Pablo Panella es rosarino y se desempeña como vicepresidente senior y jefe global de desarrollo respiratorio e inmunológico de AstraZeneca, el laboratorio que está desarrollando con éxito junto a la Universidad de Oxford la vacuna contra el coronavirus, y que ya recibió la aprobación de la Anmat. Desde su posición, remarcó la esencial importancia de informarse sobre estas alternativas terapéuticas y lo ubicó como un deber cívico. “Lo que genera dudas sobre las vacunas no es la información sino la desinformación”, destacó el alto directivo, quien advirtió que en esta temática muchas veces “se politiza o se busca confundir”, y exigió un esfuerzo conjunto de la industria, los médicos, el gobierno y los medios de comunicación para “educar” sobre los beneficios de las vacunas.
—El trabajo que estamos haciendo en Argentina, se circunscribe dentro de un trabajo global que estamos haciendo en más de 130 países. En el primer semestre del año pasado, la Universidad de Oxford tenía un programa en desarrollo sobre Covid, y nos contactaron con dos objetivos. Uno para ver si podíamos ayudarlos con nuestras capacidades al desarrollo clínico de la vacuna, ya que hacer una vacuna en estos tiempos que se manejan en pandemia requiere de una capacidad y recursos muy grandes. No es fácil y nosotros podíamos aportar eso. Y segundo, tenía que ver con la capacidad de manufactura. Para poder desarrollar la vacuna y tener capacidad de producción para que esté disponible para la mayor cantidad de gente posible. Eso fueron los dos grandes objetivos, e hicimos acuerdos en distintos lugares del mundo para llevar adelante eso.
—¿Cómo les fue con las pruebas clínicas?
—Los resultados preliminares del primer estudio que desarrollamos con Oxford se publicaron el 8 de diciembre, en la revista The Lancet, y eso representa un primer paso de lo que es la fase académica. Son estudios que van a seguir complementándose con nuevos aportes de datos, y nuevas actualizaciones. Ahora estamos esperando ensayos similares que estamos haciendo en Estados Unidos, que aportarán más información.
—¿Hubo acuerdos en Latinoamérica?
—Desde el punto de vista de manufactura, en el caso de Latinoamérica, hubo importantes acuerdos en Argentina y México, para aunar las capacidades para producir vacunas y tenerlas disponibles en toda Latinoamérica. Como parte de este acuerdo, el gobierno argentino suscribió un poco más de 22 millones de dosis. La producción de esta vacuna se inició a fines del año pasado. Y esperamos sobre fines de primer trimestre tener los primeros volúmenes disponibles. Y desde ahí, seguir incrementando la producción.
—Las que se producen en Argentina, ¿en dónde se distribuyen?
—Lo que abarca el acuerdo es que la sustancia base se produce en Argentina. Y se envía para un proceso de finalización a México, donde se hacen disponibles en los viales multidosis para la inoculación a pacientes. La primera parte del proceso de hace en Argentina, la segunda se completa en México, y de ahí se distribuye al resto de Latinoamérica.
—¿Cómo está funcionando la vacuna donde ya la están colocando?
—Es muy variable de país a país. El Reino Unido fue el primer país que aprobó la vacuna de AstraZeneca. El mismo día, el Anmat (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología) la aprobó en Argentina. Y ya está aprobada en varios países, como India y El Salvador. Pero la eficacia de cada programa de inmunización, depende mucho de cada gobierno, cómo lo aplica a nivel nacional. En el caso de Reino Unido, ya hay más de un millón de pacientes inoculados, pero el rol que tenemos las compañías no es el de involucrarnos en el hecho de la vacunación por sí misma, si no hacer disponibles los volúmenes en los puntos donde cada gobierno necesita. Y desde ahí son los gobiernos los que distribuyen y manejan la logística.
—¿Cuáles son las principales semejanzas y diferencias con la Sputnik V, que es la que ya se está aplicando en Argentina?
—Las similitudes son que ambas vacunas parten con una tecnología de un adenovirus modificado, atenuado, que está modificado para que incorpore la proteína S, que permite generar una respuesta inmune en el organismo, y generar los anticuerpos, para que cuando luego el virus se presenta ante un posible paciente, el organismo lo reconozca y esté en grado de atacarlo con su propio sistema inmune. En ambos casos se trata de vacuna con adenovirus atenuado. En nuestro caso, es una misma dosis, que se realiza primero de inmunización y una segunda dosis de refuerzo. Tanto en Reino Unido como en Argentina esta segunda dosis se aprobó para darse entre 4 y 12 semanas. En el caso de la vacuna rusa, en realidad, son dos adenovirus distintos. En nuestro caso, es el mismo adenovirus. A grandes rasgos, esas son las principales diferencias.
