Vivir a los golpes no es para cualquiera. Se necesita tener mucho coraje, disciplina y, sobre todo, preparación para hacerlo en un deporte tan duro como el boxeo. Se puede llegar a lo más de esta manera, pero también una "piña" puede truncar cualquier sueño o desafío trazado. Aladino "Niño" Alanis abrazó con pasión esta disciplina, se preparó para hacerse fuerte arriba de un ring y escribir una atrapante historia hasta que una lesión lo condujo a ponerle fin a una carrera donde llegó a alzarse con los títulos santafesino categoría welter y mundo hispano en welter y súper welter. "Si bien fui un boxeador que no sufrió muchos golpes, tuve un desprendimiento de retina que me obligó a retirarme", contó el peleador de pegada potente y que supo deleitar en cada una de sus presentaciones en una larga charla con Ovación.
Embed - Alanis "El Niño" Aladino Alanis, ¿qué es de tu vida?
"El boxeo es el último desafío. No hay nada que se pueda comparar para probarte a ti mismo, que la forma que lo haces cada vez que subes al ring", dijo alguna vez el enorme boxeador Ray Sugar Leonard, quien tuvo que bajarse del cuadrilátero de manera obligada por un desprendimiento de retina, algo que puede resultar común en este deporte. El Niño, cuya virtud principal era su golpe letal y resaltó que nunca fue noqueado (ni como profesional ni como amateur), debió hacerlo cuando transitaba los 28 años y en un momento donde su nombre estaba instalado en el mundo del boxeo. Una profesión que en la actualidad abraza con fuerza porque entrena a futuros boxeadores y acompaña a su hermano Junior, quien días atrás se consagró campeón del título Latino de la Organización Mundial de Boxeo (OMB) en la categoría de peso superpluma. A lo largo de su carrera como profesional tuvo 33 combates, se impuso en 22 (14 por nocaut, de los cuales 10 fueron en el primer asalto) y sólo perdió cinco.
El Niño (46 años), cuyo ídolo era Oscar de la Hoya, trabaja por la tarde en el gimnasio Alanis Boxing Gym "con jóvenes amateurs y seis profesionales" que buscan hacerse su camino en el boxeo. "También tengo otro trabajo", contó el exboxeador, padre de un varón y una mujer y "abuelo", sobre su labor matutina en una cooperativa.
¿A qué te dedicás?
Soy el encargado de una cooperativa que trabaja para la Municipalidad. Con la cuadrilla somos los encargados del cantero central de avenida Pellegrini y varias plazas más. Todo eso lo hago durante la mañana y a la tarde estoy en el gimnasio,
El boxeo es uno de los deportes más sacrificados y hay que tener mucho coraje para subirse a un ring ya que no todos se salvan económicamente. ¿Cómo fue en tu caso?
Para salvarte tenés que ser un Chino Maidana, es decir defender el título. Ser campeón del mundo y después defenderlo un par de veces. Obviamente que también hay que hacer bien las cosas en tu vida. Chino Maidana, Maravilla Martínez, Lucas Matthysse, todos esos boxeadores que fueron de élite pudieron hacerlo. Claro que hay que llevar un estilo de vida tranquilo porque hay muchos campeones del mundo que se quedaron "secos" (sin dinero). Esa es la cuestión. Aquellos que ganan mucha plata después deben saber manejarla porque algunos se piensan que nunca se va a terminar. Se termina y más haciendo malos negocios o por el juego.
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¿Cuánto fue lo lo máximo que ganaste?
En Hungría gané 11.000 euros, fue lo máximo. Después peleé en México, donde obtuve 3.500 dólares, pero después en Argentina vos vas viviendo. Debés tener la suerte de no lesionarte para poder pelear cada dos meses. Pero podés vivir el día a día, por eso acá hay muchos profesionales que trabajan y pelean. Durante la mañana laburan y se preparan en la tarde. Tienen familia, mujer, hijo y todo con el boxeo solo no se puede vivir. Es difícil mantener un ritmo de profesional.
El apodo que tenés llama la atención porque en general son Mano de Piedra, Locomotora, Hiena... El tuyo es Niño, ¿de dónde salió?
Me lo puso mi viejo porque justo empecé a pelear cuando comenzó la Tormenta del Niño. En ese momento arrasaba con todo, ja.
¿Cómo es que te dedicaste al boxeo, porque te gustaba o por antecedentes familiares?
Yo empecé con los caballos. A los 13 años entré a la escuela de aprendices de Ángel Óscar Baratucci (recordado jockey que ganó 8 carreras en un día) y corrí hasta los 16. Me dieron la patente y me recibí. Después por el peso y el crecimiento debía hacer una dieta que me caía mal. Entonces me dediqué a la doma durante más de un año hasta que a los 18 le dije a mi papá que iba a probar con el boxeo. Ver si me cagaban a palos o no, ja. Había agarrado mucha fuerza con los caballos. Imagínate que uno de carrera pesa 600 kilos y yo montaba casi todos los días, así que tenía mucha fuerza.
