Carla Calvi es de contextura pequeña y lo primero que se destaca en su cara es una enorme sonrisa. Habla en forma pausada y dulce. Hay algo muy gentil en su tono, más allá de que sus palabras son potentes. Con sus gestos, mínimos, sutiles, se predispone a la escucha. Tiene una mirada en la que parece que algo titila, y de repente, sin que ella diga nada, uno parece que escucha "dale, preguntá lo que quieras, lo que se te pase por la cabeza, nada me asusta".
Se recibió de tanatóloga (una disciplina que justamente estudia el final de la vida), es máster en Tanatología y Cuidados Paliativos de la ULL de España, psicóloga social y counselor, y todos los años dicta varios seminarios en la Argentina y otros lugares del mundo. Su experiencia profesional se dio, especialmente, con personas que tienen que atravesar una enfermedad grave (muchas veces sin buen pronóstico) y otras personas, de todas las edades, que han perdido a uno o varios seres queridos y necesitan apoyo, consuelo, que buscan respuestas y certezas, pero que necesitan, sobre todo, las mejores herramientas para enfrentar la realidad.
—Te referís a la importancia de sanar las heridas. ¿Pueden sanar profunda y verdaderamente las que son producto de una tragedia como lo es, por ejemplo, la muerte temprana de un ser querido?
—Así es, sanar no es fácil pero es necesario. Sin dudas pueden sanar pero es imprescindible estar dispuestos a ver la verdad inevitable de la realidad, a acariciar la ausencia y aprender a convivir con ella. Cuando un ser querido muere, y es joven, esa herida parece aún mayor porque está llena de expectativas y deseos personales que se acaban de truncar. El duelo por la pérdida de un ser querido es una de las experiencias más duras que los seres humanos tenemos que vivir. En ninguna otra situación como en el duelo, el dolor producido es total: es un dolor biológico (duele el cuerpo), psicológico (duele la personalidad), social (duelen la sociedad y su forma de ser), familiar (nos duele el dolor de otros) y espiritual (duele el alma). En la pérdida de un ser querido duelen el pasado, el presente y especialmente el futuro. Toda la vida, en su conjunto, duele. Lo más importante para poder hacer un duelo saludable es hacer frente al dolor. Ese dolor nos muestra un mundo nuevo, desconocido, donde ya nada es igual, pero también nos da la posibilidad de reencontrarnos con el amor, las vivencias y sentimientos generados por quienes ya no están físicamente, y empezar a construir una nueva realidad, basada en todo lo que sí vivimos y no en aquello que seguimos deseando, anhelando y ya no es posible su concreción. Porque la muerte sólo detiene el cuerpo: nunca los sentimientos ni las acciones.
—¿Por qué a las personas nos cuesta tanto pensar en la muerte, en la propia y en la ajena; es miedo, es una manera de protegernos de una realidad que nos apabulla como es el hecho de dejar de estar en este mundo alguna vez?
—Nos asusta porque no estamos preparados social ni emocionalmente para la muerte, ni la propia ni la de los otros. De todos modos cada día hay más personas que manifiestan interés por saber algo más, por leer algo más e interiorizarse sobre la muerte. De hecho, hablar de la muerte es algo delicado y complejo, y a la vez absolutamente simple ya que es el final ineludible de nuestras vidas. El miedo que tenemos a enfrentar a la muerte es miedo a algo desconocido. La muerte es una experiencia que nadie jamás en vida podrá conocer a ciencia cierta, por lo cual nos genera gran ansiedad. Nuestra tendencia es a alejar a la muerte de nuestro espectro de vida, sentenciarla al encierro hospitalario, o a los cementerios cada vez más compactos, si bien es cierto que tanto la muerte como el nacimiento están indicados por importantes cambios biológicos y culturales que puntúan la existencia de cada persona. En la muerte misma es la biología quien impone sus leyes, no obstante nuestra cultura tradicional ha sabido encontrar elementos para postergar la muerte, el avance tecnológico produjo el desplazamiento de la muerte principalmente en el final del ciclo vital. Esto repercutió en nuestra conciencia y la convirtió en algo fuera de nuestra cotidianeidad. Dejó de hablarse del tema y se perdió la posibilidad de enfrentarla cara a cara. A cambio de eso encontramos a la televisión, por ejemplo, hablando todo el tiempo de muerte pero de una manera distorsionada. Algo que particularmente afecta a los niños. Ahí se produce una paradoja en la cual —por temor al impacto que pueda causarle un determinado acontecimiento— les negamos a nuestros hijos la posibilidad de hablar del fin de la vida, pero al mismo tiempo permitimos que por medio de la televisión u otros dispositivos accedan a información vinculada a la muerte pero contaminada de violencia que les genera mayor ansiedad.
