Especialistas en seguridad, políticos, periodistas, funcionarios y académicos. Todos dan cátedra sobre las causas de la violencia en el fútbol. ¿Y las soluciones? El Tula dice tenerlas. "Yo fui el primero que armé un proyecto para unir a las hinchadas contra la violencia: llegué a juntar a 12, en 1974, promoví la creación de la Casa del Hincha, pero claro... yo no me movía por la plata y nadie me apoyó: hoy a los dirigentes les conviene que haya rivalidad y a la policía, que haya violencia; falopa, el fútbol cambió mucho, la sociedad cambió". Palabras de Carlos Pascual Tula, el hombre que nació hace 74 años en Arroyito y cursó sólo hasta sexto en la escuela Manuel Estrada de Alberdi. "Canaya, peronista de Perón y Evita, hincha de la selección argentina y ahora también del Papa Francisco", es la carta de presentación del dueño del bombo más famoso de Argentina, que asegura que no se necesita tanto "título ni chapa para enfrentar a la violencia: yo analizo desde el sentimiento, otros lo hacen desde la plata y así nos va", lamenta el Tula, que a pura percusión presenció once mundiales y varias Copa América.
Tula habló con Ovación telefónicamente desde su casa de Lomas de Zamora, donde reside ahora retirado de las canchas y con problemas en una pierna.
Verborrágico y con más anécdotas en su haber que años de vida, una comienza a explicarle por qué lo llama y Tula pone primera, se hace cargo de todas las palabras, invierte los roles de la entrevista y hace la primera pregunta: "¿Sabés quién hizo el primer proyecto para ir contra la violencia? Yo lo hice, pero claro no era un barra, era un hincha apasionado de Central. Estuve con (Víctor) Vesco, (Federico) Flynn, (Adolfo) Boerio, pero a mí Central jamás me pagó un viaje ni me dio entradas. Yo podía colarme en los techos o los fuelles de los trenes o en todas las canchas del país, pero no usaba la plata del pueblo. Y en 1975 junté las hinchadas posibles: era la época de Milanesa, en San Lorenzo; del Hijo del Payador Bustamante, en Ñuls; de Quique el Carnicero, antes del Abuelo, en Boca... La idea era hacer el campeonato interhinchas y que el partido preliminar sea jugado por las hinchadas de los equipos, nosotros los recibiríamos de locales y ellos de visitantes. Comeríamos un asado juntos... pero todos amigos. Hasta queríamos abrir Casas del Hincha en Buenos Aires y acá, para tener un lugar donde comer y pegarnos una ducha, pero fracasamos. En mi época había vino y piñas entre los hinchas, pero no armas ni falopa, contra eso es imposible pelear".
—Porque la gente está violenta, y no sólo los pobres, la gente que tiene dinero también está mal y vuelca en el fútbol esa violencia, y si están falopeados peor. Ahora se habla mucho de los barras, de los inadaptados, pero el Panadero, el que puso el gas pimienta en el superclásico, no es un pibe de la villa, es un comerciante y mirá qué pasó... pero claro, el fútbol de hoy es un negocio para muchos: los barras, los dirigentes, la policía, ¿si no hay violencia de qué trabaja la policía? ¿Sabés quién es el mejor policía en la cancha?
¿Quién?
—El hincha, es el que mejor puede custodiar a la gente en el estadio. Y no hay que pagarles: hay que trabajar con el hincha, para que no se fanatice porque eso no es bueno, te vuelve loco, hay que cuidar al hincha y cuidar al fútbol que es el único deporte nacional, barato para todos y el mejor antídoto contra la violencia. ¿O dónde vamos a ir los pobres si no es a la cancha? ¿a una carrera de autos?
¿O sea que a pesar de la violencia usted cree que hay que seguir yendo a la cancha?
—Claro, pero no a cualquier lugar. No te podés meter en cualquier lado y hay que trabajar con los hinchas, con la gente. Por ejemplo, se les echa toda la culpa a los trapitos. La mayoría es gente pobre con familia que no tiene de qué laburar, hay que separar las cosas.
Usted fue a muchos mundiales, fue a ver al Papa... ¿hizo plata con el fútbol?
—¿Plata? Cobro una pensión de 3.200 pesos por invalidez porque me jugué varias veces la vida por Central y tengo una pierna para el carajo porque una vez volviendo de un partido de Central y River me la pegué contra un puente en Palermo. Mi patrimonio es mi casa en Juan José Paso al 700, donde nací, y otra en la calle Loria, acá en Lomas. Puedo mostrar tranquilo mi patrimonio, muchos políticos y dirigentes no. Para viajar vendía libros, fotos, hacía firmar el bombo a sindicalistas, jugadores, empresarios... era ayudante de portero, así viajé... y a veces, como cuando fui a España a llevarle el bombo a Perón (ver aparte) no tenía plata para volver.
¿Qué le parece el actual Central del Chacho Coudet?
Bien, lo veo bien. Me gusta el pibe Cervi.