Elegiste todas cosas tranquilas, no el fútbol o algo por el estilo que sean más sencillos, ja.
La verdad que sí, en ese momento no me daba ni cuenta. La verdad que estar arriba del caballo, la jineteada y después el boxeo era bravo.
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¿Volverías a elegir este deporte si tuvieras la posibilidad de volver el tiempo atrás?
Sí, sin dudas. Yo me manejaba con una adrenalina adentro de las gateras cuando tenía 16 años que no la volví a sentir hasta que subí a un ring. Me fascinaba porque tener quince caballos al lado en una gatera y salir todos juntos te da una adrenalina tremenda. Es lo mismo que me pasaba cuando salía a pelear. Es algo alucinante.
En el ring estás solo, ¿tuviste temor alguna vez? Por ahí ante un rival que sabías que tenía una pegada tremenda.
No, temor no. Cuando conocía sus virtudes buscaba cómo resolver el problema. Una vez en el Luna Park combatí con uno que pegaba muy fuerte. Cada piña se sentía. Pero uno buscaba cómo evitarlos.
Se dice que los golpes de joven se bancan, pero se sienten cuando sos grande. ¿Pasa eso, te dejaron secuelas?
Yo tuve desprendimiento de retina de un ojo por el boxeo, pero después otra secuela no. No sé si me pasara alguna vez, pero entrené mucho para estar bien y no ser golpeado. En la actualidad hago vida normal, tengo mi trabajo y manejo sin restricciones por el desprendimiento que tuve.
¿Sabés en qué pelea te pasó eso?
No sé en realidad si fue en una o por acumulación de peleas. Un día empecé a ver para un lado y el médico me mandó directo a hacer un fondo de ojo. Ahí me saltó que tenía desprendimiento. En mi caso no fui un boxeador muy golpeado. Tengo 33 peleas profesionales y gané 14 por nocaut. Yo pegaba fuerte, entonces casi siempre cuando nos cruzamos en los golpes conectaba alguna mano y se terminaba.
Hay muchas películas, además de rumores que inundan en el boxeo, de que se han producido arreglos, boxeadores presionados para "tirarse" o ir a menos. ¿Cuánto de cierto hay en todo eso?
No vi nunca algo así, pero puede pasar en alguna última pelea de cierta exfigura que le digan algo. He escuchado, pero a mí nunca me vinieron y me dijeron nada y a los boxeadores de mi entorno tampoco. Quizás suceda con alguna estrella que le pongan un rival fácil. Si bien no lo vi, dicen que Julio César Chávez, el mejor de toda la historia, que hubo veces que le decía a los boxeadores "hermanito, tomá, tirate en el décimo. ¡Para que te vas a golpear el pedo!".
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¿Qué es lo más insólito que has vivido en el boxeo?
Insólito antes de subir a pelear sí me pasó. No han querido pelear a pocos minutos de subirse al ring. En una ocasión le di mi bolsa para que peleé porque por estábamos en el camarín, todos preparados para subir a pelear y el tipo decía: "Quiero que me paguen un poco más". Eso me sucedió en la etapa de amateur.
¿Cómo es la tarea de conseguir o encontrar futuras estrellas del boxeo?
Lo principal a la hora de convocar a alguno es que esté enamorado del sacrificio. Se puede tener un montón de condiciones, pero si no te sacrificás, hacés dieta, te vas a dormir temprano y entrenás dos o tres veces por día es difícil llegar. Eso es lo primero que se ve de un boxeador. Después las condiciones por ahí no están y renacen de tanto entrenamiento y sacrificio. Acá el secreto de todo es enamorarte del sacrificio y después todo va llegando. Obvio que siempre tiene que haber un poco de suerte.
En esto no solamente tiene que ver el marketing porque por más que lo tengas si no tenés condiciones se nota.
Hay boxeadores marquetineros, con muchos seguidores en las redes sociales, algo que se usa mucho en la actualidad. En mi época no era así, sólo podías salir en La Capital o alguna revista de boxeo. Hoy se maneja mucho en redes. Igual aunque tengas diez millones de seguidores si sos un queso arriba del ring no vas a poder hacer nada. Salvo que tengas muchas condiciones. Mira cómo llegó el Roña Castro. Fue un boxeador con el que hice una publicidad para TyC Sport y se pedía un whisky, te lo juro. No lo podía creer. Y llegó a ser campeón del mundo. Es suerte también porque hoy en día si no estás a la altura del atleta de élite es muy complicado triunfar. El Roña era desprolijo en su vida normal, pero tenía unos huevos tremendos.