“Mamá mala. Crónicas de una maternidad inesperada” es un libro, y muchas cosas más. Es “un personaje” dice su creadora, Carolina Justo Von Lurzer, que nació de la profundidad de la experiencia del nacimiento de su segundo hijo, cuando los doctorados, las investigaciones para el Conicet y las teorías sobre comunicación, género y sexualidades no alcanzaron. Es ella misma. Es una mamá que mira a su bebé y se pregunta: “¿Qué hice? ¡Llevénselo!”. Es “una catársis pública”, que comenzó en la red social Facebook y que después se transformó en libro. Una catarsis sobre “el alevoso malestar” que puede aparejar la maternidad, incluso cuando es deseada. Textos que en clave de humor, y acompañados de los dibujos de Flores, ponen en palabras “la pérdida del tiempo, espacio y cuerpo”, y la incertidumbre constante de los meses de puerperio. Un libro que, así como “La guía inútil para madres primerizas”, de Ingrid Beck y Paula Rodríguez, y la serie on line “Según Roxi”, se inscribe en los discursos de los últimos tiempos, donde las mujeres ponen en cuestión “lo natural” de la maternidad y expresan los malestares que ésta puede provocar, aparte de evidenciar las desigualdades estructurales de género que aún persisten y que la maternidad desnuda muchas veces. “Podemos ser profesionales, madres y todo eso junto, ¿pero a qué costo? ¿El de la doble jornada laboral, de hacer recaer en otras mujeres el cuidado de nuestros hijos?”, se pregunta la autora, que 24 horas antes de celebrar el Día del Madre —“sí, lo festejo, como también festejo Navidad aunque no crea en el Niño Dios”— pasó por Rosario para participar de la mesa “Conversaciones sobre maternidades”.
—¿Cómo pariste a “Mamá mala”?
—“Mamá mala” no nace como libro. Cuando nace mi segundo hijo, a fines de 2013, tuve un puerperio difícil e inesperado, que no me había pasado con el primero. Empecé a postear en Facebook sensaciones y cosas de todos los días. Una forma de conexión con el afuera y de exorcizar lo que estaba atravesando. Una amiga ilustradora empezó a ilustrar algunos de los posteos, todo cobró otra dimensión, y “Mamá mala” nació como libro.
—Es una escritura que nada tiene que ver con la escritura académica y de investigación a la que vos estabas habituada, pero que pone en cuestión los mandatos de la maternidad desde otro lugar, a través del humor.
—El humor me acompaña siempre. Me escudo en el humor y es una herramienta de catarsis. Mi formación académica también es parte del ser del personaje. Porque lo que me estaba pasando era que deseaba ser una mamá buena, feliz, contenta con su bebito, que amamantara y fuese amorosa, pero nada de eso me sucedía. Y todo el trabajo hecho sobre el cuestionamiento de ciertos mandatos y de la maternidad como un espacio de entrega absoluta, y sobre las desigualdades de género, todo estallaba por el aire.
—¿“Mamá mala” expresaba eso que no querías ser?
—Me permitía poner en escena la tensiones que atravesaba. Querer autonomía, pero sentir que había perdido por completo mi tiempo, espacio y cuerpo y, al mismo tiempo, deseando estar de un modo más amoroso y con un vínculo más estrecho con ese bebé. Había felicidad por momentos y una profunda oscuridad en otros, y una incertidumbre constante. Todo eso junto.
—Hablás del “alevoso malestar de la maternidad”. ¿Hay más espacio para hablar de la maternidad desde el lugar del malestar y el displacer que puede provocar?
—Cada vez más. Hay discursos que se corren de esa maternidad edulcorada y que tampoco se encuadran en el discurso duro y crítico del feminismo tradicional que cuestiona la maternidad como institución, porque recuperan la dimensión de la experiencia de la maternidad como deseo. Mamá mala se inscribe en ese lugar. Hay cada vez más espacio para plantear los malestares de la maternidad, pero eso viene con costos. Las mujeres seguimos teniendo pocas estrategias para lidiar con ese malestar, porque seguimios viviendo en relaciones que en términos estructurales siguen siendo desiguales. Y están las cuestiones de clases, porque estas son catarsis de mujer de clase media, profesional, que se da lugar a estas reflexiones.
—Sigue habiendo mandatos respecto de la maternidad y el tiempo sumó exigencias a las mujeres.
—Tiene que ver con la apertura de horizontes. Con los años que consolidaron las demandas en derechos y las pujas por espacios que se convirtieron en espacios efectivos, pero eso vino poco acompañado de herramientas concretas para estar en esos espacios y gozar de esos derechos. Podemos ser profesionales, madres y todo eso junto, pero a qué costo. ¿El de la doble jornada laboral, el de hacer recaer en otras mujeres el cuidado de nuestros hijos? Ahí reaparece el entramado estructural que sigue funcionando, y las transformaciones que se van produciendo desacompasadamente.
—Planteás lo dolorosa que fue la experiencia de no poder amamantar a tu segundo hijo y cuestionás el discurso que marcan a la lactancia materna como una “obligación”.
—Banco la lactancia materna como un derecho y como espacio de placer, y esa fue mi experiencia con mi primer hijo. Además, aparece otra vez la cuestión de clase: en el caso de mis hijos, su buena nutrición estaba garantizada aunque yo no los pudiera amamantar, algo que no sucede en los sectores populares, donde la lactancia materna debe militarse. Sabemos que la leche materna es mejor que otro alimento, y ojalá todas pudiéramos y quisiéramos amamantar, pero muchas no quieren y no todas pueden. Ahí es donde hay un discurso sobre lactancia materna como obligación y condición para todas, que es cuestionable. Ni todas desean ni todas pueden. Entonces si vos no podés, pero te dicen que todas las mamás pueden, te deja en un lugar de culpa y dolor. Es necesario militar la lactancia como derecho, pero no fundado ni en la obligatoriedad y mucho menos en el vínculo entre lactancia y amor. Porque dar de mamar puede ser un modo de vínculo amosoro, pero para nada es el único.
—¿Y qué lugar ocupan los papás?
—Es un momento de introspección y hasta de ostracismo y, por más que haya otros, sea papá u otra mamá, hay un proceso profundamente personal y hacia el bebé que, la verdad, deja al resto un poco fuera de foco.