Ni el mejor guionista de Hollywood hubiera imaginado semejante debut en el fútbol de los Estados Unidos. Una liga de segundo orden en la elite mundial, impropia para semejante figura, pero que con pocos minutos en cancha deslumbró a todos. Por juego, por claridad, por el tremendo golazo que clavó en el último instante del partido que sirvió para que el endeble equipo al que fue se llevara un gran victoria sobre el más laureado Cruz Azul de México, por la novel Leagues Cup. No podía ser de otra manera el debut de Lionel Andrés Messi, que con muy poco, mostró su plena vigencia y avisó que no fue a ese país solo a disfrutar tranquilo de la última etapa de su carrera. De entrada nomás, se metió a un público más habituado a buscar el show, en el bolsillo.
Todas las dudas rodearon, consciente o inconscientemente, a este desafío que asumió Messi, muy lejos de las marquesinas del gran fútbol mundial. A los 36 años, simplemente pareció que esta elección fue para la búsqueda de su tranquilidad más que para seguir alimentado ese virus competitivo que lo tuvo siempre. Pero el mejor del mundo dejó claro que no será así. Que podrán ser otros los rivales, pero que él quiere seguir jugando con todo y deslumbrado a todos.
Por eso, apenas el Tata Martino lo mandó a la cancha a los 8 minutos del complemento, lo primero que pasó es que le dieron la cinta de capitán. Con él entró su viejo amigo y compañero del gran Barcelona, Sergio Busquets. Y la magia empezó, pese a que Cruz Azul se lo empató con él en cancha 12 minutos después. Es que Inter venía ganando con el golazo al final del primer tiempo de un jugador finlandés, Robert Taylor.
Lo primero que se vio es la bronca en el rostro de Messi, que pareció encenderlo aún más. De ahí tomó la batuta, la pidió siempre, se mostró activo y varias veces tuvo habilitaciones geniales al venezolano Josef Martínez o al lateral derecho Noah Allen, al que le pedía constantemente que pase.
Así se lo vio en el césped, un animal de cancha dispuesto a mostrar su vigencia. Y casi llegando al minuto 94, cuando se estaba por ir a los penales para sumar ese puntito extra como pasaba en la temporada 88/89 en Argentina, llegó ese tiro libre a casi 30 metros del arco y no perdonó. Un golazo impresionante, de su mejor estilo y un festejo superador, con todos los jugadores y con sus hijos, a los que pudo abrazar porque en el estadio de Inter esos palcos están al costado de la cancha.
“Estoy contento de estar acá, muy felices con mi familia, porque es el lugar que elegimos”, dijo sonriente. Y no olvidó, como gran capitán que ya demostró ser, dedicarle el triunfo a Ian Fray, el juvenil que sufrió una dura lesión al inicio del partido.
Messi fue a Estados Unidos a seguir filmando su película maravillosa. El mundo del fútbol, feliz.
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