El trágico inicio del 2017, con dos jóvenes vidas que se apagaron presumiblemente tras consumir drogas sintéticas en una fiesta electrónica, volvió a poner esta semana en evidencia esa suerte de política de espasmos que se aplica por estas latitudes.
Siempre después de una tragedia llegan resultados efectistas, pero todo se diluye con el tiempo y, lamentablemente, parece volver a foja cero.
Sucedió tras la tragedia del boliche porteño República Cromañón, donde un incendio causó 194 muertes y más de 200 heridos. El desastre dejó en evidencia la falta de controles, el lucro de organizadores que dejaron ingresar a más gente de lo permitido y lo rudimentario de las salidas de emergencia.
El espasmo consistió en establecer rigurosos controles en las disco. Poner la lupa en el factor ocupacional. El tiempo los diluyó y se llegó al 16 de abril de 2016. Ese sábado, 20.490 personas bailaban en una fiesta electrónica en Costa Salguero. El lugar estaba habilitado para 13 mil. Hacinamiento, falta de agua y policonsumo de sustancias psicoactivas terminaron causándole la muerte a cinco jóvenes de entre 21 y 30 años.
Otra vez llegó el espasmo. Suspensión de las fiestas electrónicas. En Rosario por esos días estaban agendadas dos. Una se canceló. La otra se realizó con ambulancias en la puerta, puestos de hidratación y mensajes sobre los efectos del consumo de sustancias en varios sectores para que los jóvenes tuvieran conciencia del riesgo al que se exponían. Así y todo, cuatro terminaron internados con cuadros derivados de la ingesta de múltiples dogas.
A fines de ese mes el Concejo aprobó por unanimidad una iniciativa para que profesionales del Centro de Estudios Avanzados en Drogadependencias y Sida (Ceads) de la Universidad Nacional de Rosario asesoraran al municipio en dispositivos de reducción de daños en este tipo de eventos. El plan también incluía el testeo in situ de pastillas para conocer qué sustancias estaban circulando y poder actuar en consecuencia.
La Intendencia valoró el trabajar en una política de reducción de daños pero rechazó la idea de testear las pastillas. Lo concreto es que más allá de eso, el convenio con el Ceads nunca se firmó. Es decir, no se hizo nada, ni testeo ni asesoramiento.
Así se llegó al fatídico 1º de enero de este año, donde en Arroyo Seco se congregaron cerca de 5 mil jóvenes para disfrutar de una fiesta electrónica. Otra vez el descontrol, el hacinamiento y el consumo de sustancias. Otra vez un desenlace fatal.
El diputado provincial Carlos Del Frade subrayó esta semana que "la única política de reducción de daños que hubo en Arroyo fue para quien vendió estupefacientes, ya que lo hizo sin ningún problema".
Curiosidades.
Indignante fue escuchar esta semana al intendente de esa localidad, Nizar Esper, que aseguró que no sabía que en su ciudad se iba a realizar una fiesta electrónica y destacó que las mismas están prohibidas por ordenanza.
Curioso es que mientras el intendente desconocía el evento (por cierto ampliamente promocionado por las redes sociales), en el hospital de su ciudad la directora confirmó que habían establecido una alerta en la guardia para esperar a pacientes que podían llegar desde ese boliche.
En el medio, inspectores municipales verificaron la disco Punta Stage y no detectaron que había una fiesta electrónica. Y así, en esta política de espasmos que se diluye con el tiempo, se repitió lo de Time Warp. Hacinamiento, descontrol, policonsumo y muerte.
El gobierno provincial convocó ahora a una reunión con intendentes, presidentes comunales y funcionarios de las áreas de Control para delinear un protocolo de acción ante las fiestas electrónicas. Será mañana.
Otra vez un espasmo, tardío, se diría que más que nada mediático. Mientras tanto, sigue sin abordase una real política de reducción de daños y muchos continúan haciendo grandes negocios lucrando con la vida de los jóvenes.