“Hace muchos años, yo venía a los bailes que se hacían en este galpón”, cuenta a la pasada Ramona, mientras señala uno de los espacios más emblemáticos del club Unión Roque Sáenz Peña. La música, los encuentros multitudinarios, se perdieron con el paso del tiempo. El brillo hoy se enciende desde otro lado. Por una escuelita de fútbol que funciona a pulmón, con un grupo de profes que el único objetivo que tienen es que pibes y pibas dejen la calle y sean felices jugando a la pelota. Y compartiendo las risas.
Custodiado por las calles Láinez, Rui Barbosa, Salva y Bermúdez en el sur de la ciudad, el Unión Roque Sáenz Peña tiene en su ADN la puja barrial rosarina. Como suele suceder, casi siempre es a pulmón, por el bien común. Políticos que aparecen para la foto en época de elecciones, prometen ayuda y después ni noticias. Quienes dan una mano terminan siendo siempre los mismos: los propios vecinos, la gente de a pie. Algunos donando pelotas, otros meriendas para que los chicos coman antes de entrenar, todo sirve.
En el club se gestó durante la pandemia una escuelita de fútbol para niños y niñas. Comenzaron siendo 10, hoy ya son más de 60. Entrenan lunes, miércoles y viernes por la tardecita. Primero, todos meriendan en el buffet, después a la cancha. Ahí los esperan los cuatro profes que se cargan al lomo el proyecto: Leo Damboriano, Mario Lescano, Cristian Villalba y Carlos Albornoz. Aunque las familias de cada uno de ellos también están al pie del cañón cuando los necesitan.
“Arrancaron 10 pibes y mirá lo que es esto, es un hormiguero. Son la semilla del futuro”, cuenta Mario Lescano, mientras es interrumpido por uno de los chicos que entra corriendo a escena: “perdón profe por llegar tarde”. Un gesto que se replica en todos. Disciplina y respeto, complementando a lo lúdico del fútbol. Es lo que buscan enseñar. “Queremos que todos tengan su camiseta, recorrimos un montón para buscar los mejores precios y ya sacamos la primera tanda. Ahora vamos por la segunda. Organizamos un bingo y un torneo de truco para poder afrontar los gastos, también ayudaron varios padres”, amplía Mario, que trabaja en el puerto en una empresa de amarre. “Nunca jugué al fútbol, pero me encanta dirigir, ayudar en todo lo que pueda”, agrega.
Los profes se encargaron de arreglar los vestuarios, consiguieron luces y un tanque de agua para mejorar las comodidades de los pequeños. “Arreglamos los vestuarios y sacamos un basural que había en un costado, matorrales, árboles caídos. Estaba lleno de basura, nos encargamos de limpiar todo. Avanzamos rápido en solucionar muchas cosas”, le suma Carlos Albornoz a lo anteriormente relatado por su compañero. El es el entrenador de la primera, el último grupo en armarse, que entrena los miércoles. “En el plantel tengo chicos de 16 a 25 años, el problema es que algunos dejaron porque quieren competir, por eso empezamos a organizar amistosos y volvieron a engancharse. Y cuando hay partido acá, se llena de gente”. Uno de esos amistosos fue una experiencia imborrable para el grupo, ya que viajaron a jugar ante Argentino de Firmat, un club histórico de la región.
“Hace 28 años, Unión Roque Sáenz Peña competía en Rosarina pero después lo desafiliaron. Yo tenía 10 años y jugaba en el club así que, después de eso, pasamos todos a Oriental que está acá a una cuadra”, recuerda Cristian Villalba, que mientras no está en el club trabaja de albañil. La escuelita no recibe ayuda de ningún sector político, pese a que se hizo el intento con varias agrupaciones. “Le escribí a varios políticos para ver si nos podían dar una mano, hasta nos reunimos con el equipo de Giustiniani, pero siempre queda todo en la nada. El año pasado le mandé un mensaje al espacio de Losada y me contestaron recién hace quince días que fue cuando arrancó todo el tema elecciones. También aparecieron candidatos a concejales y no volvieron más. No queremos que nos usen sólo para la foto. Necesitamos ayuda de verdad”, comenta Cristian. La ayuda genuina no abunda. “Nada es gratis en la vida”, canta la banda uruguaya Cuarteto de Nos. Y es así. Más para los barrios, que parecen estar fuera de la agenda política.
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Antes de jugar. Los chicos reciben la merienda antes de patear la pelota.
El último en sumarse a la charla es Leo Damboriano, una vez terminada la práctica con los chicos. También albañil de profesión, es un exfutbolista que pasó por Central, Boca, Tiro Suizo, Bancario, entre otros clubes. Pero siempre con una faceta estrictamente social y filántropa. Pudo implementar con éxito este mismo proyecto de fútbol infantil en Ludueña, su barrio de nacimiento, lo que lo motivó a trasladarlo al sur rosarino. “Armé una escuelita donde yo me crié, en Casilda y Teniente Agneta, en Ludueña, donde estuvo el padre Montaldo. Después surgió lo de presentar el proyecto en Roque Sáenz Peña. Yo ya conocía a Carlos (Albornoz), con quien jugué en Central del 95 al 99, y ambos teníamos de amigo en común a Cristian (Villalba). Nos juntábamos a comer asados y ahí dijimos de hacer la escuelita en Unión. Aparece Mario (Lescano) y formamos el grupo. Y acá estamos”, cuenta Leo, el ideólogo y coordinador. “Queremos alejar a los pibes de los vicios de la calle y con esto lo podemos lograr. Porque les enseñamos disciplina, valores, respeto por el de al lado. Acá hay chicos que llegan con varios problemas familiares y el fútbol los hace olvidar de todo, les da felicidad”, resume. “Golpeamos varias puertas y siempre nos dicen después les avisamos si los podemos ayudar. Y no hay después. Si a un pibe le pegan un tiro, ya no hay después”.
“Había chiquitos que cuando llegaban a la práctica nos decían: “profe tengo hambre” y ahí hicimos todo para que pudieran merendar antes de entrenar. Nos ayudan merenderos y todos tienen su comida”, cuentan entre todos. A pesar de haber logrado cambios importantes en la canchita del club, sobre todo con la luminaria, los vestuarios, los servicios básicos, aún les falta resolver otros puntos. El próximo objetivo es conseguir un seguro que los haga disponer de una ambulancia ante cualquier eventualidad, también necesitan equipamiento para utilizar en las prácticas, sobre todo pelotas, y están luchando para formalizar la subcomisión de fútbol del club. Los héroes anónimos de esta ciudad. Luchando en silencio, esquivando las piedras del camino, buscando algo tan básico como indispensable: sacarle una sonrisa a un pibe.