Pregonar con el ejemplo es lo que se debe realizar en cualquier ámbito, en este caso puntual en el fútbol. Es lo que se acostumbra. O debería. Más aún en las divisiones infantiles. Es recurrente observar a los padres gritar desaforadamente y presionar no sólo a los chicos, sino a los árbitros. Y el fin de semana, una vez más, el referí fue el centro de las agresiones. Pero físicas, no verbales, lo que despierta una vez más un repudio absoluto a algo insólito, inaudito y difícil de entender. Con chicos de 9 años en el medio observando la locura irracional de un delegado de una entidad que debería, precisamente, "pregonar con el ejemplo". Pero más allá de este hecho particular, lo cierto es que parecería normal que estos hechos se produzcan a menudo en las distintas canchas del fútbol infantil de la ciudad, como en otras tantas.
El partido entre Unión y Progreso y Defensores de Centro (categoría 2008) concluyó cuando el entrenador del primero se metió al campo de juego para agredir al juez y, obviamente, fue expulsado de la entidad. El hecho manchó una vez más al fútbol infantil, pero reflejó por enésima vez cosas que se repiten en distintas canchas.
Los pibes deben divertirse, pero no es así. Sufren presiones de los padres y entrenadores cuando deberían jugar por diversión. Es que muchos quieren tener al futuro sucesor de Messi. Ven un negocio de por medio, más aún cuando clubes importantes de nuestro país o Europa vienen a buscar jugadores cada vez más chicos.
La excusa con cierta realidad es que los problemas de la casa son llevados a las canchas para "descargarse". Cuestión utilizada como justificativo a una acción detestable y que no tiene cura. Al menos hasta el momento, porque no es la primera vez que sucede. Tampoco, lamentablemente, será la última.