“No entiendo qué pasó. Tengo el corazón destrozado. No puedo entender cómo pudieron hacerle eso a este angelito”, se pregunta una y mil veces Adriana en la puerta de su casa de barrio Sarmiento. La misma en la que su nieto Lázaro, de apenas 27 días, recibió fuertes golpes que lo tienen desde hace un mes en terapia intensiva.
La hija de Adriana, Antonella, está detenida junto a su pareja, Marcos. Ambos tienen 25 años y más de una década juntos. Entre las piernas de Adriana asoma Ámbar, una pequeña de apenas un año y medio que también es hija de Antonella.
Los padres del pequeño Lázaro enfrentan una acusación por homicidio doloso calificado por el vínculo. El bebé pelea por su vida desde el 17 de febrero, cuando los médicos que lo examinaron constataron que tenía ambas clavículas fracturadas, fractura en tibia derecha y en el cráneo, y hematomas en el codo y la cara.
Adriana se hace preguntas que no logra responder. Cuenta que Antonella es hija única de su primer matrimonio y que perdió a su papá muy chiquita.
La casa en la que sucedieron las agresiones tiene dos plantas y en la parte superior se ven los ladrillos sin revestir con el que Adriana y su pareja, Abel, la agrandaron con mucho esfuerzo.
Así, en la planta alta vive ella junto a su pareja y un joven adolescente producto de esta nueva unión. Y en la planta baja habitaban Antonella, Marcos y los dos pequeños.
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Adriana cuenta que su hija y el novio nunca salían de la pieza. “Mi pareja trabaja de noche en vigilancia y yo me quedo arriba, pero el bebé lloraba mucho".
Ese llanto constante encendió las alarmas de Abel, quien la noche del 17 de febrero le exigió a la joven pareja que llevara el bebé al hospital. “Estaba muy flaquito y lloraba demasiado”, recuerda Adriana.
La exigencia de Abel fue imperativa. El hombre se plantó y logró que el pequeño fuera llevado al Hospital de Niños Zona Norte, a no más de diez cuadras de la casa en la que lo golpearon. Las lesiones eran tantas que debieron trasladarlo al Vilela. Desde ese día ya lo operaron varias veces y está delicado.
El noviazgo
Adriana cuenta que no tuvo una vida fácil. Enviudó muy joven y desde que su hija tenía cinco años fue mamá y papá al mismo tiempo. Hoy cuida enfermos, cocina para los chicos del barrio en un centro comunitario de la zona norte y ya manifestó ante la justicia su voluntad de hacerse cargo del pequeño Lázaro mientras su hija esté detenida.
Su relación con Antonella está trunca. “Me duele mucho. Tengo ganas de verla, pero al mismo tiempo tengo mucho dolor por lo que hizo”, admite.
Antonella cursó la primaria en la escuela del barrio y la secundaria en una del macrocentro. Después estudió peluquería, pero nunca trabajó. Es que en plena adolescencia ya se había cruzado Marcos en su camino. Y un día, tras una discusión con su madre, se fue con él a un periplo de mochileros por Brasil y Bolivia.
“No sé qué le pasó, pero con él cambió mucho”, asegura Adriana. La pareja regresó a Rosario y recaló en la casa de barrio Sarmiento.
En 2021 llegó la pequeña Ámbar y la noche del 21 de enero de este año nació Lázaro. En el medio las discusiones se acrecentaron y desde que el bebé llegó a la casa, no paró de llorar.
Qué fue en realidad lo que sucedió dentro de esas cuatro paredes es algo que la Justicia busca determinar. Por lo pronto, el fiscal Adrián Spelta narró que los médicos hasta detectaron callos formados en costillas que se fracturaron y volvieron a soldar. “Este bebé tiene más días en terapia que los que tenía de vida cuando llegó al hospital", dijo consternado por las múltiples lesiones del pequeño.
En la casa, en tanto, la pequeña hermana mayor de Lázaro juega junto a dos perros y se abraza a su abuela. Ajena, en su inocencia infantil, al calvario que atravesó el pequeño y a la ausencia de una mamá y un papá que están detenidos.