El narcisismo (diagnosticado o sin diagnosticar) es un rasgo de personalidad que se caracteriza por la visión exagerada de uno mismo. Toma su nombre de la mitología que nos muestra a un joven de nombre Narciso, el cual por castigo de los dioses se enamora de su propia imagen reflejada en la superficie de un lago y al acercarse a ella, cae al agua y muere ahogado. Una muerte que se justifica en su propia vanidad.
Una de las facetas clave del narcisista es su exhibicionismo grandioso. Más que nadie, las personas narcisistas sienten la necesidad de ser el centro de atención. A diferencia de una alta autoestima, que es sentirse tan bueno como los demás, el narcisista quiere sentirse superior a los demás.
¿Podemos pensar que las redes sociales han normalizado el narcisismo al legitimar las demostraciones públicas de autopromoción y egocentrismo? Fuera de las redes, no andamos por ahí diciéndole a todo el mundo lo lindos que somos o detallando todo lo que hacemos (incluido lo que nuestro gato ha desayunado). Nos considerarían bastante detestables. Pero en el mundo digital, esto nos convierte en un influencer.
Aunque podemos criticar a quienes muestran tendencias narcisistas en Instagram o TikTok, los algoritmos de estas plataformas recompensan esos comportamientos en forma de «likes» y seguidores. En paralelo, las redes sociales aumentan la dependencia de los usuarios a la aprobación de los demás. Nos volvemos adictos a los likes para reafirmar nuestro valor. Pero los subidones de dopamina duran poco.
Es importante que comprendamos que la validación que se puede sentir inicialmente por una publicación con muchos likes no es permanente. Nuestras inseguridades pueden incluso aumentar, especialmente si publicamos algo que no reciba tanta atención como esperábamos. El resultado es un círculo vicioso en el que participamos en rituales narcisistas para llamar la atención esperando con ansiedad el refuerzo positivo de los demás.
Prestemos atención
Es normal: las personas por naturaleza necesitamos que nos valoren. Nos gusta gustar, nos gusta ser aceptados porque somos seres sociales. Pero esto llevado al extremo es un problema porque podemos renunciar a nuestra propia vida, interpretar un personaje que realmente no somos, solo por el hecho de buscar ese reconocimiento social continuo, y esto, sumado a la constante comparación con los demás, nos puede llevar a la tristeza profunda disparada por una bajada de nuestra confianza.
¿Podríamos pensar las redes digitales como un lago tecnológicamente mejorado, que refleja una sobrevalorada importancia por la propia imagen, las reacciones de los demás ante esa imagen y el deseo de actualizarla con la mayor frecuencia posible? ¿O que las selfies serían una especie de culto, una equivalencia moderna a aquel estado de Narciso?
La próxima vez que sintamos la necesidad de publicar algo para validarnos, paremos y preguntémonos: ¿qué es lo que me impulsa a postear esto? Si podemos cambiar la motivación de coleccionar likes a formar conexiones genuinas con los demás, estaremos un paso más cerca de un uso saludable de las redes.
Puede que no podamos cambiar nuestra cultura pero podemos resistirnos a dejarnos influir por ella. Ser auténticos es un buen antídoto para conjurar el narcisismo en la era digital.
Al fin y al cabo, como dijera Carl Jung: “El privilegio de tu vida es convertirte en quién realmente eres”. Todo lo demás es falso.