La pandemia ahondó brechas y también padecimientos. Y en tiempos de vínculos reducidos a la virtualidad complejizó el trabajo de quienes desde el sistema de salud acompañan y están convencidos que la salud mental se aborda a través de redes de contención. Eso es traduce en “una demanda fuerte en el último tiempo”, señala Jésica Redondo, directora de los equipos de Salud Mental de la Secretaría de Salud de la Municipalidad, y detalla que eso se expresa tanto en los centros de atención primaria de los barrios como en las guardias de efectores del segundo nivel. Personas con trastornos de ansiedad y padecimientos subjetivos graves que emergen en las últimas semanas, pacientes ya en tratamiento que se desestabilizan en crisis severas, y aumento del consumo de sustancias sobre todo en la población más joven, apuntan médicos y organizaciones que trabajan en los territorios. “Allí donde hay más vulnerabilidad es donde más se hace sentir el desamparo de estos tiempos de aislamiento”, agrega el psicólogo y referente del Centro Comunitario de Salud Mental “Vínculo”.
Haciendo hincapié en la “continuidad” de la atención desde el 20 de marzo mismo que se inició el aislamiento obligatorio, Redondo señala que además se tomaron medidas como la distribución a domicilio de la medicación también en los pacientes de salud mental, algo que se sostiene hasta ahora, o ir en busca de quienes ya se sabía atravesaban situaciones de conflicto o escenarios de violencia doméstica o violencia de género.
Sin embargo, reconoce que ese primer momento sí significó “detener los dispositivos de acompañamiento que sostienen los tratamientos en forma más comunitaria y se hacen en forma presencial y grupal”, y si bien hubo espacios que se sostuvieron en la virtualidad, no siempre tienen la permanencia y la sistematicidad que tenían previamente.
“En ese momento la gente se guardó más y sólo aparecieron las situaciones muy críticas, hoy con los meses la demanda es más fuerte”, explica Redondo, en referencia a cómo evolucionó la situación a lo largo de estos cinco meses.
El emergente.
De los momentos de aislamiento obligatorio a hoy pasaron cinco meses, y es las últimos dos en que en los centros de atención primaria, con diferentes características, “las crisis subjetivas comenzaron a estallar más fuertemente”, señala Andrea Montaner, coordinadora del Centro de Salud Ceferino Namuncurá, en el noroeste de la ciudad.
“Lo que tenemos son muchas personas con padecimientos subjetivos graves, los que están ahora con este conflicto y los que ya los padecían, pero ahora sufren crisis severas”, detalla la médica, y apunta que eso se traduce “en trastornos de ansiedad, ataques de pánico, personas que no pueden sostener actividades de la vida cotidiana, aparece el temor a la enfermedad, a quedarse sin trabajo”.
A eso se suman pacientes que ya estaban en tratamiento, pero que en este contexto se desestabilizaron. “Son personas que venían teniendo espacios de trabajo y asistencia a dispositivos sustitutivos de salud mental que se vieron suspendidos o acotados, y se dan crisis severas con alucinaciones, intentos de suicidio, y autoagresiones”, enumera la médica.
En esas situación están personas que hasta hace un tiempo sostenían trabajo doméstico o changas. “Son sobre todo mujeres que ya nos las llaman para trabajar, o varones que hacían venta ambulante y ya nos les rinde _agrega_. Y eso también desestabiliza y los pone en crisis”.
A esos cuadros también refiere la directora de salud al indicar las situaciones que se presentan en las guardias de los hospitales de segundo nivel. “No podemos decir que esto sea producto exclusivo de la pandemia, pero sí que puede haber rasgos que se agudizan”, considera Redondo.
El consumo problemático, que ya venía siendo una cuestión central en los territorios y sobre todo en los jóvenes, también se vio agudizado. La médica del barrio Stella Maris apunta a los últimos dos meses y señala que “muchos pibes volvieron a consumir sustancias, sobre todo cocaína, residuos de coca y pastillas combinadas con alcohol”.
Los abordajes.
Si bien a simple vista las semanas de aislamiento obligatorio aparecen como más complejas para los abordajes de estas situaciones, Paola Cocconi, integrante de los equipos de la Dirección de Salud Mental, considera que “es peor ahora que en fase 1”, y agrega: “Más allá de si aumenta o no la demanda, el punto es que la pandemia reduce las herramientas que tenés para dar respuesta y eso, extendido en el tiempo, produce un cuello de botella”.
A ese escenario, le suma la actual circulación comunitaria del virus y el incremento de los contagios. “En junio estábamos viendo cómo retomar ciertos dispositivos grupales, con menos gente y un coordinador, hoy con este escenario epidemiológico, estamos peor que antes y esa ya no es una posibilidad”, afirma.
Así los abordajes se reducen a la atención de lo agudo o lo individual, sea presencial o remoto. “Falta ese acompañamiento en lo vincular, donde la persona se siente en un proceso de atención”, señala, y lo considera clave sobre todo en los tratamientos de las problemáticas de consumo.
“En los consumos problemáticos la apuesta es a los vínculos, a hacer procesos con esa persona, buscar dónde puede motivarse, dónde puede encontrar un proyecto vital, donde la vida le gane algo a lo otro”, apunta, y admite que “eso hoy se hace difícil”.
Las voces en el territorio.
Tabares lleva varias décadas al frente del Centro Comunitario de Salud Mental "Vínculo" y así como sucede en otros aspectos, afirma que "el impacto de la pandemia está siendo más traumático en la población vulnerable, y toda población que consume y es dependiente de una sustancia, es una población vulnerable”.
Sobre las dificultades del abordaje durante el aislamiento, el profesional le agrega que "se trata de población que en muchos casos no puede acceder a la virtualidad o si accede, no tiene condiciones de intimidad en su casas para poder sostener los espacios terapéuticos".
En esos contextos, apuntó al incremento del consumo de alcohol y de psicofármacos automedicados. "El alcohol es totalmente legal y de fácil abastecimiento, y se ha visto un mayor consumo. En el caso de las drogas, se consume lo mismo porque el sistema narco siguió funcionando y lo que se ha dado fue un incremento de las crisis por consumo en pacientes que antes venían controlando su situación, pero que en este contexto se han visto desbordados".
Tabares lo llama "el efecto desamparo" de la pandemia y no sólo apunta a los propios pacientes, sino también a sus familiares que "comienzan a demandar espacios de trabajo ante los conflictos que estallan en este contexto de mayor encierro".
Desde la Asociación Civil Programa Andrés Rosario, Ignacio Cárcamo, apuntó que "los tratamiento se sostuvieron a lo largo de estos meses" y apuntó a un incremento de la demanda "en las últimas cuatro semanas".
Al igual que sus colegas apunta "a la complejización de los abordajes. Hubo que redoblar esfuerzos para sostener los equipos y las instancias de trabajo, y los armados de redes de contención en tratamientos que de consumo que no son lineales, que tienen idas y vueltas, y que requieren de la participación de diferentes profesionales e instituciones".
Si bien consideró que el agravamiento de los consumos "se da en todas las clases", al igual que Tabares recalca que "los más desfavorecidos son los que sufren con mayor vehemencia la problemática sumada a situaciones de exclusión que agudizan las consecuencias". Y en ese contexto recalca como "central" la presencia territorial "de las organizaciones civiles y comunitarias, así como del Estado principalmente a través de los centros de salud".