Durante más de una década, el excomplejo Village Rosario —hoy Cinépolis— fue mucho más que un complejo de cines: fue un símbolo de modernidad, un imán para miles de rosarinos y uno de los polos comerciales más dinámicos de la zona oeste.
El excomplejo Village revolucionó el entretenimiento en los 2000, pero la competencia, la inseguridad y el cambio de hábitos lo llevaron al declive
Foto: Hugo Ferreyra / La Capital
El complejo de cine inauguró en 1998, de la mano del grupo australiano Village Roadshow, después de una megaobra en un predio de 12 mil metros cuadrados.
Durante más de una década, el excomplejo Village Rosario —hoy Cinépolis— fue mucho más que un complejo de cines: fue un símbolo de modernidad, un imán para miles de rosarinos y uno de los polos comerciales más dinámicos de la zona oeste.
Su historia condensó el crecimiento de la ciudad, la llegada de los multicines internacionales y, también, la lenta transformación del consumo cultural. Con el relanzamiento del predio como un centro comercial a cielo abierto, su pasado vuelve a escena.
A comienzos de los años 2000, Rosario vivió una revolución cultural y comercial. El Village fue protagonista. La ciudad nunca había visto un complejo similar: trece salas, más de 3.200 butacas, sonido surround, proyectores Christie, pantallas Mask y una oferta de veinte películas por día. El formato multisala, importado de Estados Unidos, irrumpió con fuerza en Eva Perón al 5800 y atrajo público de toda la región.
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La experiencia iba más allá de ver una película. Los lobbies amplios, los video walls, los juegos electrónicos, el Dragon Bowling con sus veinte pistas, Sacoa, los cumpleaños infantiles, el candy bar repleto de malvaviscos, la librería que funcionaba a un ritmo sorprendente y una oferta gastronómica que incluía desde parrillas hasta fast food formaron un ecosistema que redefinió la salida familiar.
En las vacaciones de invierno, el Village era una romería diaria. Padres, chicos y grupos de adolescentes llenaban cada rincón. “Fue un shock. El Village cambió el estándar de lo que significaba ir al cine en Argentina”, recordó Adrián Ortiz, programador de más de 200 salas en el país.
El complejo no estaba solo. A su alrededor crecieron restaurantes, cafeterías, tiendas de electrodomésticos, ropa deportiva, juegos al aire libre, un hipermercado y hasta un McDonald’s instalado para captar la enorme circulación. La zona se transformó en un corredor gastronómico y de entretenimiento que, por primera vez, desplazó el eje cultural más allá del centro rosarino.
La combinación resultó explosiva: miles de rosarinos pasaban el día entero dentro del predio, entre películas, juegos, compras y comidas. Altas cifras de público y facturación sostuvieron esa época de oro durante años.
Desde 2004, la historia cambió. La apertura del Alto Rosario y del Portal Rosario, junto con el multipantalla Showcase, reordenó el mapa del entretenimiento. Los nuevos patios de comida, las tiendas internacionales y las cadenas gastronómicas ofrecieron opciones más completas. El público con mayor poder adquisitivo migró hacia esos centros.
El Village comenzó a perder terreno. La inseguridad en el entorno, sobre todo en la salida nocturna o en las paradas de colectivo, también incidió. Varias propuestas gastronómicas de los alrededores cerraron y el complejo empezó a mostrar un desgaste difícil de frenar.
El avance de las plataformas de streaming profundizó la caída. Aun así, el predio intentó aggiornar su propuesta: sumó salas 3D en 2010 y la primera sala 4D de Rosario en 2016. Pero la tendencia ya parecía irreversible.
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La pandemia terminó de golpear un ecosistema que venía debilitado. Para 2019, las salas quedaron en manos de Cinépolis, la cadena mexicana que tomó el control del negocio. Los juegos, el bowling y los comercios habían desaparecido. Solo quedaban el cine, un fast food y el supermercado.
Veinticinco años después de su apertura, el ex Village enfrenta un nuevo capítulo. El proyecto de convertir el predio en un shopping a cielo abierto funciona como una apuesta para recuperar una zona estratégica de Rosario, que hoy convive con el crecimiento de Funes y Roldán.
La llegada de un gimnasio Training Center abrió una puerta. Una decena de locales permanece en alquiler. Y los desarrolladores aseguran que el objetivo es “volver a traer movimiento” a un espacio que supo ser el corazón del entretenimiento rosarino.
¿Volverá el Village a tener la vitalidad de sus primeros años?



Por María Laura Cicerchia
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