Qué bien le vendría al Patón Bauza y su equipo de trabajo meter el segundo triunfo en su segundo partido al frente de la selección argentina. Sería algo así como despojarse por completo de todas esas ataduras emocionales de la previa, muchas de ellas ya habiendo soltado amarras después de la victoria justa, pero principalmente tranquilizadora, frente a Uruguay. Qué bien le vendría a la selección meter un nuevo triunfo, aunque lejos de los afectos, para despedirse de esta nueva etapa que comenzó el pasado jueves en Mendoza. Hasta aquí no se dijo ni una sola palabra, pero será sin Lionel Messi. Y qué bien le vendría a la Argentina lograrlo en ausencia de su máxima figura. Porque jugar sin el mejor del equipo es un desafío en sí mismo. Hasta el clima en la previa le ofrece al equipo de Bauza un escenario acorde a sus pretensiones. La guardia permanente de cientos de merideños que brindaron total cordialidad, enterrando esas especulaciones acerca de que la selección podía toparse con un clima hostil del que tanto se habló en la previa. Nada más lejos de la realidad.
Sin Messi la cosa puede ser distinta. De hecho lo será. Quizás no se dé una gran ventaja porque enfrente estará Venezuela, que marcha última con comodidad y no se presenta como un escollo demasiado complejo. Por eso la congoja por la ausencia del 10 no traspasó el límite que divide la ilusión del pesimismo. Con ese carácter de equipo más terrenal que es Argentina sin Leo podría alcanzarle (debiera en todo caso) para volver a hacer pata ancha de la mano del Patón. Se insiste, el combo sería perfecto.
Hoy es cuando la importancia del partido con Uruguay se potencia, se la sigue exprimiendo. El equipo charrúa pintaba mucho más complejo que el de esta tarde-noche en Mérida. Era "el" partido de los dos. El debut del cuerpo técnico, la localía, la vuelta de Messi después de nunca haberse ido y demás yerbas formaron parte de ese sustento del que hoy se goza. Hasta la Pulga pudo poner en duda su presencia esta vez sin que nadie se atreviera a decir "ni mu".
Por supuesto que no es yapa lo que ocurra en Mérida. Quien intente verlo de esa manera estará errando el vizcachazo. Porque una cosa no invalida la otra. Aquella victoria en Mendoza no entrega permisos ni otorga licencias, aunque haya ofrendado un camino sin demasiadas espinas.
Pero, se sabe, la historia de la selección argentina es un camino en el que los obstáculos no se toman como impedimentos. Si tanto se le cayó encima porque a esta altura el hecho de jugar finales no alcanza es porque la exigencia sigue viva, latente.
Bauza lo sabe pese al corto tiempo al frente del equipo. Qué decir de los jugadores, que son los principales protagonistas de un proceso de larga data sin coronaciones bajo el brazo.
Esta tarde en Mérida no habrá título en juego ni punto de inflexión. Nada de eso. Habrá un partido ganable por donde se lo mire. No hace falta recordar que chocan los opuestos: la líder Argentina contra la última y hoy remendada Venezuela. No se caerá el mundo si la suerte se le pone esquiva o le da la espalda, pero la posibilidad y la sabiduría para aprovechar el envión que significó el último triunfo en Mendoza son dos atributos innegociables. Sólo es cuestión de echarle mano para que el nuevo proceso comience a cimentarse con bases sólidas. Sin Messi, con todo lo que ello significa, y en una convivencia más que placentera. Si Leo hubiese viajado, los curiosos y fanáticos se hubieran multiplicado sobre las vallas del hotel Convención. Igual ellos, los merideños, que no fueron pocos, le dieron al equipo del Patón la posibilidad de sentirse como en casa.
Messi: "nada preocupante"
El rosarino Lionel Messi aseguró ayer que no tiene "nada preocupante", pese a seguir con molestias en el aductor izquierdo, lo que llevó a los médicos catalanes a recomendar que se rebaje la carga de entrenamiento. "Está todo bien, tengo que bajar el ritmo y seguir recuperándome con fisioterapia, pero nada preocupante. Gracias a todos por el apoyo", escribió la Pulga en redes sociales ya instalado en Barcelona.