—¿Cómo ves el escenario mundial de vacunación?
—Hay que tener en claro algunas cosas. El mundo, y Argentina en particular, está teniendo una demanda mucho mayor de gente para inocular que la cantidad de vacunas que habrá disponibles. Por eso, no creo que esto tenga que ser qué vacuna es mejor que la otra. Lo que se requiere, en general, es que todos los que tenemos desarrollo de vacunas publiquemos las evidencias, para que la comunidad científica y las autoridades regulatorias las puedan evaluar. Si un organismo regulador la aprueba, es porque es segura y eficaz. Y es muy importante asegurarse que las vacunas lleguen a la gente. Este escenario es más importante que armar un ránking de vacunas. Porque el verdadero enemigo hoy es el virus, y si tenemos un instrumento que nos permite protegernos y evitar las infecciones y los síntomas severos del Covid, tenemos que usar todas las herramientas que estén a nuestro alcance.
—¿Cómo ves el operativo que comenzó en Argentina?
—Veo que se están haciendo esfuerzos para que tengan acceso a las vacunas lo antes posible, con la mayor cantidad de dosis, con un criterio de nivel de riesgo, de proteger primero a la población de más riesgo, y de ahí en adelante avanzar. Este es el objetivo que tienen todos los gobiernos del mundo. Lo que me sorprendió positivamente en Argentina fue que, en paralelo a la vacunación, vi en las calles, en los supermercados y en las tiendas, un nivel de conciencia bastante alto de toda la población en general. En la protección, en el uso del barbijo, en el lavado de manos, inclusive en el distanciamiento. En muchos casos mejor que muchas ciudades de Europa. Eso está muy bien porque hay que tener en cuenta que esto no va a desaparecer en los próximos meses, y mientras inoculamos y protegemos a la población con la vacuna, es muy importante que la población se siga cuidando y manteniendo los hábitos de protección.
—¿Comprendés a los que se niegan a vacunarse?
—En realidad, todos tenemos un deber cívico de conocer, de informarnos, respecto a nuestra propia salud, y de cómo tenemos que cuidarnos respecto de cualquier patología. Y cuáles son las alternativas terapéuticas que nos ofrecen. Me parece sano que exista esa noción de informarse. Y además, también hay que confiar en la gente que tiene la expertiz. En este sentido, creo que la clase médica primero, el médico de cada uno, y las autoridades sanitarias tiene que cumplir un rol esencial en informar los beneficios y los riesgos que existen en cualquier programa sanitario. Pero hay que informar y comunicar los beneficios que implican las vacunas. En lo personal, si una vacuna está aprobada, me la voy a colocar junto con mi familia. Siempre es mejor protegerse. Esto implica un esfuerzo conjunto de la industria de las ciencias de la salud, la clase médica, el gobierno y los medios de comunicación para proveer esa educación a la población. Porque lo que genera dudas, no es la información, sino la desinformación, porque muchas veces se politiza o se busca confundir.
— ¿Cómo calificaría el aporte de las vacunas en este momento de la pandemia?
—Probablemente es el foco principal, la piedra angular, de la esperanza que tenemos para salir de esta pandemia. Las vacunas son realmente muy importantes en este proceso. Pero hay que entender que, a nivel mundial, no habrá una sola vacuna que resuelva todos los problemas. Por la cantidad de gente, hará falta más de una vacuna. También hay que tener en claro es que hay que seguir investigando. Hay que ver cómo se sigue comportando este virus. Hay que ir adaptando estas vacunas para que nos sigan protegiendo en el largo plazo. Además, hay que seguir investigando tratamientos adicionales, por más que tengamos las vacunas. Hay que desarrollar nuevos tratamientos para nuevas situaciones que se puedan presentar. Y, en el mientras tanto, hay que continuar con las medidas de protección, con barbijo, lavado de manos y distanciamiento social. Si atamos todos estos elementos, vamos a tener un final de año 2021, y principios de 2022 mucho más positivo que el 2020. La lección que nos dejó esta pandemia es que no es un problema de uno contra otros, es un problema común que tenemos todos, y resolverlo requiere aunarnos más que dividirnos.