Tiene 43 años y 40 libros publicados para infancias y sobre infancias, ya que su última y única novela (Kramp 2019, Alianza) es para adultos pero quien cuenta es una nena con mucho de ella misma cuando fue niña. Cualquiera que fije los ojos en los números 43 y 40 podría decir que la chilena María José Ferrada se pasó cada año de su vida escribiendo desde el día en que nació en Temuco. Sin embargo, ella dice que "no", que fue periodista institucional, "algo aburrido", y que descubrió la literatura infantil hace pocos años, cuando empezó a escribirle a su hermano, que los chicos le enseñaron, y que aprendió dialogando con ellos.
La autora, con obra publicada internacionalmente, será una de los 31 invitadas al Festival Internacional de Poesía que se realizará de manera virtual entre el 17 y el 22 de noviembre en Rosario. No sólo leerá algunas de sus obras del libro "El lenguaje de las cosas" desde una mesa especial y de acceso gratuito dedicada a infancias (jueves 19, a las 16, junto a Sandra Siemens, Mario Varela y David Wapner) sino que también les leerá a los más grandes (miércoles 18, lectura del archivo de Juan Gelman en su paso por anteriores festivales en Rosario. Compartirá espacio con Federico Rodríguez y Maite Martí Vallejo).
Como antesala de esta 28° edición del encuentro, La Capital dialogó con Ferrada, autora del galardonado “Niños” (2013, Grafito Ediciones), el libro donde le dedicó poemas a los 33 niños y niñas de entre un mes y trece años que secuestró, desapareció y asesinó la dictadura de Pinochet en Chile (uno continúa desaparecido y otro, Pablo Athanasius, fue encontrado en 2013 por las Abuelas de la Plaza de Mayo y se comprobó que era el hijo de los chilenos desaparecidos Frida Lashan y Miguel Athanasiu).
Con una voz que es todo un susurro plagada de “bonitos” y giros de su país, Ferrada habló de las distintas infancias. Contó cómo se relacionan los niños y niñas con la poesía, y reveló cómo les enseñan a los mayores y a ella misma. Cómo los vio vivir y padecer la pandemia y reconoció que los admira porque entre otras cosas, los niños pueden llegar hasta a domesticar termitas, dice.
- Conocés a niños y niñas de Chile, Argentina, Japón, Europa. ¿Tienen algún rasgo particular al acercarse a la poesía?
- Más bien he notado un rasgo general. A los niños se les hace fácil relacionarse con la poesía desde su propia escritura, cuando son más chiquitos también desde sus dibujos y para mí haber descubierto eso ha sido esclarecedor. Ellos no son sólo receptores, dialogan sobre poesía: en mis talleres les muestro lo que hago y ellos me muestran lo suyo, encuentran metáforas cuando juegan o las crean para comprender el mundo y están pendientes de la sonoridad. Ese diálogo es bien bonito, ha sido una puerta para comunicarme con ellos tanto en Japón, como Cantabria o en el sur de Chile. Los niños hacen poesía antes de que les digamos que es un género literario, la asumen con total naturalidad.
- ¿Por qué si las infancias crean poesías y a los niños les gustan los arrullos y las canciones se les suelen enseñar sólo las rimadas y en algún que otro momento escolar?
- Tal vez porque no se la entiende como una mirada que se expresa en relación con el ritmo, el sonido. La poesía tiene la capacidad de transformar con la mirada una caja en una casita, por ejemplo. Podemos pasar eso al papel o no, pero es bueno saber que los niños usan los mismos mecanismos que algunos poetas que no pierden la capacidad de asombro sobre las cosas aunque las tengan muy a la vista. La poesía da esa libertad de ir más allá de lo utilitario. La idea de “silla” viene de afuera, sirve para sentarse, es cierto, pero una vez un niño en un taller la definió como “un animal quieto” y la transformó poéticamente desde su mirada interior en algo tal vez más dulce y divertido. Por todo eso creo que es importante que las poesías, no solo la rimada, estén en las escuelas porque para muchos niños será la única oportunidad de conectarse con ella, con la literatura, con los libros. Latinoamérica es un espacio de mucha diversidad en materia de poesías: tuvimos fascinación por las vanguardias, tenemos la herencia española que tiene un gusto especial por los sonetos y todo eso quedó también en la poesía para los niños, quienes pueden encontrar en ellas un mundo más acogedor.
- En pandemia todos, también los niños, necesitamos encontrar un mundo más acogedor. ¿Creés que tendrían que haber regresado a las aulas antes en esta pandemia?
