En tres espacios de la vieja casona del parque Independencia, además del anclaje iconográfico del Invernadero, las curadoras Alicia Megías y Agustina Prieto intentaron sintetizar el "mundo Mikielievich". Comenzaron por sus producciones juveniles,"Sargento Cabral" y "El cotorro humorístico", y sus primeras colecciones, como un "atado" de revistas anarquistas que guardó, ya que en su juventud se había reconocido de ideas anarquistas, aunque es la única referencia políticas personal, ya que su colección no discriminó credos ni partidos.
En otra sala, considerada por las curadoras la más representativa de la inmensidad del archivo, conviven afiches del Partido Comunista, una movilización del 1º de Mayo de panaderos anarquistas y el reclamo del descanso dominical, por ser "un derecho, pero también un deber impuesto por Dios".
El espacio reúne afiches, boletas, etiquetas de cigarrillos y bebidas, y hasta volantes callejeros. "El levantaba los panfletos de la calle y detrás dejaba asentado dónde los había encontrado, qué día y a qué hora", contó Megías.
Así, hay volantes de la organización Montoneros que, asegura la historiadora "son verdaderas perlas porque hoy ya no existen, desaparecieron y quienes los tenían, ante la oscura historia que siguió, los tiraron".
Entre las revistas, que ordenaba por tamaños y cosía a mano en grandes tomos, hubo descubrimientos: títulos ni siquiera registrados en la historia de las publicaciones de la ciudad, entre los que se encuentra "Sui Generis. Semanario de las chicas rosarinas", de 1921.
El volumen de su colección, intenta reflejarse en la tercera sala, donde tras un escritorio está la imagen del propio protagonista, con su botella de caña y rodeado de cientos de libros, una escena de su cotidianidad. Allí, se muestran los 53 tomos de una de sus joyitas, el diccionario que escribió —también cosido personalmente a mano—, muchas veces de puño y letra, agregando y actualizando datos a lo largo de los años, sumando imágenes y fotografías para dejar registro de todos los personajes y lugares de la ciudad, barrios, calles, espacios públicos y monumentos, pero además la geografía, la flora y la fauna rosarinas.
"No hay exageración en decir que consagró su vida" a la colección, insistió Megías, y no tuvo dudas en señalar que "no existe otra ciudad que tenga un archivo como éste".