Objetivamente, Central hizo los méritos para al menos sumar algo que le hubiera dado otro sabor a la despedida de Matías Lequi. Pero esos momentos de superioridad no lo tradujo al resultado. Y un zapatazo de otro partido hizo que este San Lorenzo de Miguel Angel Russo le metiera una palada más de tierra a este triste presente auriazul.
El arranque mismo mostró por dónde iban las pretensiones de uno y otro. Central quiso ser incisivo y lo plasmó ya en las primeras dos corridas profundas de Gaspar Duarte. En la primera, a los 3’, metió un centro venenoso que Copetti no alcanzó a impactar en el corazón del área chica. En la segunda, a los 4’, Malcorra le quiso dar de derecha tras el centro de Copetti. Desde las intenciones, Central ya era más, porque estaba asentado en el medio, donde metía buena presión y recuperaba rápido, y de tres cuatros hacia adelante intentaba meterle control y velocidad.
Caramelo Martínez ofrecía buen manejo, Duarte vértigo, Malcorra algo de cabeza, mientras Jonatan Gómez acompañaba. Con eso le alcanzaba para mantener a raya a un San Lorenzo que no se atrevía a ir con convicción.
El quiebre para Central ante el Santo
Pero llegó el quiebre en ese primer tiempo, con el pase de Copetti para Gomito, la asistencia para Malcorra y el remate cruzado del 10. Era un festejo más que merecido, pero Bustos se quedó en el piso, Merlos tomó nota, fue llamado por Espinoza desde el VAR y después de verla consideró que Ibarra, en el inicio de la jugada, le había cometido falta.
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¿Por qué el quiebre? Porque Central quedó dolido y emocionalmente tocado. Algo de descontrol, un par de amarillas que volaron al aire y ya nada fue lo mismo. Entre Jonatan Gómez y Malcorra tuvieron una dentro del área, pero la superioridad ya no era tal, motivo por el cual san Lorenzo empezó a tener algo más de control.
Cuello estuvo cerca de abrir el marcador en ese remate que dio en Barbieri y se fue cerca del palo derecho y sobre el final atajadón de Fatura Broun tras el remate de Remedi.
Recuperó la actitud tras el descanso
Tras el descanso, al menos Central recuperó el ímpetu que había perdido, con un par de aceleraciones visibles (ambas por la banda izquierda), una de ellas con una buena combinación entre Malcorra, Sández y Jonatan Gómez.
El control volvía a ser canalla y, sin demasiado brillo, desde la actitud era superior con la sensación de que merecía algo más. Pero en un abrir y cerrar de ojos todo se le derrumbó. Error de Ibarra en la salida y tremendo zapatazo de Bustos contra el palo derecho. Un gol de otro partido, lo mismo que el resultado.
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Lequi metió mano e intentó acomodarlo con algunos ingresos y cambios de posiciones. Campaz, ya en cancha, metió un centro que exigió a Chila Gómez, Malcorra un tiro libre que el arquero santo sacó contra el palo y Dupuy un cabezazo en el travesaño después de un córner de Malcorra. Claro, a esa altura era a todo o nada, por eso la corrida del Perrito Barrios que casi oficia de sentencia.
De ahí en más, la locura
De ahí en más, más locura que otra cosa. Porque todo fue ir como se podía y ya no tanto como se quería. Y en ese barullo pronunciado todo fue a pedir de boca de San Lorenzo. Mientras los hinchas reprochaban a jugadores y también dirigentes, al equipo se le nubló la vista por completo. Porque los ingresados no aportaron el salto de calidad que ese resultado ya adverso ameritaba y porque los que siguieron en cancha dieron hasta ahí.
En la despedida de Lequi fue derrota, quizá inmerecida, pero derrota al fin.