- No tengo una opinión clara, pero la pandemia visibilizó que la infancia es un tiempo muy frágil. Los niños están bastante descuidados: padecieron desigualdad educativa, diferencias de conectividad y los gobiernos deben ponerse a trabajar en ello, porque los niños y niñas están en los discursos políticos pero no en las políticas públicas. Y los niños no pueden marchar solos para reclamar. Es cierto que las escuelas pueden ser espacio de contagio sobre todo por el transporte que se usa para llegar a ellas y que la escuela debería ser un lugar seguro, pero también es cierto que en las casas, al menos en Chile, aumentó mucho la violencia intrafamiliar por el desempleo, la preocupación de los adultos, el estrés y la incertidumbre.
- ¿Escribís sobre niños o para niños?
- Las dos cosas se mezclan. A partir de que empecé a escribir para mi hermano empecé también a poner más atención en los niños, me di cuenta de que hay situaciones complejas como la vulneración de derechos de los niños y niñas, el maltrato, cosa que trabajo en mis libros. Siempre digo que si hubiese sido jardinera hubiera estado pendiente de lo que les pasa a las plantas, pero en cambio como trabajo con niños estoy pendiente de ellos. Los veo en las salas de clases, son tan delicados, cualquier cosa puede significarles un daño grande, y a la vez son tan resistentes al mundo adulto, admiro como se sobreponen desde su pequeñez. Una puede cansarse de ellos, de su energía pero aún así me llevo bien con ellos y mejor que con muchos adultos, en este tiempo de pandemia los extrañé, me gusta trabajar con ellos cuando están descubriendo la escritura pero aún les queda pensamiento mágico. Temo expresar una imagen idealizada de ellos, pero no: los niños también son crueles y oscuros pero son dulces, aun los que se portan mal. No me canso de ellos, me divierto. Una vez le conté a un grupo un cuento de un insecto y un niño me contó seriamente cómo domesticaron en su casa a una termita. Yo casi me la creí y también el resto de los niños, me encanta esa liviandad. Fue bonito ese momento en que estábamos todos atrapados en una fantasía. (Jean-Michael) Basquiat decía que le gustaba pintar como los niños, no como artista, porque ellos están cercanos a la vida.
- Pero también están muy cercanos a la muerte, tu libro "Niños" da cuenta de ello, ¿no?
- Sí y creo que ellos sienten la muerte de manera muy concreta, como los adultos, con miedo como a la muerte de los padres. De pequeña a mí me angustiaba pensar en ello y hoy día me aterra también. No somos tan diferentes en esto, niños y adultos. Y creo que la literatura ayuda a conversar de esto, a hacer preguntas a acompañarlos tanto como en el amor y otras cosas importantes. No me incomoda que la literatura sirva y sea utilitaria o temática, no creo que deba ser sólo puramente bella y estética, para mí está bien que ayude a comprender o a llevarse mejor con la posibilidad de la muerte. Si un libro lo puede ayudar un niño a comprender lo que es el ser humano, me parece bien.
- Cuando se tocan temas políticos hay quienes dicen que se los adoctrina, ¿qué pensás vos?
- A mí me lo han dicho, pero creo que eso es menospreciar a los chicos, no son maceteros a los que les metes ideas en las cabezas como si fueran plantas. Los niños son reflexivos, observadores y se quedan con lo que quieren de una historia. Me parece bien que pongamos al alcance de los chicos estas historias, que en mi caso trabajé cuidadosamente con informes oficiales y las expresé en lenguaje sencillo, tienen derecho a conocer. Aprendí mucho de Niños, como que se puede escribir mucho sobre animalitos, yo lo hago, me fascina, pero también sobre otros temas. Niños es mi libro más importante, y el que menos se ha trabajado en las escuelas Chile, el que menos llegó a los niños, sí se trabajó en México, Italia y Estados Unidos.
- ¿Por qué crees que sucedió eso?
- Porque en Chile tenemos miedo a nombrar la realidad y tal vez porque a la distancia las cosas duelen menos, no creo que sean cosas sólo de derechas e izquierdas, son violencias que no se pueden dejar de nombrar, de conversar en las escuelas. Y lamentablemente sólo una escuela de Valdivia lo trabajó, los niños les mandaron cartas a los del libro y ahora, tras la nueva edición, lo trabajarán en una región de Santiago, en Renca, eso me tiene ilusionada.
- Leí varias críticas a tu literatura y justamente rescatan la sencillez de las palabras de tu obra y la estética de tus libros.
-Soy muy afortunada , trabajo con muy buenos ilustradores y en equipo con editores, imprenteros, así que cuando el libro se premia es para el equipo. Y lo de la sencillez me lo enseñaron los chicos, el mundo es complejo pero ellos lo expresan de manera sencilla.