“Todavía hay tiempo de cambiar todo”. El posteo fue de Jorgelina Cardoso, la mujer de Angel Di María, respecto a la foto de tapa que publicó el sábado pasado Ovación de Acá, el suplemento de la liga Rosarina del diario La Capital. En la imagen se observa a los jugadores juveniles de Newell’s y Central mezclados, sonrientes y felices de disputar el partido más lindo de todos: el clásico rosarino.
La esposa de Fideo se hizo eco de este mensaje de unión y convivencia, y le agregó corazones auriazules y rojinegros. Toda una declaración de principios que parte de la familia de uno de los mejores jugadores surgidos en la historia de Rosario Central y que elevó su brillante carrera coronándose campeón del mundo en Qatar 2022. No hay dudas que Di María y su familia están del lado correcto de la vida y del fútbol.
Es muy bueno que los mensajes de convivencia y respeto hacia el clásico rival salgan desde las propias familias de los jugadores. No hay que olvidarse que este mismo año en el homenaje a Maximiliano Rodríguez en el Coloso del Parque, Angelito fue uno de los invitados de honor de la Fiera y recibió una ovación emocionante de parte de los propios hinchas leprosos.
Claro que en esa noche mágica también estaba Lionel Messi, el mejor jugador del mundo, que abrazó toda la velada a Angelito y lo cuidó como a un hermano para que a nadie se le ocurra empañar una fiesta extraordinaria.
Aquel encuentro de Leo y Fideo fue otra vez un símbolo de unión, compañerismo, convivencia, más allá de que cada uno sea hincha fanático de su club y que quiera que le gane siempre al eterno rival. Pero en paz, con la pelota en los pies y con violencia cero.
El pasado fin de semana se jugó el clásico en el Gigante de Arroyito y dentro de la cancha se impuso Central con el golazo de Ignacio Malcorra, pero enseguida un hecho horrendo expuso de manera cruda la intolerancia y la violencia incompresible, que empañó lo que era la fiesta deportiva de la ciudad.
Porque se apagó la vida de Ivana, una hincha de Central que fue apedreada de manera cobarde y asesina. Un dolor que amarga a todos, en el que toda la sociedad rosarina vuelve a perder por goleada ante la violencia extrema.
Por ello vale el posteo de la familia Di María en la foto de los juveniles en paz. También la convivencia que demuestran siempre Messi y Angelito. Un partido jamás es vida o muerte, nunca puede significar eliminar al adversario y los gestos de los jugadores campeones del mundo deberían multiplicarse en el seno de ambos clubes rosarinos.
Que el fútbol siga siendo una fiesta, la más linda y la que más convoca, pero con una raya bien trazada e infranqueable entre la pasión genuina y la violencia inadmisible. La foto de los pibes de las inferiores de Central y Newell’s mezclados antes de jugar es todo lo que está bien.