Ni las parroquias se salvan de la inseguridad que azota a Rosario. La ciudad atraviesa uno de los momentos más complicados en materia de seguridad. El año acumula más de 60 crímenes y, además de la violencia narco, los robos se convirtieron en moneda corriente. Tanto las iglesias de los barrios como las del centro tuvieron que modificar su rutina.
Los templos son blancos de hechos vandálicos cada vez con más frecuencia. El vicario general del Arzobispado de Rosario, Emilio Cardarelli, contó a La Capital que ya casi no hay misas ni reuniones en horario nocturno. “Muchos párrocos se ven en la disyuntiva de cerrar o tener algún tipo de custodia porque si no se llevan todo”, precisó.
En ese sentido, aseguró que los propios feligreses fueron quienes pidieron adelantar los horarios de las celebraciones religiosas “porque tienen miedo de salir de noche”. Cuando cae el sol, todos quieren estar en sus casas.
Si bien las iglesias fueron reforzando las medidas de seguridad, como sumar cerraduras o colocar rejas, no están a salvo. “Si todos estamos cada vez más encerrados, ¿por qué no nos tocaría a nosotros?”, analizó Cardarelli.
Esta semana fue el turno de la parroquia Nuestra Señora del Carmen, de Pellegrini al 1500, a la altura de Presidente Roca. Delincuentes robaron valiosos elementos preparados para la misa el pasado martes al atardecer. Se llevaron un cáliz histórico bañado en oro y traído de España el siglo pasado. Además, sustrajeron el vaso para portar las hostias y una patena, el platillo que también se utiliza en la celebración eucarística. Los elementos fueron sacados tras violentar la puerta de un armario de sacristía.
El cura de la parroquia explicó que los elementos tienen un valor histórico y simbólico muy importante, más allá de a cuánto los vendan los ladrones. Pese a la difusión que tuvo el caso, aún no tuvieron novedades de las valiosas piezas. Quienes tengan información importante para recuperar lo robado pueden comunicarse al teléfono: 482-3555.
En el último tiempo también hubo robos en la parroquia Nuestra Señora de la Salud, la capilla San Cayetano, la capilla Santa Rosalía (que está en construcción) y la parroquia Nuestra Señora de Fátima, entre otras tantas. Los robos crecen a la par que el resto de los hechos delictivos en la ciudad y ni las iglesias se salvan.
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A fines de enero, por ejemplo, se llevaron las placas de bronce de las puertas de la iglesia María Auxiliadora. Tras la difusión de la noticia en los medios de comunicación, una mujer se acercó a devolverlas. Se dedicaba a la compraventa de antigüedades y se las había comprado a una persona en situación de calle por 40 mil pesos. Cuando notó que podían ser las robadas del templo, se acercó y las restituyó. A cambio, la iglesia le devolvió el dinero que había pagado. De acuerdo al cálculo que habían hecho desde la parroquia, las placas de bronce tenían un valor de mercado de unos 70 mil pesos solo por los materiales que posee (unos 18 kilos de bronce cada una).
El vicario general del Arzobispado sostuvo en diálogo con este diario que muchas veces, cuando los robos no son tan graves ni siquiera hacen la denuncia o los difunden. “Excepto que hayan abierto el sagrario, el lugar más importante para nosotros. Si no se hace eso, que es grave, quizás uno ni se entera porque lamentablemente naturalizamos esta clase de hechos”, indicó.
Además, detalló que en algunos barrios es la misma comunidad la que se encarga de seguirle el rastro a los objetos robados e intentar que aparezcan. Se organizan y hacen sus propias averiguaciones para lograr dar con lo robado. Algunas veces con éxito. “Suele pasar que la misma gente hace tareas de inteligencia casera. Le tienen afecto a las cosas, que se compran con su esfuerzo. Las sienten como propias porque está su esfuerzo y su fe”, relató.
Por último, Cardarelli analizó que el cierre de las iglesias y la escalada de violencia que vive la ciudad forman parte del mismo entramado. Lamentó que deban cerrar sus puertas cada vez más temprano por la inseguridad, porque consideró que “sin Dios no vamos a salir de esta situación. Sin Dios no va a ser posible. El gran aporte que la iglesia puede hacer es el anuncio de Jesucristo y pedirle como comunidad superar este momento tan difícil”, concluyó.
Esta semana los equipos de pastoral social y de drogadependencia de la Iglesia rosarina emitieron un duro comunicado donde denuncian las faltas de políticas que hacen de Rosario “un lugar más habitable”. Exigieron programas de contención para niños y adolescentes; un sistema que apoye a los clubes de barrio y una salud con perspectiva de adicciones, además de jornadas de 8 horas en las escuelas.
“Necesitamos programas que promuevan la contención comunitaria de niños, niñas, adolescentes y jóvenes de barrios vulnerables, sostenidos en el tiempo, y que generen una red de acompañamiento que les facilite su participación en el sistema escolar, la capacitación en oficios y la inclusión en el deporte y en el arte”, expresaron.