Acaso fue un símbolo. Justo tuvo que ser Germán Rivarola, un jugador
identificado con uno de los dos clubes de la ciudad, el que desató una locura de alivio en Santa
Fe, con el gol que salvó a Colón y condenó a Racing a la promoción. Pero a Pirulo se lo vio por TV
en Rosario, en una definición para el infarto para los directamente involucrados y no tanto para
los que lograron sacar los pies del pozo justo a tiempo. Fue bueno para los hinchas de Central y
Newell’s dedicarse sólo a hacer zapping y sentirse, por primera vez en toda la temporada que
ayer finalizó, como espectadores de una película que supo tenerlos de protagonistas principales. Y
que debe dejar sí o sí una enseñanza para el futuro, más cuando el pasado reciente aún tendrá sus
coletazos en la próxima temporada.
Las experiencias traumáticas suelen ser superadoras. Leprosos y canallas no
están acostumbrados a pelear por evitar el descenso, pero la historia y su gente les dieron un plus
frente a los otros rivales. Esa ventaja se tradujo en capacidad de reacción, la que no tuvieron los
equipos del interior profundo, como San Martín de San Juan, Olimpo y Gimnasia de Jujuy, que por sus
posibilidades y cartelería no sedujeron a refuerzos de valía al empezar el año, dejando un espacio
vacío que los rosarinos supieron llenar.
Claro que la debacle de los otros no fue "la" causa de la salvación rosarina.
Central y Newell’s cambiaron sobre la marcha cuestiones vitales, a las cuales hay que
puntualizarlas por separado.
La campaña auriazul adentro de la cancha expuso claramente las miserias de
afuera. Un club que fue perdiendo autoridad y hasta institucionalidad, no podía ser representado
por un equipo que hiciera maravillas. Una cosa llevó claramente a la otra y lo que pintaba como una
temporada de transición se fue convirtiendo en un calvario.
Una comisión directiva reelegida que separó a su presidente. Un retorno por
decisión judicial que ahondó la disputa interna y finalmente la intervención de la Justicia para
evitar la debacle total, marcaron a fuego el rumbo deportivo.
Sin tiempo casi asumió la nueva conducción y se eligió a un técnic
para la ocasión. Aunque no muy temprano, se arrimaron dos refuerzos de valía y
empezó un proceso en otro contexto.
El equipo se fue desentendiendo de los manejos dirigenciales, se concentró sólo
en lo que debía y creció lo suficiente como para dar pelea. No se lo recordará por su amalgama de
variantes, ni su variedad de recursos, pero sí que le puso el cuerpo a lo que la historia le
demandaba. Si hasta los más chicos pudieron absorber semejante presión, ayudados por los más
grandes que dieron el ejemplo, desde lo físico que más les cuesta.
Por todo eso zafó Central. Y en vistas del orden institucional que logró, del
desahogo económico que acompañó el proceso con previsibilidad de deudas y suma de buenos ingresos,
se intuye un escenario mejor para la próxima temporada, más allá de que las trabas que le pusieron
a la continuidad de Leonardo Madelón no fue lo más aconsejable.
La presión en un solo lado
Después de desarmar un plantel con potencial, como lo fue el del 2005/06, y de
permitir alegremente mantener un proceso en pie con 14 fechas sin triunfos como fue el último de
Nery Pumpido, a Newell’s le costó aprender la lección. Tuvo que estar al borde del abismo
para comprender que caer en él era posible. Y así el presidente Eduardo López llegó al punto de
verse obligado a apoyarse en una figura en las antípodas de sus gustos de conducción para encauzar
el barco que amagaba con naufragar en la tormenta.
Pero fue precisamente esa personalidad tan disímil a la de López, la de Ricardo
Caruso Lombardi, la que fue tremendamente funcional a los intereses rojinegros. Canyengue, valiente
para esas lides, se cargó solito la tremenda presión del momento, se la sacó a los jugadores y los
frutos empezaron a caer.
Pero además supo explotar las posibilidades del plantel que tenía y le imprimió
una línea de juego poco vistosa pero efectiva aprovechando su fuerza aérea. Ya desde el inicio del
Clausura cambió la percepción y se veía posible la salvación. Tanto, que Ñuls se dio el lujo de
distraerse en disputas internas que mermaron su andar y así y todo zafó bien.
Los hinchas agradecieron a Caruso y Madelón, pero eso no les aseguró continuidad. Quizás porque
se los reconoció como buenos pilotos de tormenta y están acostumbrados a soñar otras cosas. Pero
por desenfocarse, Newell’s y Central sufrieron y la próxima temporada no les da mucho margen
para tropezar dos veces con la misma piedra. Esa mínima enseñanza debería dejarles. l