Investigadoras de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y del Conicet, junto con la Asociación de Usuarios y Profesionales para el Abordaje del Cannabis (Aupac), pusieron en marcha un proyecto que busca combinar los saberes científicos con los prácticos para investigar y registrar tres variedades de cannabis con el objetivo de que los cultivadores puedan conocer cuáles son las propiedades específicas de los ejemplares que desarrollen. La investigación recién comenzó y se esperan los primeros resultados para principios del año que viene.
Con esto se busca inscribir las variedades que resulten de las investigaciones en el Registro Nacional de Cultivares del Instituto Nacional de Semillas(Inase), lo que significa una garantía de trazabilidad y calidad para usuarios y cultivadores.
En diálogo con La Capital, la investigadora de la Facultad de Ciencias Agrarias, Vanina Cravero, contó que junto a Ileana Gatti (docente e investigadora de la facultad, que también forma parte del proyecto), venían desde hace tiempo con la idea de profundizar los estudios sobre el cannabis, pero sin un rumbo fijo.
Un congreso sobre cannabis en La Rioja, a finales de septiembre del año pasado, encontró a Cravero con miembros de la Aupac. Comenzaron algunas charlas informales para trabajar en conjunto, que luego se extendieron en Rosario y fueron el puntapié del proyecto que ya está en marcha. “Nos reunimos con ellos para trazar puntos en común sobre qué necesitaban y qué podíamos ofrecer”, señaló quien, además, es docente de la cátedra de mejoramiento vegetal y producción de semillas de la facultad ubicada en Zavalla.
El proyecto consiste en analizar las distintas genéticas de cannabis que les brindaron los autocultivadores desde Aupac para producir sus propios aceites por cuestiones personales: “Sin tener conocimiento científico pero sí práctico, evaluaron materiales y encontraron diferencias en los canabinoides. Hay materiales que pertenecerían a tres quimiotipos, tres variedades con características diferentes”. De estas tres muestras se evaluarán los materiales genéticos que la conforman.
Ya comenzaron con el estudio sobre cómo se puede optimizar su multiplicación. “Estamos entre dos opciones: vegetativa, a través de esquejes, que es la tradicional en donde se corta un pedacito de planta para que vuelva a desarrollar raíces; o a través de cultivo in vitro”, explicó Cravero, para sumar que buscan determinar “cuál es más rápida y eficiente, según el costo-beneficio”.
Tras ese primer paso, se vendrán las plantaciones: se proyectan 80 plantas por especie entre octubre y noviembre, y aún resta definir si será en campo o en un invernadero, opción que toma más fuerza según la investigadora: “Se evaluará el desarrollo de las plantas, incluidos el contenido del canabinoide y todas sus características vegetativas y productivas“
Herramientas para los productores
Si bien se puede pensar en la producción de aceites de cannabis en primera instancia, que se utilizan para distintas enfermedades y tratamientos, la intención de caracterizar estas variedades, contó Cravero, recae en “poder distribuir esto entre los usuarios y que sepan qué están produciendo": "La cantidad de canabinoide es muy variable según la genética de la planta y aquel que autocultiva y no conoce su material vegetal o su genética, no sabe muy bien qué es lo que está obteniendo”.
En principio, los materiales que se analizarán deben cumplir con tres requisitos, según explicó la investigadora: ser uniformes (todos iguales y producir la misma cantidad y calidad de canabinoides), distinguibles (deben tener alguna diferencia con otra variedad que ya esté registrada en el Registro Nacional de Cultivares del Inase) y estables (mantener esas características a lo largo del tiempo).
“Si encontramos eso, se va a poder distribuir entre autocultivadores esa genética y que cada uno sepa que cultivando ese material, se va a obtener un aceite determinado. Lo que buscamos desde un primer momento es que el cultivador sepa qué está cultivando”, detalló.
Luego de los cultivos, se espera una floración para principios del año que viene, aproximándose hacia marzo o abril.
Vínculos y respuestas
A días de que se inicie la investigación, sin precedentes en la provincia, Cravero recalcó dos puntos que se derivan de esto: “El vínculo entre dos instituciones públicas, como la universidad y el Conicet, para aportar a una ONG como Aupac; y la importancia que existe en que la investigación no quede dentro de cuatro paredes sino que salga a la calle, que los investigadores veamos qué se necesita”.
“Trabajamos en mejoramiento genético de otro tipo de cultivos y cuando arrancamos con esto, se sumó gente de biología, de fisiología, de química, de manejo de tierras, todo dentro de la UNR. Pudimos sumar un grupo multidisciplinario con el que esperamos poder dar una respuesta concreta a una demanda de una ONG”, concluyó.