"¿Quién puede educar con chicos con hambre, con chicos que conviven con balaceras a la noche y no duermen bien?", se pregunta Mariel Montaña, docente de la escuela Nº 1293 de Granadero Baigorria. Asegura que el contexto de violencia que se vive en la ciudad penetra en las aulas e inevitablemente terminan haciendo "cada vez más trabajo social". Mariel no está sola. Es uno de los muchos docentes que se movilizaron este martes al mediodía hasta la puerta de la sede local de Gobernación para llevar hasta allí sus reclamos. En el marco de la grave situación que atraviesan las escuelas de Rosario y la región, afectadas por amenazas y ataques contra sus edificios, Amsafé volvió a reclamar respuestas concretas por parte del Estado.
La escuela en la que trabaja Mariel fue mencionada en algunos audios de Whatsapp que se viralizaron la semana pasada. Más allá de la veracidad o no de lo que en esos audios se decía, fueron muchos los alumnos que el viernes no asistieron y se quedaron no sólo sin clases sino también sin un plato de comida del comedor. “El miedo no es una sensación, esto está pasando. La amenaza no fue algo aislado, sin fundamento, estamos viviendo entre las balas y obviamente las familias decidieron preservar a sus hijos”, señaló a La Capital. En ese sentido, consideró que los ataques a las instituciones educativas “son una provocación”.
Ya es habitual que los alumnos lleguen y cuenten que "se complicó la situación en el barrio" o directamente que los despertó una balacera y no pudieron dormir. Conviven con esa realidad y hubo varios miembros de la comunidad educativa que fueron asesinados por hechos vinculados al narcotráfico. "Hacen lo que quieren y nadie los controla. Muere un pibe y al mes mueren dos más y sigue creciendo el número y nadie hace nada", reclama la docente y pide que la situación no se naturalice.
María Laura Pareja es vicedirectora de la escuela Nº 112 Luis Calderón de barrio Ludueña. Al igual que sus compañeras, fue a la plaza con su guardapolvo blanco para alzar la voz contra la escalada de violencia que sufren las escuelas y resalta el trabajo de sus pares. Dice que "siempre le ponen ganas y entusiasmo en pos de pensar una infancia mejor". Aunque aclara que este trabajo se hace cuesta arriba cuando "las decisiones políticas no los acompañan y no tienen en cuenta que atrás de cada docente también hay familias".
La situación crítica se cuela en las aulas inexorablemente y los docentes deben abordar cada vez más seguido cuestiones que exceden la docencia. "Los chicos no viven en burbujas", dice María Laura y reafirma que "no sólo atraviesa el binomio enseñanza-aprendizaje sino a todos los actores de la comunidad educativa. Para la docente, la escalada de violencia contra las escuelas tiene que ver con que es "la única institución que queda en pie y se mantiene gracias a los trabajadores de la educación y a una sociedad que sueña con transformar la realidad. Creo que ese discurso esperanzador hace que las escuelas sigan teniendo el lugar preponderante".
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Por su parte, María Laura Monetti, docente de la escuela Nº 1357 Laureano Maradona, coincide con sus pares en que el problema se agudizó y las escuelas se convirtieron en blanco de amenazas y balaceras. “Trabajamos con mucho miedo”, resume. “Nos sentimos desamparados, abandonados, y es real. Esto no debería estar pasando en ninguna escuela, en ningún lado”, implora. Aún así, las docentes eligen no bajar los brazos. “El disgusto adentro de la sala de maestros, en el ámbito privado, no sirve. Hay que salir a luchas, hay que estar acá hoy porque es la única herramienta que tenemos”, insistió.
En esa línea, agrega que es el Estado el que tiene que dar una respuesta. “El Estado tiene que garantizar las condiciones económicas y simbólicas para poder trabajar. Desde la seguridad hasta un sueldo digno”, remarca.
“No a las reformas de ajuste; por condiciones edilicias y de trabajo dignas; en defensa del 82% móvil y todas las conquistas"; "inmediata apertura de paritarias", fueron otras de las consignas que motorizaron la nueva marcha.
Además de los docentes y los gremios estatales que se sumaron a la convocatoria de Amsafé, también dieron el presente algunos padres y madres. Joana, de la comunidad educativa de la escuela N º518 Carlos Fuentealba en el barrio Toba, sostiene un cartel que dice: "La escuela no es blanco de balas ni de contrabando. Cuiden a las escuelas, acá está el futuro". La mujer cuenta a este diario que llegó hasta la plaza San Martín para exigir que cuiden a los chicos. "El futuro son los chicos, con la escuela van a salir adelante y van a poder tener un futuro mejor, no vivir lo mismo", sostiene.
Los testimonios se repiten a lo largo y ancho de toda la movilización. La mayoría de los docentes rosarinos realiza hoy por hoy tareas de contención además de la labor pedagógica. Todos coinciden en que, a pesar del miedo con el que van a trabajar, las escuelas tienen que tener las puertas abiertas.
Claudia Rodríguez trabaja en la escuela Nº 456 de Empalme Graneros y precisa que regularmente trabajan con los alumnos sobre la violencia en la ciudad. "Necesariamente se tiene que trabajar porque es lo que viven en el barrio. Vienen a la escuela y lo cuentan, así que tomamos el tema y lo tratamos. No sólo las balaceras sino la agresión, los vínculos en el barrio, el respeto, la convivencia. Siempre se les da el espacio y se les brinda la posibilidad de hablar. Creo que ese es el primer acto que tenemos que hacer para que ellos se puedan socializar y puedan hacernos partícipes también de lo que está pasando y también nosotros entenderlo. De ahí surgen otras clases", agrega.
Los más chicos también sufren las consecuencias de la realidad que atraviesan los rosarinos. María Cecilia Oliveri y Lorena Gómez son maestras de jardín de infantes en la zona suroeste y confirman que "los más chiquitos también absorben, escuchan, se enteran de cosas y viven también en un clima violento". Aseveran que cada vez son menos los chicos que concurren al nivel inicial y que muchas familias tienen miedo y por eso no los mandan. "Hay familias amenazadas que tienen que irse, moverse de lugar, a otra comunidad. Las amenazas no pasan solo con los comerciantes del centro de la ciudad, sino que también pasa en los barrios más vulnerables. Lo palpamos todos los días porque las mamás vienen y nos cuentan, pero muchas veces no podemos hacer nada", concluyen.
Una vez más, los docentes volvieron a movilizarse para alzar su voz. Cada vez más escuelas tienen que suspender las clases porque son blanco de amenazas o directamente son atacadas a balazos. Mientras tanto, todos coinciden: se corrió un límite y los rosarinos siguen sin respuestas.