Central es una montaña rusa de sensaciones y no desde ahora, sino desde el momento en que el equipo logró meterse entre los cuatro primeros de la zona A de la Copa de la Liga, que fue el mismo momento en que selló el pase directo a la fase de grupos de la próxima edición de la Copa Libertadores. A partir de allí todo se comenzó a vivir con mucha adrenalina, que era lo que abrazaba todas esas emociones que deambulaban en el mundo Central: la esperanza, el deseo, la ilusión. Pero en Santiago del Estero pasaron cosas y el canalla entró en otro estadío: el de la tentación. Porque es cierto que las tensiones se liberaron por completo por aquella consagración ante Platense, después de 36 años sin títulos en torneos locales, pero ¿quién le quita la ilusión a Miguel Angel Russo, a sus jugadores y por supuesto a los hinchas de ir por más este viernes, a las 21, y en este partido con River (también en el Madre de Ciudades) apropiarse del Trofeo de Campeones para que el cierre de este 2023, que seguramente será recordado de por vida, sea a toda orquesta, con una nueva estrella bajo el cielo auriazul? Allí está la tentación de todo Central: sumar un nuevo título y así asegurarse el pasaje a la Copa Internacional del año próximo (contra River, el mejor de la tabla general), que en principio sería en Abu Dabi. El plato es demasiado apetitoso como para que lo sucedido hace una semana ya huela a suficiente.
Es un hecho que en Arroyito ya se respira otro tipo de aire después de lo que fue la exaltación de hace unos poquitos días, cuando con ese golazo de Maximiliano Lovera el canalla le pudo poner el moño a una Copa de la Liga que lo tuvo como el mejor del semestre. Porque fue el desahogo absoluto al cabo de un torneo en el que el equipo de Miguel Ángel Russo, muy de a poco, fue edificando la estructura de lo que Central es hoy: el nuevo campeón del fútbol argentino.
Pero cómo frenar el envión. Imposible. Y ahí es donde la tentación y el deseo comienzan a tejer los primeros puntos de este entramado emocional que mantiene más vivo que nunca.
Lo dijo Russo en medio de los festejos en la coronación en el Madre de Ciudades, cuando Fatura Broun le dio el micrófono para que el DT se expresara frente a los hinchas. “Es una alegría enorme lo que logramos, pero tenemos que empezar rápidamente a preparar el partido con River”, tiró el técnico canalla, provocando un estallido en las tribunas, que se pareció a un: “¡pará Miguel, vamos a disfrutar esto primero!”.
Pero esas palabras de Russo, las que repitió en cuantas entrevistas dio después del partido con Platense, son las que hoy encajan de manera perfecta en este contexto que mezcla la euforia desatada con la ilusión de ir por un pasito más.
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Al fútbol se compite para ganar y la luminosidad y el brillo de los grandes procesos, de esos que dejan una estela que queda marcada a fuego en la historia de un club, lo entregan las estrellas que puedan sumarse, que en definitiva son el resultado de un duro trabajo. Por eso a Central lo moviliza la tentación de ir por una estrella más, que es muchísimo.
El canalla tuvo la fortuna de celebrar hace cinco años, con aquella Copa Argentina que ganó de la mano del Patón Bauza y que sirvió para romper con la racha de 23 años sin títulos. Y ahora esto. Esta nueva coronación de la mano de otro viejo conocido de la casa como Russo. Son luminarias que se encienden y no se apagan más.
Pero el brillo que aportó la Copa de la Liga le permitió a Central mantenerse con la cabeza en alto, mirando al cielo y con expectativas de que algo más se encienda. El canalla está en un baile que disfruta y no quiere que le corten la música. Quiere seguir bailando.
Otra vez se le cruza este River al que enfrentará por cuarta vez en el año y con el que nunca perdió, pero está claro que esa historia reciente servirá sólo como un pequeño aliciente. Porque estos 90 minutos serán diferentes a todo.
Central tiene la ventaja de llegar muchísimo más motivado por lo que fue la coronación del pasado sábado, pero serán dos campeones, el de la Liga Profesional y de la Copa de la Liga, los que estarán frente a frente. Un partido para alquilar balcones.
¿Quién se juega más? Difícil establecerlo con todas las letras, pero al menos del lado de Central la motivación es indisimulable. Será el partido en el que no sólo estrenará el título, sino el que le entrega una posibilidad increíble de pegar un salto cualitativo de proporciones inmensas.
Hoy es otra vez el Madre de Ciudades de Santiago del Estero, donde Central puede escribir un capítulo más en medio de esta novela que lo tiene como actor principal. Pero ese capítulo, de terminar como todos pretenden en Arroyito, le correrá el telón para una futura función, ya en otras latitudes. Fuera del país seguro. Puede ser Abu Dabi o cualquier otro lugar, pero donde sea, el canalla querrá ir, en busca de un título más.
Este Central tendió su propia mesa hace unos cuantos días ya y de a poco fue degustando. La recepción al banquete fue el partido con Racing; la entrada, el pase a la final ante River; el plato principal, la final frente a Platense. Pero nadie quiere que le junten esa mesa sin antes intentar degustar también el postre. La tentación es muy grande.