La conexión vial Rosario-Victoria cumplirá el próximo sábado su mayoría de edad. Y pese a que celebrará sus 18 años de vida aún carece de nombre. Es NN. Fue inaugurada a las 11.45 horas del 22 de mayo de 2003, día en que se concretó un viejo sueño que se sostuvo desde principios de siglo pasado en ambas márgenes del Paraná. Es una obra de infraestructura monumental, una de las más importantes de la historia de la región que funciona como una opción dentro del Corredor Bioceánico Central. El puente principal del complejo vial que cruza el canal del río Paraná fue denominado en 1999 por el decreto presidencial Nº 512 como “Nuestra Señora del Rosario” (ver acá). Pero toda la conexión, que se extiende a lo largo de 59,3 kilómetros con ese puente principal y otros 17 menores y un conjunto de terraplenes, aún no fue bautizada. ¿Qué nombre debería llevar? ¿Quiénes son los padres de esta anhelada criatura? ¿A quiénes habría que homenajear por esta trascendental obra? ¿Justo José de Urquiza, Ángel Piaggio o Carlos Menem?
Hay quienes sostenían en su momento que si el túnel subfluvial que une Santa Fe y Paraná lleva el nombre "Raúl Uranga-Carlos Sylvestre Begnis”, como un homenaje a los gobernadores de Entre Ríos y Santa Fe, respectivamente, que hicieron posible la concreción de la obra inaugurada en 1969, la conexión Rosario-Victoria debería llamarse “Presidente Carlos Saúl Menem”. Es que fue su decisión política la que permitió la construcción de la misma. Es dato, no juicio de valor.
Fue el 10 de agosto de 2000 cuando el concejal Evaristo Monti, del bloque Peronista, presentó un proyecto para que se bautice al complejo vial como Carlos Saúl Menem. El pionero de los periodistas rosarinos que saltó a la política fundamentó en su momento la iniciativa en que “el presidente hizo realidad la obra resistiendo no solo las dificultades económicas, sino también los ultrajes de sus opositores, que en el Concejo llegaron a crear una comisión de seguimiento porque decían que el puente era una falacia menemista”. Y se anticipó a las críticas que iba a despertar su propuesta: “Es propio de gorilas ignorar las obras peronistas”.
Conectar Rosario con Victoria era un proyecto que tenía más de un siglo. En 1898 el subprefecto de Victoria, Ángel Piaggio, construyó el primer canal de navegación entre las dos costas con capital aportado por comerciantes de ambos lados del humedal. Por eso el nombre de este pionero es uno de los que siempre estuvo en danza para designar a la conexión vial. Tan es así que el Concejo de Victoria en una decisión unilateral resolvió el 22 de marzo de 2017 aprobar la ordenanza Nº 3.378 que la denomina como “Subprefecto Ángel Piaggio”. Una resolución que no tiene ningún efecto concreto porque la potestad de asignarle un nombre es del Estado nacional (algo que nunca hizo), ya que la ruta está bajo su jurisdicción. “Nosotros en su momento le elevamos la resolución del Concejo al gobierno nacional de entonces, pero nunca nos respondió”, dicen por estos días en la Intendencia de Victoria.
Ya desde primera mitad del siglo pasado las provincias de Santa Fe y Entre Ríos, los municipios de Rosario y Victoria y sus instituciones se embanderaron con la iniciativa de construir una conexión terrestre entre ambas riberas con el objetivo de buscar una integración regional en gran escala. En 1958 se presentó un proyecto en concreto. A ningún presidente democrático y gobierno militar se le dejó de mostrar la iniciativa. Pero las sucesivas autoridades no le dieron importancia al sistema de comunicaciones que se constituiría con esta megaobra. No comprendían el sentido federal del proyecto ni lo que significaría para el desarrollo del polo productivo de toda esta región. O justamente porque lo comprendían no le daban luz verde. El poderoso lobby porteño (que peleaba por su puente a Colonia) y también el patriciado santafesino (que temía que el puente Rosario-Victoria afecte el flujo vehicular del túnel subfluvial) nunca simpatizaron con el proyecto.
