El 17 de febrero fue una bisagra en la cortísima vida de Lázaro. El bebé tenía apenas 27 días cuando recibió una dura golpiza por parte de sus padres (ambos están detenidos) que lo dejó al borde de la muerte. Hoy, tres meses después y luego de atravesar intervenciones y muchos días en terapia intensiva conectado a un respirador, se recupera en el Hospital Vilela rodeado del afecto de un grupo de profesionales que comenzó a hacerle masajes con una técnica hindú y lo estimulan con una “manta sensorial”. Y lo más importante, aseguran que “se ríe a carcajadas”.
Bien en el centro del hospital hay una sala que invita a jugar. Está rodeada del “patio de los sucesos”, donde sobresale una alfombra de goma para que los chicos no se golpeen; y el de “los encuentros”, que cuenta con un tobogán, un sube y baja y una casita. Unos metros más allá hay otro patio con hamacas.
Un cartel antecede a la flamante sala 5. “Estamos jugando. Esto es cosa seria”, reza. Allí Lázaro llega desde la sala en la que está internado junto a su abuela o un cuidador de la Secretaría de Niñez a recibir estimulación con masajes Shantala y jugar con una “manta sensorial”, una especie de alfombra con juguetes especialmente diseñada para el hospital en La Isla de los Inventos y en la cual los bebés juegan y descubren formas y texturas.
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Lo espera un equipo interdisciplinario de al menos diez profesionales. Magalí Castagno es una de ellas. Es profesora de expresión corporal, estuvo diez años como administrativa en el Vilela hasta que alguien detectó que desde el conocimiento que le daba su profesión, su labor sería mucho más importante estimulando a los niños.
Fue Magalí quien introdujo hace pocos meses la técnica de los masajes Shantala, que debe su nombre a una mujer con la que se topó el médico francés Frederick Leyer en las calles de Calcuta y quedó fascinado al ver cómo masajeaba a un bebé sobre su regazo.
Para aprender estas maniobras, Magalí primero estudió técnicas ayurvédicas, pero el Shantala es la más específica para bebés y niños con dificultades para caminar.
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Shantala, la mujer hindú que comenzó a aplicar los masajes y fue descubierta por un médico francés en Calcuta.
Foto: Silvina Salinas / La Capital
“Este masaje se trabaja con el objetivo de potenciar el vínculo entre el cuidador principal del bebé y el niño. Yo los masajes los hago en un muñeco y les muestro a ellos cómo hacerlos. Siempre el masaje sobre el bebé lo hacen manos conocidas, es decir, de quienes son los cuidadores principales del bebé”, advierte.
Paola Cocconi, psicóloga y coordinadora de la sala 5, explica que la decisión de aplicar esta técnica “siempre la toma un equipo interdisciplinario. El masaje es un dispositivo más que se agrega a los dispositivos lúdicos que tenemos”, detalla.
El encuentro
Esta sala tiene un espacio de juegos, otro específico de descanso para los padres de los niños que están internados y otro orientado a chiquitos con trastornos de salud mental.
La subdirectora del Vilela, Carolina Binner, remarca que en la génesis de la misma “se trabajó en conjunto con la Secretaría de Cultura, que diseño los espacios de juego y la manta sensorial. Cada detalle fue pensando en conjunto con ellos”.
En ese lugar con ribetes mágicos enclavado en el corazón del hospital, Ambar, la pequeña hermana mayor de Lázaro, de casi dos años, pudo reencontrarse con él la semana pasada. “Jugaron mucho y se rieron, eso fue lo más importante. Lo principal es trabajar los vínculos”, aporta Luciana Carunchio, antropóloga y también miembro de este diverso grupo de profesionales que trabaja en la sala 5.
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La puerta de ingreso a la sala 5 del Vilela, el lugar donde Lázaro lleva adelante su recuperación.
Foto: Silvina Salinas / La Capital
Los masajes Shantala hoy son adecuados para Lázaro y Brisa, una nena de seis años con parálisis cerebral. “Ella llegó a esta sala sin poder salir de su coche y hoy juega en la manta sensorial e interactúa con los otros chicos”, remarca Magalí.
“Acá Lázaro escuchó por primera vez las voces de otros niños y eso es muy importante. Tiene muchos estímulos y colores. Lo fundamental es trabajar en los vínculos”, asegura Cocconi.
El dato no es menor si se tiene en cuenta que el bebé pasó por muchas intervenciones, estuvo largas semanas aislado en terapia intensiva conectado a un respirador y sufrió mucho dolor a raíz de las múltiples fracturas que tuvo como consecuencia del maltrato del que fue víctima.
Está en el hospital desde hace más de tres meses y se convirtió en el mimado de todos. “Hoy se ríe a carcajadas cada vez que viene y lo importante es restituirle mucho amor”, aseguran las profesionales.
Del techo de la sala cuelgan unas mariposas de juguete. Cuando les dan el alta, los chicos que pasaron por allí eligen una y se la llevan, junto con entradas para el Tríptico de la Infancia. Todos esperan el día en que Lázaro salga del hospital junto a su mariposa. Y lo más importante: sonriendo feliz.