Este 25N, un fallo vuelve a recordarnos por qué importa nombrar la violencia de género.

La presidenta del Concejo Municipal de Rosario y un contundente alegato en el Día Internacional de la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres
Cecilia Strzyzowski, la víctima.
Este 25N, un fallo vuelve a recordarnos por qué importa nombrar la violencia de género.
El 15 de noviembre de 2025, en Resistencia, pasó algo que en la Argentina debería ser obvio, pero a veces todavía parece excepcional: el poder se quedó sin escudos. Un jurado popular declaró a César Sena culpable de homicidio doblemente agravado por el vínculo y por mediar violencia de género. Y avanzó sobre la trama de poder que lo rodeaba: condenó a Emerenciano Sena y Marcela Acuña —dos figuras con peso político territorial— como partícipes primarios. La Justicia llamó a este crimen por su nombre: femicidio. Sin eufemismos. Sin atajos.
Este fallo llega en la antesala del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres. Y nos recuerda algo que solemos repetir, pero no siempre cumplir: nombrar la violencia es el primer paso para desarmarla.
Porque lo que ocurrió en el Chaco no es un hecho aislado. Es la evidencia de tres capas que atraviesan nuestras vidas todos los días: la violencia machista, las redes de protección y tolerancia que le permiten prosperar, y la voluntad del sistema judicial para enfrentarlas.
La condena al clan Sena deja un mensaje claro y urgente: ningún dirigente, “jefe” o puntero político puede usar su poder como blindaje frente a un femicidio. Y que la Justicia, cuando quiere, puede actuar con la independencia que la democracia exige.
Pero el corazón de este fallo no está solo en la pena. Está en el reconocimiento. En decir con todas las letras que fue femicidio. Porque no estamos ante un “conflicto familiar” ni un “drama personal”: estamos ante un crimen que fue posible por la desigualdad estructural que viven las mujeres, por relaciones de poder asimétricas, por un entramado de violencias que siempre comienza mucho antes de la última agresión.
Por eso, en este 25N, nombrar importa más que nunca. Nombrar para que nadie vuelva a mirar para otro lado.
Nombrar para que ninguna muerte quede atrapada en la impunidad. Nombrar para que cada mujer pueda vivir sin miedo, con libertad y con un Estado que se encuentre a la altura.
Porque lo que no se nombra, no existe. Y lo que no existe, no puede transformarse.

