En Rosario Rowing Club, en el marco de los festejos por su 135º aniversario, ayer se descubrió una placa conmemorativa a Mary Terán de Weiss en reconocimiento de su carrera deportiva como tenista. Con dicha distinción, la figura de la ex atleta entró en el Circuito de mujeres que dejaron su huella en Rosario hasta la primera mitad del Siglo XX, un recorrido compuesto por 14 postas distribuidas por toda la ciudad en las que se brinda homenaje a Juana Elena Blanco, Dolores Dabat, Lola Mora, Francisca Montaut, Olga y Leticia Cossettini, Ángela Joostens, Laureana Correa y Margarita Mazza, y Alfonsina Storni, entre otras.
Todas ellas fueron mujeres que se abrieron paso en contextos difíciles o en espacios generalmente reservado para los hombres y sin embargo dejaron su impronta y un valioso legado. En el caso de Mary Terán, pateó el tablero en un deporte “aristocrático” hasta ese momento, para hacerlo popular, algo que pagó con su propia vida. Nunca fue valorada.
María Luisa Beatriz Terán nació en Rosario, en 1918 y jamás pasó inadvertida. Su padre trabajaba en el buffet del Rosario Rowing y cuidaba las canchas donde tiempo después su hija comenzó a destacarse. Tenía facilidad para los deportes, de hecho, hizo natación (llegó a cruzar el Paraná a los 15 años) y hasta fue timonel de un equipo de varones. Pero lo suyo era el tenis, un deporte que en esa época ofrecía muy poco lugar a las mujeres e incluso para los hombres era reservado para unos pocos y que con la aparición de Mary se encontró con una mujer que le alteró el orden y lo hizo popular.
Inquieta por naturaleza, “La Piba”, tal como la apodaban, siempre fue objeto de críticas. Primero por su forma de vestir porque usar polleras “cortas” era muy provocador; después por su identificación con el peronismo. El rechazo clasista fue constante porque desde ese lugar no podían entender cómo la hija de un bufetero podía ser mejor que una chica con abolengo. Eso, para un sector elitista, era imperdonable.
Pero lo cierto fue que dentro de la cancha, en su época, no hubo ninguna como ella. Sus números hablan por sí solos: jugó 1100 partidos internacionales, de los cuales ganó 832. En la década de 1940 fue la mejor raqueta argentina cinco años, tres de ellos consecutivos (1941, 1944, 1946, 1947 y 1948) y se quedó con dos medallas doradas y una de bronce en los Juegos Panamericanos de 1951 que se disputaron en Buenos Aires. En total ganó 28 títulos y fue la primera mujer argentina en ser considerada Top Ten Mundial antes de que existan los rankings oficiales. Primero representó a Rosario Rowing y después a Atlético del Rosario, Buenos Aires Lawn Tennis y River Plate.
Las crónicas deportivas la describen como una gran estratega para los partidos largos, con un drive muy potente que incomodaba a sus rivales, más allá de que el físico no la acompañaba ya que apenas medía 1,60 y era delgada.
Su carrera parecía imparable pero su militancia política le puso un freno. Con Juan Domingo Perón fueron amigos y llegó a convertirse, junto a Enrique Morea y Alejo Russell, en embajadora de ese deporte, siempre con el apoyo de la Asociación Argentina de Tenis, que se hacía cargo de los pasajes y gastos que tenían en el exterior.
Mezclando el deporte con la política, popularizó la actividad entregando raquetas en las barriadas y promoviendo la práctica, algo que nunca le perdonaron.
En 1955 estaba jugando las finales del Abierto de Alemania Occidental cuando Perón fue derrocado por la Revolución Libertadora. A partir de ahí, su vida dio un vuelco, cambió por completo. No pudo volver al país, se exilió en España y si bien una intervenida Asociación Argentina de Tenis presionó para que le prohibieran competir, siguió jugando en Europa con el visto bueno de la Federación Internacional.
Cuando retornó la democracia con Frondizi, Terán volvió al país pero recibió el rechazo masivo del mundo tenístico. La mayoría de los clubes no la aceptó entre sus filas por su vínculo con el peronismo. De hecho, fue River Plate el único que le abrió las puertas y la sumó a su equipo, pero las rivales no se presentaban a jugar contra ella, expresando un rechazo nunca visto.
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El descubrimiento de la placa en Rosario Rowing Club es una nueva reivindicación para Mary Terán, una tenista que no solamente marcó una época sino que además fue fiel a sus ideales. En el emotivo acto estuvieron presentes autoridades del club, socios y familiares.
Sin poder rankear, dolida y sin rivales, se alejó del deporte que más amaba para siempre y se dedicó a sostener el local de ropa deportiva que habían fundado con Heraldo Weiss, su marido, mientras la depresión ganaba terreno.
Olvido y humillación fueron un cóctel letal para Mary Terán, que decidió suicidarse en 1984, a los 66 años, cuando se tiró desde un séptimo piso en Mar del Plata.
La invisibilización de Mary continuó después de su muerte. En 2007, el Parque Roca en Buenos Aires fue bautizado con el nombre de la tenista, aunque pocas veces al lugar se lo recuerda así. En Rosario, en tanto, el primer reconocimiento llegó mucho tiempo después, en septiembre de 2017, cuando le pusieron su nombre a una calle del barrio La Cerámica.
Pero desde ayer, hay otro lugar para reivindicar su figura y es en Rosario Rowing, el club que la vio nacer para convertirse, años después, en una de las glorias deportivas más importantes de su país.