La expectativa fue grande. Los hinchas paulatinamente comenzaron a llegar a las inmediaciones del Coloso, todos con la gran ilusión, casi utópica, pero ilusión al fin, de que Lionel Messi, fanático hincha leproso, acepte la invitación de la dirigencia de ser el invitado ilustre y su figura se robe todos los flashes de la velada. Lo cierto es que el Diez al final no dio el presente, aunque nada cambiará el afecto que le profesa el pueblo rojinegro. Lo seguirá esperando una y otra vez con los brazos abiertos.
Se sabía que no era sencillo que el Diez engalane la noche del Parque, pero el sueño de verlo en Coloso estuvo latente hasta la hora de comienzo del partido. Y hasta minutos después de que la pelota empezara a rodar. En la zona del estacionamiento, periodistas seguían montando guardia hasta varios minutos después de las 21, aguardando su posible llegada.
Messi no estaba obligado a ir ni mucho menos. De por sí era complejo manejar lo que podía ser su acceso y salida del Coloso. Igual la dirigencia leprosa le cursó la invitación y le avisó que esperaba a la Pulga, que se encuentra disfrutando de unas breves vacaciones en Funes junto a su familia.
El Diez ya había estado en el Parque, participando en dos partidos benéficos, en 2009 y 2011, cuando su figura ya tenía una trascendencia mundial aunque no tanta como en los años venideros.
Hoy, como el indiscutible número uno del mundo, representa un orgullo para esos hinchas rojinegros que tenían muchas ganas de verlo en el Coloso, aunque más no sea unos minutos.
Al fin y al cabo, Leo es un auténtico leproso, que jugó en infantiles en Malvinas y que expresa su amor por los colores rojinegros en cada oportunidad que puede.
Los hinchas de Newell’s, que lo aman, aguardaban verlo una vez más, como en aquellos partidos a beneficio en el Coloso. Pero en esta ocasión, el deseo no se convirtió en realidad. Y nadie se lo reprocha.
El que sí estuvo, anunciado por la voz del estadio, fue Damián Manso, campeón con la lepra en 2004.