La guerra causada por la invasión rusa de Ucrania tiende a cronificarse, con enormes costos diarios para millones de civiles ucranianos, tanto los que se quedaron como los más de 10 millones que debieron huir de sus hogares. No pocos en Argentina y Latinoamérica "hinchan" casi en silencio por la criminal agresión rusa, u optan por la justificación tangencial y generalizante. "Todas las guerras son así, tremendas, pero no hay ninguna mejor ni peor", es un latiguillo muy escuchado. Otros, como Lula, salen abiertamente en defensa de Putin y culpan a Zelensky, o bien, como el Papa Bergoglio, eligen repartir culpas por igual, salomónicamente.
Populistas de derecha, como el presidente Bolsonaro, o de izquierda, como el dictador Maduro, eligen abiertamente al "zar" Putin, sea por intereses económico-estratégicos, por simple simpatía o por adhesión obligada por ser un mero satélite de Moscú (Venezuela).
Por todo esto, debe decirse en voz alta lo que todos saben pero muchos callan: que la guerra de Putin contra Ucrania es de carácter genocida, no es una guerra más, es una guerra de exterminio y destrucción de la identidad nacional ucraniana, de la totalidad de sus dirigentes y de una parte sustancial de su población que se considera "irrecuperable", como afirman los ideólogos del Kremlin.
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Una anciana ucraniana llora durante el entierro de su hijo, asesinado por los solados rusos en Bucha.
Van a continuación algunos ejemplos de la retórica genocida que es común en Rusia, y desde hace muchos años, pero poco conocida en Argentina. En un artículo de opinión publicado el pasado 3 de abril en el medio estatal ruso RIA Novosti, el propagandista Timofei Sergeytsev abogó abiertamente por la "purificación" de los ucranianos y por el genocidio cultural de Ucrania mediante la obliteración del nombre y la cultura ucranianos y, por último, por la "reeducación de los civiles restantes" junto con un estricto régimen de censura para incorporarlos a la "gran Rusia". El artículo de propaganda se titula "¿Qué debe hacer Rusia con Ucrania?". Declara que las fuerzas rusas no deben establecer distinciones entre militares y civiles en Ucrania: "La desnazificación es necesaria cuando una parte significativa del pueblo, muy probablemente la mayoría, ha sido absorbida y atraída por la política del régimen nazi (se refiere al gobierno democrático del presidente Zelensky). Es decir, cuando la hipótesis 'el pueblo es bueno - el gobierno es malo' no funciona", afirma Sergeytsev. Continúa diciendo que "una parte importante de la masa popular, que son nazis pasivos, cómplices del nazismo, también es culpable. Los criminales de guerra y los nazis activos deben ser castigados de forma demostrativa. Debe llevarse a cabo una purificación total". Grotescamente, por esos días de inicios de abril se conocían los crímenes de guerra rusos en la ciudad ucraniana de Bucha.
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La sospecha de que Moscú haya planeado la muerte de un gran número de civiles ucranianos se confirma con la aparición de un documento del gobierno en el que se dan instrucciones a las tropas sobre cómo cavar y rellenar fosas comunes civiles. El documento está fechado en septiembre de 2021, cuando las fuerzas rusas ya habían comenzado a concentrarse cerca de la frontera con Ucrania. Según Sergej Sumlenny, ex director del think tank Heinrich Böll (afiliado al Partido Verde alemán), el documento es una prueba de que "Rusia había planeado tomar Kiev en tres días y obligar a Ucrania a capitular", y que Moscú estaba planeando "un genocidio de una escala nunca vista desde el final de la Segunda Guerra Mundial". Las unidades del ejército ruso iban a ser seguidas por miles de policías antidisturbios y llevaban 45 mil bolsas para cadáveres, además de crematorios móviles.
La propaganda fanática y de tono alucinante en los medios rusos incluye, como ulterior prueba de la vocación genocida, la amenaza reiterada de usar armas nucleares. Nada nuevo en la Rusia de Putin, por cierto: hace años Suecia y Dinamarca han sido víctimas de amenazas abiertas con armas nucleares por parte de Moscú. Ahora, en la TV estatal Rusia 1, un panelista propuso en un programa en el horario de máxima audición utilizar los misiles nucleares Sarmat, los más potentes del mundo. "Un misil Sarmat y listo, no hay más islas británicas", comentó. El presentador le señaló: "¿Entiende que nadie sobreviviría a eso? Nadie en este planeta". En un programa posterior el mismo panelista agregó a esta idea otra peor: hacer estallar una carga nuclear gigante en el Atlántico, para que un "tsunami radioactivo" aniquile las islas británicas. Lo hizo con un video que simulaba el ataque, de modo que no era ninguna improvisación.
Es claro y evidente que Rusia está cometiendo crímenes de guerra y lesa humanidad y viola, entre otras, la Convención contra el Genocidio de la ONU. En especial, los crímenes tipificados en su artículo II: "Matanza de miembros del grupo (nacional perseguido); atentado grave contra la integridad física o mental de los miembros del grupo; sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física total o parcial; medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo; traslado forzoso de niños del grupo a otro grupo". Los crímenes cometidos y probados en las ciudades ocupadas por las tropas rusas, como Bucha, Irpin y Hostomel, al norte de Kiev, para citar los más conocidos y documentados pero de ninguna manera los únicos (porque este es el modus operandi del ejército ruso, como lo fue antes en Chechenia y Siria) no dejan lugar a dudas y la Corte Penal Internacional los investiga desde marzo.