Marchas y contramarchas, compromisos para la tribuna de las más altas esferas de los sucesivos gobiernos nacionales, llamados a licitación y postergaciones, reiteradas inauguraciones de piedras basales con bombos y platillos, amague de iniciación de obras (incluso con alguna puesta en escena con maquinaria y todo) sirvieron para hacer ruido, aunque no se viera ni una nuez durante décadas. Pero finalmente en los 90 los planetas se alinearon.
La obra fue parte del spot de campaña “Menem lo hizo”, y lo cierto es que en este caso no se trataba de una publicidad engañosa (como el “salariazo” o “la revolución productiva”), sino que el dos veces presidente de la Nación había sido un protagonista central para su desarrollo. Fueron los entonces gobernadores peronistas Jorge Obeid y Jorge Busti, de Santa Fe y Entre Ríos, respectivamente, quienes persuadieron al entonces presidente Menem. Lo que ocurría era que la obra no podía autofinanciarse y sin el apoyo de la Nación resultaba de imposible concreción. Así, Obeid y Busti llevaron a Menem a sobrevolar en helicóptero la zona para que conociera de qué se trataba. Simultáneamente se organizaron en Rosario pedidos a la Casa Rosada por parte del entonces intendente, Hermes Binner, y de políticos, empresarios, funcionarios, concejales, representantes de la Bolsa de Comercio y de la Universidad Nacional de Rosario.
“Había mucha gente trabajando desde hacía tiempo en este viejo sueño, no solo en Rosario sino también en Victoria. El problema era que la obra era muy costosa y que resultaba muy difícil interesar a los porteños para hacerla. La clave era convencer a Menem para que la Nación se involucrara, y lo hicimos”, recordaba años después Obeid (ver acá).
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20 de junio de 1997. El presidente Menem descubre la piedra fundamental del puente en la cabecera de Rosario. Y promete que esta obra del puente “será una realidad” y que en 1999 cuando termine su gobierno dejará a “la Argentina entre los diez mejores países de al tierra”. Lo primero lo cumplió, lo segundo demás está decir qué ocurrió.
Finalmente, en diciembre de 1995 el presidente Menem firmó el decreto llamando a licitación para la construcción del puente disponiendo su realización a través del sistema de concesión de obra pública por peaje. Las obras comenzaron el 24 de septiembre de 1998 y tuvieron un costo total de 377,7 millones de dólares, de los cuales 133,1 millones invirtió el grupo de empresas concesionarias y el resto fueron subsidios estatales: 224,6 millones de la Nación y 20 millones entre las provincias de Santa Fe y Entre Ríos.
Que Menem haya sido uno de los padres de la criatura, el presidente que dispuso la construcción de la obra de infraestructura más emblemática de la región, evidentemente incomoda a gran parte de las sociedades santafesina y entrerriana, que se quedó con una muy mala imagen de su presidencia producto de la desocupación, desindustrialización y corrupción.
La emoción de la gente que cruzó el enlace Rosario - Victoria en su inauguración
“Muchas veces lo habitual es ponerle a una obra pública el nombre del gobernante que la hizo, ha ocurrido muchísimas veces, incluso en el peronismo. Pero a mí no me parece feliz esa idea. Es una desprolijidad institucional. Debería evitarse. Hacés una obra, perfecto, querés que esté puesta tu impronta, bueno. Pero cada tradición política tiene una cantidad enorme de nombres para ponerles a las obras públicas, como Ramón Carrillo y Raúl Scalabrini Ortiz en el caso del peronismo. El nombre del jefe del Estado del momento prefiero evitarlo más allá de lo que yo piense de ese presidente”, sostiene el filósofo y docente de la UNR Juan José Giani.
