Cada movimiento financiero es estudiado y ejecutado con mucha precisión. En tiempos de vacas flacas a nivel global no hay margen para derroches. Central no es ajeno al contexto que configuró el año pasado la pandemia de manera viral y voraz. La dirigencia tiene un abanico de nombres como posibles refuerzos para potenciar al primer equipo. Sin embargo, no resultará tan sencillo fichar nuevos profesionales. El mapa a seguir marca que no apelarán a la irracionalidad o harán inversiones que expongan los cimientos de la tesorería. La equidad en los números es unos de los patrones a seguir puertas hacia adentro. Como también aferrarse a cumplir con las obligaciones o plasmar una transferencia a un valor que el nuevo mercado impone. Bajo este formato, el canalla está obligado a realizar un inminente libro de pases tan moderado como en los dos pasados, donde desembolsó solo 350 mil dólares en cada ocasión.
En Arroyito no surgió una innovadora política autoritaria de austeridad. Las medidas que se adoptaron hace un año y siguen siendo impulsadas diariamente se basan en el resguardo patrimonial y buen uso de los recursos genuinos para adquirir nuevos jugadores.
Los recortes de ingresos por la inactividad que continúa generando el covid llevaron a los directivos centralistas a reconfigurar los gastos. A balancear las cuentas. La primera gran acción fue recortar sueldos denominados exorbitantes. Diego Cocca fue el primer gran punto de quiebre que hizo la comisión el 16 de junio del año pasado. No solo no le renovó el vínculo al entrenador sino que fue por más. Terminó dando de baja a varios apellidos para achicar el pasivo. Tales los casos más salientes de Claudio Riaño, Ciro Rius, Kevin Gutiérrez, Nicolás Colazo, Cristian González, Federico Martínez y Emanuel Brítez.
Con la nueva era del Kily González llegó el turno de apostar por el vivero. La matriz fue empezar a darle lugar a los chicos para que se mostraran en primera y puedan ser potenciales piezas de exportación. Central necesitaba, y aún lo precisa, dejar de ser un club comprador para volver a la fuente, y ser una fábrica de exportación como históricamente indica su ADN.
En medio de la crisis derivada por la pandemia en diversos rubros, la industria del fútbol no fue la excepción. El circo sigue funcionando. Pero ya con otros costos. Nuevos valores. Nuevas imposiciones. Por eso no fue extraño que el mercado de pases realizado en agosto del 2020 fue austero en líneas generales. El mundo cambió en este sentido. Una muestra cabal radica en la modalidad que adoptaron los clubes europeos. Dejaron de adquirir jóvenes promesas sin limitaciones a precios exorbitantes. Debieron ser más rígidos en las preselecciones para no erogar inversiones que pueden ser letales en un futuro.
Y en Central elaboraron su propio diseño. El club dispuso de 350 mil dólares para sumar varios apellidos. Fue así que el Kily González contrató al defensor Jonathan Bottinelli, Alan Bonansea, Fernando Torrent y Emiliano Vecchio. El plus es que el lateral derecho y el enganche llegaron a costo cero prácticamente.
Desde lo deportivo, el entrenador auriazul tuvo muchos grises a la hora de la verdad. Se las arregló para salir a la cancha con el proyecto institucional: varios pibes. Y, como todo proceso, los juveniles tuvieron sus lógicos altibajos.
Fue así que en el mercado de pases de verano, el Kily buscó potenciar la materia prima que tenía mano. También debió de darle de baja a dos piezas que no funcionaron: Bottinelli y Bonansea. A eso hay que agregarle que la baja de Diego Novaretti alivió aún más la tesorería.
Sin embargo, los números para invertir siguieron flacos. Tal es así que la suma para incorporar nuevas caras en el pasado libro de pases fue idéntica a la anterior: 350 mil dólares. El dato saliente es que Marco Ruben decidió volver a la actividad y no exigió, en esta ocasión, costo alguno para firmar un nuevo vínculo. Central recuperó así a un histórico de la casa. Mientras que pese a la escasa suma disponible para contrataciones llegaron varias adquisiciones: Jorge Broun, Nicolás Ferreyra, Patricio Cucchi, Claudio Rabuñal y Gastón Avila. Claro que el delantero y volante central uruguayo terminaron jugando poco y nada. El punta, de hecho, tiene todos los boletos para dejar Arroyito a la brevedad. Y el volante central que llegó para suplir al lesionado Fabián Rianudo se rompió los ligamentos cruzados en su segundo partido y tiene para varios meses de recuperación.
La realidad marca que en este mercado otra vez la caja será limitada como consecuencia de que siguen cortados los ingresos extraordinarios. El club dejó de percibir un importante caudal por ventas de abonos, palcos y otras acciones vinculadas a la presencialidad en los estadios. Pero tomó la firme y acertada decisión de utilizar todos los ingresos derivados por los derechos de televisión para mantener el costo operativo del plantel profesional.
La gestión está basada con firmeza en la racionalidad y marco global que envuelve al fútbol en tiempos de pandemia. A eso hay que agregarle que las ventas cayeron al igual que los números exigidos por los jugadores. Está a los ojos del mundo que hay una nueva reconfiguración económica en materia de transferencias. Ya no abundan los millones para llevarse a las jóvenes. En ese sentido hubo una especie de sinceramiento con la realidad. Todo fruto de la pandemia. La misma que condicionó los nuevos mercados.