¿Qué es ser un actor comprometido? La pregunta suena en los circuitos teatrales y cinematográficos, en charlas de café y hasta lo puede plantear un panelista que de todo habla y de poco sabe en la tele de la tarde. Y la respuesta es abierta, pero para ciertos casos es también muy concreta y cerradita. Porque primero habría que definir con qué se compromete un actor o actriz. Y ahí la cantidad de divagaciones podría llegar hasta el infinito y más allá. Luis Machín es del tipo de actores que, primero y principal, sabe qué es pararse sobre un escenario, que conoce al dedillo todos los teóricos de arte dramático, que con un mínimo gesto te puede matar de risa o hacer llorar. Todo eso es porque desde adolescente se preparó como actor, primero en Arteón de Rosario y después fue haciendo camino al andar a través de decenas de películas, obras teatrales y ficciones televisivas, siempre con la búsqueda, el estudio y la capacitación diaria como premisa. Desde ese lugar, digamos, se compromete con la profesión de actor. Pero Machín va mucho más allá. Porque siempre elige puestas, películas o ficciones que van en concordancia con la cultura popular argentina. Parece una frase de perogrullo, pero no es así. Desde las temáticas con las que trabaja hasta los directores que elige o los personajes que aborda, nunca serán para el toco y me voy, para hacer algo horrible con tal de cobrar a fin de mes, no. No trabaja así Machín. Por eso brilla haciendo a Cavallo en la serie de “Diciembre 2001”, al abogado perverso de “Buenos chicos”, que se ve en TV por El Tres o a Freud en la obra premiada con el Estrella de Mar. Y también impactó con el Dr. Ponce de “Padre Coraje” y con el desopilante Reinaldo en “Educando a Nina”. Comprometido y popular, dos palabras bastardeadas por cierto sector de la sociedad y de la política en estos tiempos oscuros. Palabras que Luis Machín defiende a morir, porque sabe más que nunca que, sobre todo en las más difíciles, siempre hay que dar batalla.