Newell’s logró el puntazo en el Monumental en base a una columna vertebral sólida y rocosa a la que se anexó el resto para que el equipo del Gallego Méndez entregue una prueba de vida indispensable, en el momento más difícil, y que sea competitivo ante uno de los rivales más temibles del continente, como lo es el River del Muñeco Gallardo.
Bajos los tres palos estuvo muy firme el cuestionado Lucas Hoyos, que cada vez que lo exigieron respondió y no tuvo ningún error ante los embates de un desesperado River, que si bien no fueron muchos sí tuvieron cierta peligrosidad.
Otros bastiones de la cruzada leprosa fueron los paraguayos Gustavo Velázquez y Saúl Salcedo, ambos neutralizando al temible y amenazante Miguel Borja, siempre bien encimado y casi sin resquicios para desplegar su instinto goleador.
Mientras que el Pitbull de la mitad de la cancha fue Rodrigo Fernández Cedrés, un perro de presa incansable en el mediocampo. Ganó rebotes, metió garrote y se animó a jugar hacia adelante con pases certeros.
Y para aguantar el balón y hacer jugar a sus compañeros, haciéndose cargo también de la pelota quieta, estuvo el gran trabajo de Matko Miljevic, que asumió el rol de estratega, mortificó a los volantes de River y tuvo un tiro libre que se le fue cerca en la etapa inicial.
En esta columna vertebral el equipo aguerrido y atrevido del Gallego Méndez apoyó los cimientos de su gran labor para sostenerse siempre en partido en el Monumental, maniatar a River, llevarlo al terreno de la confusión y merecer con creces el punto que se llevó a Rosario.
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En estos futbolistas se sostuvo la gran labor leprosa, que lejos de ser el punto de llegada debe ser el de partida hacia la recuperación.
Y todavía tiene más valor lo realizado por Newell’s porque la diferencia de jerarquía entre un plantel y otro es abismal.
Si en los cambios que realizó el Gallego Méndez ingresaron Tomás Pérez, Francisco González, Mateo Silvetti, Tomás Jacob y Esteban Fernández. Mientras que en el Millonario saltaron a la cancha desde el banco Rodrigo Aliendro, Rodrigo Villagra, Claudio Echeverri, Manuel Lanzini e Ignacio Fernández.
Por ello el gran valor del empate, por la forma digna de lograrlo y porque la Lepra llegaba por el piso.