—¿La muerte es socialmente rechazada?
—Lo es, porque atenta contra nuestro mundo material, el único que existe. Nos vemos culturalmente motivados a dedicarle menos tiempo a la muerte porque el morir perjudica la productividad. Te dicen: ¡la tristeza debe resolverse lo antes posible! porque el mundo "real" requiere de los cuerpos y las mentes "limpias" de los que trabajan para su crecimiento. Esta vida en sociedad exige ciertos sacrificios, entre ellos el desconocer a la muerte como parte de este mundo incluso cuando el significado de la muerte se expresa claramente en la vida: cerrar los ojos cuando el sol se retira cada anochecer para volver al día siguiente a iluminarlo todo, cada otoño cuando muere el mundo vegetal para renacer a la primavera siguiente. Sin embargo, la mayoría de las personas ve lo que los demás quieren que vean. Cuando por fin entiendan que en la muerte hay mucho más que aprender sobre la vida que en la evitación permanente de la naturaleza, cuando por fin sean capaces de aceptar la muerte sin maquillarla de juventud, cuando nuestra tanatofobia dé paso al compartir con los muertos, solo entonces podremos comenzar a vivir porque la única postura coherente y sólida ante la muerte —como ante cualquier otro evento o conflicto de la vida humana— es encararla, tomar conciencia de ella, conocerla hasta donde sea humanamente posible... Respetar y observar frente a frente es la fórmula para librarse de ello.
—Es saludable y urgente, entonces, tener una mayor conciencia sobre la muerte...
—El sentido de la muerte se encuentra en la vida misma. En cuanto sabemos que vamos a morir, conscientemente, dirigimos nuestros esfuerzos hacia la vida intensamente vivida. El hecho de que vamos a morir nos enseña a amar, querer, recordar. La muerte postergada hacia la eternidad no puede sino constituir el más absurdo de los absurdos. En cuanto ésta deja de ser fuente de vida, vivir en el más acá requiere la certeza de la finitud. La muerte es un espejo en el cual contemplamos nuestra vida física entera. Entender esto significa entender que la vida misma no es más que un período pequeño de nuestra existencia.
—¿Qué pasa en la psiquis de una persona a la que se le muere una pareja muy querida, un hijo, una hija, un hermano? Hablo, más que nada, cuando esas personas son pares o incluso más jóvenes.
—Si hay amor hay dolor, todo lo que amamos tiene una "doble existencia": el amor que experimentamos dentro nuestro y el que manifestamos por fuera de nosotros. Cuando esa persona que amamos muere deja de existir en la realidad física y se produce una conmoción en la psiquis entrando rápidamente en shock. Quedamos frente al vacío de la mano de la desesperación. Y aquí es muy importante cuidar el aparato psíquico y darles lugar a las emociones y poco a poco comenzar a ayudar a nuestra psiquis a comprender la ausencia física y la presencia interna de quien amamos y que físicamente ya no está. Este primer paso es el fundamental para poder transitar un duelo saludable. El duelo de pares es uno de los más complejos ya que nos pone en situación de muerte propia y ajena sin darnos la posibilidad de justificarla, y el miedo se suma a esta situación de duelo,paralizando. Suele haber mucha tendencia a la obsesión en estos casos. Por eso es muy importante conectar con la realidad.
—¿Qué ocurre frente al duelo de los hijos?
