Santa Lucía, mirando con cierta distancia los años 2013 y 2014, e incluso los primeros meses de 2015, cuando los adolescentes muertos violentamente se contaban de a decenas. Sin embargo, hace pocas semanas, el asesinato de otro joven resonó entre los chicos y "el verdugueo" que sufren de las fuerzas de seguridad en la calle es cosa de todos los días desde el retorno, días atrás, de los efectivos de la Policía de Acción Táctica (PAT). Así lo cuentan los propios chicos, pero también los referentes de las organizaciones del Estado y territoriales que dan pelea por ocupar el espacio público. "Hablamos de convivencia y de ocupar el playón del barrio, y la policía lo único que hace es mandar los pibes adentro de sus casas o por cualquier cosa terminan en la comisaría", cuentan desde el Centro de Convivencia Barrial (CCB). Pese a eso, lo intentan y semanas atrás la excusa para reunir a los integrantes de los talleres del programa Nueva Oportunidad —incluso adolescentes con rivalidades entre ellos— fue la pintada de un mural para el Día del Amigo. "Es en recuerdo de los pibes muertos, porque no queremos más pibes en un mural", explican los mismos jóvenes.
"Los pibes cumplen condenas; entran y salen las penas de su niño corazón. Y tienen la valentía de ganarse el día a día, aunque una noche sin luna se pierda su encendedor. Porque esperan que en el cielo esté el amor que no tuviste vos", es parte de la letra de la canción "Cómo que no" de La Liga que eligieron para estampar en la pared.
"Son chicos en riesgo, en riesgo de muerte, de violencia", dice Yanina, integrante de la Mesa de Encuentro Barrial y acompañante del grupo de 18 adolescentes que tres veces a la semana se reúnen en el espacio de la organización para hacer un taller de electricidad, pero que en los hechos se traduce en un acompañamiento casi 24 horas, inclusive los fines de semana cuando de madrugada se reúnen en una esquina.
En el espacio del CCB dan lugar a otro número de chicos y chicas que fueron convocados a una capacitación en fotografía. Lucas, el coordinador del centro, así como Yanina, refiere "a otro momento del barrio"; pero ambos admiten que las rencillas no cesan, las disputas territoriales son cosa de todos los días y marcan tanto la cotidianidad de los jóvenes, que significan estar en uno u otro de los grupos, o caminar o no una cuadra del barrio.
En el mientras tanto, en los espacios de capacitación, intentan lograr herramientas para "pensar en un trabajo estable", dicen Luciano que cuidacoches en 9 de Julio y Oroño, y Damián, que hace changas hombreando cajones en el Mercado. Pero en los últimos meses fue la muerte de Alan, un adolecente que según relataron robó una gorra y a cambio recibió un disparo mortal en la cabeza, lo que los movilizó a todos.
"Intentamos juntarlos, aunque sabemos que no están todos, pero que puedan pensar que no es más violencia lo que resuelve y bajarles los decibeles", dice llanamente Yanina.
"Lo de Alan paso al lado de mi casa, lo conocíamos de chico, fue horrible", afirma Melisa, de 24 años. Luciano fue el que explicó por qué el mural no lleva un rostro en particular: "Si tenemos que poner las caras de todos los pibes muertos en estos años, tenemos que poner el barrio entero. Acá hubo muchas muertes y siguen pasando".
Para Graciela Villalba, de la Mesa de Encuentro Barrial, "ellos encuentran en la violencia la forma de hacerse respetar, no dejarse «agarrar de gil», como dicen ellos", y aclara enseguida: "No se sienten respetados porque nadie los respeta y ante eso, no pueden ir a denunciar a la policía porque el abuso policial acá es diario".
Es que pese al descenso del número de muertos en las estadísticas, en las poco más de 15 manzanas que tiene el barrio encajonado entre la Circunvalación y la autopista a Córdoba, se concentran los efectivos de la subcomisaría, pero también la Gendarmería Nacional, la Policía Comunitaria que reapareció hace diez días y una docena de agentes de la Policía de Acción Táctica que también retornaron en las últimas semanas.
"Tuvimos días complicados con las PAT", coinciden los referentes. Es que los patrullajes de a tres efectivos, con armas largas, se traducen según relatan en "abusos, golpes por portación de cara o de gorra, provocaciones constantes fundamentalmente hacia los chicos". Todos también admiten que "la presencia de la policía es necesaria", aunque hacen las objeciones del caso: "No creo que se necesite militarizar el barrio, y menos con esa actitud de provocación".
Claudio, otro de los chicos, dice que el "barrio no cambia; se muere un pibe, se calma y todo vuelve". Señalan "la facilidad para conseguir un fierro" es parte del problema; "si hasta las canjean por Facebook", agregan. Pero así y todo, no dejan escapar el deseo de un escenario distinto. "Yo quiero cambiar, también quiero que cambie todo, que cambie el mundo entero", dijo Luciano.