La pelota que Gustavo Velázquez no rechazó, el remate por compromiso de Sebastián Blanco desde el piso, sin potencia, y la mirada incrédula de Ramiro Macagno, quien sorprendido observó cómo la pelota ingresaba lentamente. Esta acción, desacertada, fortuita, dejó a Newell’s sin la victoria. Pero no fue lo único. Tampoco se ayudó a sí mismo para que el triunfo estuviese más cerca. El fútbol apareció poco en la tarde del Nuevo Gasómetro. Sumado a un flojo desempeño del equipo en el segundo tiempo.
Newell’s fue uno en la primera etapa y otro en la segundo. Y no es que en sus mejores momentos haya desplegado un fútbol de alto vuelo. Pero al menos siguió un plan que, sin grandes lucimientos, le permitió controlar a su rival y jugar con el resultado a su favor.
Metiendo envíos largos de un campo a otro y con algunos desbordes complicó en la primera mitad del partido a San Lorenzo. Al que además no le dio margen de maniobra cerca del arco de Macagno.
Con eso le alcanzaba. Pero la falta de juego se profundizó y eso le dio vida, en los últimos 45’, a un conjunto local que arrastra deficiencias de todo tipo.
A esa altura del encuentro, le alcanzaba con mantener las líneas agrupadas y no fallar en defensa. Porque San Lorenzo no tenía idea cómo aproximarse. La diferencia, de todos modos, era exigua.
Y el problema es que Newell’s jugaba cerca de su arco. Rechazaba y la pelota volvía. Al menos en la primera mitad del partido encontraba la manera de acercarse.
Ahora, en mucho menor medida. Banega ya se había apagado por completo. Nunca fue el responsable de la generación. Intervino poco y de sus pies nunca salió un pase punzante, una habilitación.
Y se sabe que si el Diez no aparece, a Newell’s le cuesta mucho más.
Encima se quedó sin un futbolista que siempre es una variante ofensiva como Armando Méndez, gestor del gol rojinegro y que debió salir pronto por una lesión muscular.
Irresoluto Fernando Cardozo, sin profundidad Ángelo Martino, discontinuo Francisco González, impreciso Juan Ignacio Méndez. Demasiadas cuestiones negativas para que el juego fluya.
Sin la pelota, Newell’s se reagrupó hacia atrás y lo peleó. Así se sostenía, hasta que llegó el gol de Blanco.
Entonces sí la imagen de la Lepra lució aún más deslucida en los últimos minutos. Ese gol significó un duro golpe y le costó frenar al Ciclón, decidido a quedarse con la victoria con más empuje que fútbol.
Pero el Ciclón no pudo y Newell’s sostuvo hasta el cierre el 1 a 1. El poco fútbol que mostró en todo el partido y un declive general en el segundo atentaron contra la ilusión de una victoria.