—El duelo de los hijos es el más desolador ya que aborta el futuro ansiado, la sensación de injusticia y antinatura nos persigue y nos resulta muy difícil darle paso al dolor sin sufrir por nuestras necesidades más allá de la vida vivida de nuestros hijos. En este tipo de duelos es muy importante valorizar lo vivido y compartido con los hijos para poder darle paso, insisto con esto, a un duelo saludable. Otro es el duelo de los hermanos, como lo digo siempre, desde mi experiencia y criterio, es el más difícil o el que más riesgo corre de no ser transitado sanamente. Los hermanos en duelo son los grandes olvidados y a eso le sumamos que los hijos que están vivos, que han perdido un hermano o hermana, tienden a querer cuidar a los padres, darles felicidad, intentar calmar el dolor y normalmente en ese proceso se pierden así mismos y los adultos inmersos en su dolor pierden de vista a sus hijos vivos físicamente, y esto genera que este niño, adolescente o joven no pueda desarrollarse sanamente ya que por lo general no se les da un espacio donde ellos puedan manifestar su dolor y realizar un duelo saludable y así llevan todo esto sin resolver a la adultez. Por eso es muy importante ofrecerles canales de expresión y no olvidarnos que ese chico o chica no sólo perdió físicamente un hermano sino también murió una parte de sus padres y de la familia que estaba constituida por lo tanto tienen más que elaborar y a una muy corta edad, con todo lo que eso conlleva.
—¿Hay personas más preparadas "naturalmente" para soportar y atravesar un duelo que otras?
—Sí, hay personas más preparadas que otras, por ejemplo, los hermanos en duelo a los que se les dio lugar a su dolor, se los conectó con la realidad e hicieron un proceso saludable suelen estar más preparados en la adultez para afrontar la muerte de otro ser amado. Eso no quiere decir que no les va a doler, pero van a saber construir una nueva vida dándole un lugar a ese dolor en su vida de manera saludable sin necesidad de sufrir o destruirse. Pensemos que también hay culturas que están formadas en la naturalización de la muerte y la festejan al igual que el nacimiento.
—¿Cómo se lidia con el vacío, con lo no concretado, con la falta de esa persona que ha muerto? ¿Hay "novedades" en el abordaje de esta situación?
—Con el vacío solo se puede lidiar dejando de lidiar, entregándose a ese vacío, sintiendo lo que se esta sintiendo. No huir del dolor es lo más importante. Pero también es cierto que antes de esto hay que saber diferenciar entre el sufrimiento y el dolor, elegir construirme o destruirme ante esta situación y una vez entendido esto lanzarme al vacío poco a poco y aprender a convivir con el llenándome de todo lo que si viví, si compartí y lo que sigo sintiendo. Lo nuevo en nuestro país es que nos estamos animando a hablar de la muerte y el duelo y eso da la posibilidad de entender un poco más y saber que ante la muerte hay mas caminos a parte de la destrucción, que también podemos construir a través de ella.
—¿Cuándo comienza el proceso del duelo de una muerte, en qué momento exactamente?
—El duelo comienza cuando empiezo a ser consciente de la ausencia y dejo que aparezca el dolor.
—¿La muerte de una persona querida puede llevar a la locura?
—Sí, pero también es cierto que para que eso pase tienen que ocurrir muchos acontecimientos psíquicos, emocionales y psicológicos que acompañen el duelo patológico. Y es muy importante saber que no se puede ayudar a quien no quiere ser ayudado.
—¿Hay un tiempo esperado o razonable, si cabe el término, para empezar a sanar las heridas? ¿Cuándo te das cuenta de que estás sanando?
—El tiempo razonable es cuando el dolor se hace presente. Ese es el momento para sanar las heridas aunque los seres humanos tendemos a huir del dolor como a la peste misma y es exactamente lo opuesto lo que nos va a aliviar. Siempre digo: si duele está sanado. Al igual que un corte: suele doler más al curarse y no en el momento de cortarnos. Cuando pensamos el dolor no lo podemos sentir, y si no lo sentimos no lo podemos resolver y sanar. Hay una frase que me gusta tener presente cuando hablo de sanar: "Si vives en mí, nunca morirás".
Conferencia para sanar las heridas
Carla Calvi se referirá a las diferentes maneras de enfrentar la muerte, sus consecuencias, los altibajos emocionales, los miedos y los diversos caminos para transitar un duelo saludable en una charla que se realizará el sábado 9 de junio a las 20.30. Las entradas pueden reservarse al whatsapp 3416473778. Más información en www.carlacalvi.com