obligan a endurecer las medidas poniendo un inevitable freno a la actividad económica.
“No hay cuarentena, no hay que confundir a la gente. Si tuviéramos 160 días de cuarentena real no tendríamos ninguno de los problemas que estamos teniendo, porque son derivados de la mayor circulación y del mayor contacto de la gente entre sí”, comentó a Infobae Fernández, en un intento de explicar la expansión del coronavirus en la totalidad del país.
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Así y todo nadie habla, como en otros países de la “inmunidad de rebaño o inmunidad colectiva” como posibilidad de poner freno a la infección. Esa hipótesis planteaba que como la mayoría de los contagiados son asintomáticos o sin riesgo clínico, una vez que la mayoría de la población haya contraído el Covid-19 se iba a lograr la inmunidad al virus.
En Europa eso no sucedió, el número de casos, después de la explosión de contagios y muertes, comenzó a descender el pasado mayo, sin que se produjera la llamada “inmunidad de rebaño. Los investigadores sostienen que la propagación del virus se atenuó porque la gente, asustada ante la situación, extremó los cuidados y evitó el cotagio.
“No hubo inmunidad del rebaño, hubo inmunidad del cagazo”, explicó el investigador del Conicet, Roberto Etchenique, estudioso de la pandemia. Lo dijo en medios nacionales y el concepto se replicó rápidamente en redes sociales. Añadió: “El temor que causó el aumento brusco de las muertes hizo que en España e Italia la gente respetara el confinamiento, dejara de circular y así el virus también dejó de propagarse”.
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“En Europa, el alto porcentaje de personas que efectivamente adhirieron a la cuarentena se dio cuando las muertes empezaron a crecer abruptamente. Solo muy pocos siguieron circulando y se contagiaron. Entre los que circulaban hubo un efecto rebaño. Pronto quedaron inmunes y eso hizo que se redujeran los contagios”, añadió.
“En julio, los cuarentenados se comenzaron a relajar y volvieron a aumentar los nuevos casos, pero mucho menos que en la primera ola cuando se corrige por el mejor testeo actual”, señaló el experto, quien aseguró que la extensión de la cuarentena, que en la Argentina fue la más larga del mundo, hizo que la gente se cansara y saliera más.
La explosión de contagios hizo que esta semana la Argentina se ubicara entre los diez países con más contagios de coronavirus del mundo. La nómina está encabezada por Estados Unidos, donde las políticas sanitarias del presidente Donadl Trump, que priorizaron la economía sobre la salud, favorecieron la propagación de la enfermedad.
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En ese sentido, el sociólogo Daniel Feierstein señaló que el fracaso de las medidas de contención de la pandemia propuestas por las autoridades nacionales escuchando solamente a infectólogos hicieron agua. “El problema de fondo es que ante una catástrofe operan, como mecanismos de defensa, la negación y la proyección”, señaló.
Feierstein aseguró, en línea con Etchenique, que en España se atenuó la curva de contagios por la “inmunidad de cagazo”. “El miedo de la gente pudo vencer el mecanismo de negación”, señaló el investigador del Conicet, y advirtió: “Pero eso no es tampoco es permanente ni automático y los rebrotes lo demuestran. La negación es persistente”.