Y reflexiona sobre por qué la conexión Rosario-Victoria no fue bautizada con el nombre de Menem: “En el 2003 cuando se inauguró el puente su figura era muy polémica, incluso al interior mismo del peronismo. Ya había perdido las presidenciales con Néstor Kirchner. A diferencia de a principios de los 90, cuando era muy popular, por esos años ya estaba en decadencia. La crisis del 2001 arrastró no solo al entonces presidente Fernando De la Rúa y los partidos de la Alianza (que habían mantenido el modelo económico de convertibilidad e incluso pusieron como ministro de Economía a Domingo Cavallo), sino también la memoria del menemismo”. Y añade: “En los vaivenes de la memoria histórica de la Argentina de hoy la figura de Menem ha quedado muy mal parada, muy golpeada, pese a que llegó al gobierno con muchos votos y fue reelecto masivamente. La memoria histórica es lapidaria con Menem tras el paso del kirchnerismo. Hoy nadie se dice menemista, y el que lo sigue siendo lo dice muy bajito. Menem es una figura incómoda. Eso explica por qué la conexión vial Rosario-Victoria no lleva su nombre”.
Entonces, Piaggio no, Menem también descartado… ¿Quién queda?
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El 4 de febrero de 2002 la obra de la conexión Rosario-Victoria logra un objetivo emblemático: unir las dos partes del puente principal.
Existen registros históricos documentados de la voluntad de acortar las distancias entre Victoria y Rosario que datan de 1847, cuando el general Justo José Urquiza, viendo el importante crecimiento social y económico de la zona, tuvo el primer atisbo de hacer una canalización que permitiera el fácil acceso al puerto de la ciudad entrerriana. Eso dio pie a que en 2003 el entonces intendente Binner y su predecesor, Héctor Cavallero, propusieran denominar a la conexión con el nombre de Urquiza. El historiador Miguel Ángel de Marco (hijo) fue quien en su momento fundamentó la iniciativa. Y hoy reafirma esa idea: "La conexión vial Rosario-Victoria debería llevar el nombre de quien fuera el hacedor político del surgimiento de Rosario como ciudad, en pos del federalismo económico, al generar un polo portuario de ultramar distinto al de Buenos Aires. Es decir, Justo José de Urquiza”. Y añade que “el nombre debería surgir del consenso entre Santa Fe y Entre Ríos. Sería una oportunidad de revitalizar el federalismo argentino que las dos provincias impulsen de común acuerdo una denominación de la conexión vial. Y en tal sentido Urquiza surge como un nombre de la integración federal. Ambas regiones se desarrollaron gracias o a partir de su gobernación y luego presidencia”.
Quien también intervino allá por 2001 en este debate y danza de nombres fue el propio escritor y humorista gráfico Roberto Fontanarrosa. Con extremada sutileza sostuvo que el puente Rosario-Victoria debería llamarse ni más ni menos que “Puente Rosario Victoria”. Lo hizo a través de un texto de ficción que publicó el 2 de diciembre de 2001 en La Capital y que tituló “La musa de Nogoyá”. Allí decía: “A mi juicio, el puente debería llevar el nombre de Rosario Victoria, en honor a Rosario Victoria Echagüe, poetisa entrerriana (1891-1927) más conocida como «la musa de Nogoyá». Y sería un justo reconocimiento a quien, ya en los albores del siglo pasado, clarividente quizá, escribió para su libro «Duermevela»: «Alado puente de plata/ he de trazar con mis sueños/ y por él cruzará el río/ el hombre que hoy es mi dueño». Enamorada de un talabartero rosarino, así imaginaba solucionar esta discípula de José Pedroni el infortunio de la distancia. Y, precisamente, firmaba sus poemas «Rosario Victoria», a secas, renegando de su apellido paterno, dada la amarga controversia que mantenía con su progenitor, ya que éste insistía en que ella no fuera poetisa sino maestra jardinera. Rosario Victoria, entonces, para nuestro anhelado puente. Y demorada justicia para la poetisa”.