A los 80 años, Betty se dio el gusto y terminó la escuela secundaria. Feliz exhibe su flamante título de bachiller y ya piensa qué seguir estudiando. Confía que renegó un poco con el inglés y algo con la calculadora, porque está convencida de que "nada más rápido que sacar las cuentas a mano", también que disfrutó de cada clase con sus compañeros y profesores: "Son bárbaros, todos muy buenos".
Beatriz Forti de Zarantonello, o Betty como todos la conocen, integra la primera promoción de la Eempa de Pujato, inaugurada hace tres años.
"Qué lindo sería ir!", la escucharon suspirar a Betty en familia cuando se abrió la única Escuela de Enseñanza Media para Adultos (más conocida por su sigla Eempa) de esta localidad del sur santafesino. Habían pasado apenas unos días de la noticia tan esperada por el pueblo, cuando se apareció su nieta Leticia con una tentadora invitación: "Vamos Nona, vamos que te voy a llevar a la escuela para que te anotes".
"Me llevó así, casi de prepo, y me animé: «Yo empiezo!». Los profesores resultaron una barbaridad, todos muy preparados. Me sentí siempre muy cómoda. Y el grupo también fue muy lindo, todos muy buenos compañeros", resume de su paso por la Eempa Nº1087, un anexo de la de Pérez y que funciona en el edificio de la secundaria Nº241 de Pujato.
Los tres años se le pasaron "volando", dice esta abuela de seis nietos y bisabuela de Paz, su pequeña bisnieta. "¿Está el mate?", una de las preguntas iniciales con la que profesoras y profesores arrancaban sus materias, un poco para acercar al grupo, otro para hacer más llevaderas las horas de estudio que iban desde las seis de la tarde hasta las nueve y media de la noche.
Betty describe esos aprendizajes como un encuentro, donde no faltaron las visitas al teatro y al cine en Rosario, los festejos de los cumpleaños, y hasta el viaje de egresados a Carlos Paz. "Pero estudiar había que estudiar", aclara para que no queden dudas sobre qué los reunía cada tarde en esta secundaria para adultos.
Inglés fue la materia con la que más tuvo que ingeniárselas para aprobar. Le pidió un poco de ayuda a sus compañeras, otro a su nieta y el novio. "¿Cuándo hablamos inglés nosotros?", se sigue preguntando aún superada esa prueba mayor.
Lengua e Historia estaban entre sus preferidas. También Matemática, la disciplina con la que se maneja con familiaridad. Se casó a los 22 años. Con su esposo siempre tuvieron una panadería, de la que estuvo al frente hasta hace poco tiempo.
"La profesora de contabilidad me decía que use la calculadora: «Betty no seas porfiada», pero antes que ella llegara a mi lugar yo ya tenía hecha la tarea, lo hacía más rápido a mano", relata.
Con lluvia o con frío nunca le aflojó a la asistencia. Y aunque la escuela le queda a dos cuadras de su casa, siempre alguien del grupo se ofrecía a acercarla. "Vamos Betty que te llevo", escuchaba decirle a Edgardo Dalla Valle, uno de sus compañeros de la secundaria y con cuyo padre había terminado el 6º grado en la primaria de Soldini.
La graduación
Llegó el día de la graduación y la despedida se hizo infinita. Hubo acto, entrega de diplomas y fiesta con 600 invitados. Betty ingresó al salón del agasajo del brazo de su nieto más chico, Emanuel, que le repetía al oído: "Te amo, Nona!".
Además de toda la familia, en los festejos también estuvieron sus amigas, a quienes nombra haciendo un repaso de la geografía de su barrio: "Mercedes que vive enfrente y es la más joven; la de al lado, Onelia, y la de la esquina, Nila, que tiene 90 años y está mejor que yo, con ella siempre fuimos vecinas. Y después están Florita, a la vuelta Noris y a dos cuadra Hebe".
Betty es muy activa, con proyectos entre los que figura siempre seguir cerca de sus nietos y la pequeña Paz; decidirse qué puede estudiar viviendo en Pujato, darle más uso a su notebook, y seguir saliendo con sus amigas.
Cuando terminó la primaria hacer la secundaria desde Soldini —donde vivía por entonces— no le resultaba simple, "no era tan fácil viajar, no había pavimento", y para cursar había que trasladarse a otra localidad o a Rosario. "Estudié contabilidad dos años, en la escuela de las monjas en Alvarez donde vivía una tía, y me podía quedar en su casa".
"No hay que tener prejuicios, ni pensar que porque sos grande no podés seguir estudiando o no seguir «porque no voy a saber». Ninguno nace sabiendo", anima Betty a otros a anotarse en la Eempa.
No hace falta ninguna pregunta en especial para que comience a hablar de su infancia, de su vida familiar, de su esposo, de quien enviudó hace 24 años.
A Betty le encanta conversar. La charla se prolonga por la plaza, donde a pesar del calor de diciembre posa encantada para la foto, mientras sostiene un poco su diploma y otro un cartel que en grandes letras rojas dice su nombre.
"Fue la alumna más aplaudida!", no dudan en afirmar todos por el pueblo.
diplomada. Beatriz Forti integra la primera promoción de la escuela media para adultos, inaugurada hace tres años.