Ella peregrinó cuatro días desde Bragado, caminando de seis de la mañana a seis de la tarde, con paradas cada dos horas y media. Según contó, hace 17 años que se hace presente en la ciudad bonaerense para celebrar el Día de la Virgen del Rosario de San Nicolás pero es la primera vez que peregrina. “Me aferré un montón a la Virgen. Poder hacer la peregrinación es agradecerle por lo que significa en mi vida. Caminás en comunidad y coincidís con distintas personas, conectadas energéticamente. Ves cómo transmiten la fe y te da esperanza. Con cómo está la sociedad hoy, verlos es impagable”, confesó.
Jenny es una de las tantas fieles que llegaron a San Nicolás con el objetivo de cumplir sus promesas, llevar agradecimientos, pedidos y homenajes. Ahora bien, entre los fieles, la fe no se limita solo a la Virgen: también se vive en el compartir historias, en hablar con otros, en encontrar lo que se tiene en común.
La llegada al campito de San Nicolás
El 25 de septiembre de 1983, la imagen de la Virgen apareció por primera vez ante Gladys Quiroga de Motta, una vecina del lugar, y le pidió que se convirtiera en un puente de fe con su pueblo. Años después, la Virgen del Rosario de San Nicolás sigue siendo una de las advocaciones marianas más populares de Argentina, y el jueves 25 de septiembre miles de fieles llegaron a recordarla, agradecerle y pedirle protección.
Antes de entrar al predio conocido como "el campito", pequeños puestos ofrecían café, agua caliente, comida, estampitas, rosarios, virgencitas y cintas rojas contra la envidia. Allí, en la entrada, se vivía un primer contacto con la devoción mientras los fieles se instalaban dentro del predio.
Los vendedores también fueron parte de la historia de la jornada. Antonio, de 32 años, tiene un puesto y, según contó, lo que más se vende son las cintitas a mil pesos. “Está difícil con la economía. Cada vez cuesta más venir. Llega menos gente. Yo no soy tan católico, pero mi pareja sí”, comentó . Destacó que lo más valioso de su trabajo son las historias que escucha: “La gente cuenta historias, algunos me recuerdan del año pasado”.
Ivana, de 27 años, también colocó su puesto en la entrada y su experiencia refleja un legado familiar: a los siete años acompañaba a su mamá en el negocio y, de adolescente, puso su propio puesto. “Mi mamá, mi hermana, mis abuelos de 80 años siguen trabajando. Todos los fines de semana estamos”, contó.
81603734.jpeg.thumb
Foto: Sebastián Suarez Meccia
Dentro del campito el paisaje era distinto: carpas desplegadas, mantas sobre el piso, reposeras y sillas ocupaban todo el espacio. Familias, abuelos, jóvenes y niños se acomodaban frente al santuario de la Virgen y conversaban, cantaban y compartían un mate. “La Virgen convocaba a todos. Es como abrir una canilla: un río de personas que vienen a pedir y a agradecer”, dijo un fiel en diálogo con La Capital.
81603724.jpeg.thumb
Foto: Sebastián Suarez Meccia
En este mismo espacio se encuentra el lugar destinado a llenar las botellas con agua bendita. Allí se formaron largas filas de devotos con botellones. “Cuando tomo un remedio, lo hago con agua bendita. Cuando me duele un ojo, me pongo un poco”, contó Héctor, de 69 años. “Llevamos a nuestros familiares que nos pidieron; lo usamos como remedio medicinal”, coincidieron Susana y Lilian, que llegaron desde Gualeguaychú, Entre Ríos.
>> Leer más: Peregrinación a San Nicolás: la provincia salió al cruce de los organizadores
Historias de fieles y peregrinos
Los fieles llegaron con deseos y peticiones muy diversas: algunos para agradecer, otros para pedir protección, salud o milagros. Muchos lo hicieron acompañados de toda la familia.
Camila Paiz, de Concordia, comentó que asiste desde hace 19 años pero este año regresó para realizar un pedido especial. La familia Paiz llegó completa: papá, mamá, hijos y yernos viajaron en su propio colectivo. En total eran 23 personas, entre ellas dos mujeres embarazadas.
Vero y Marcelo, un matrimonio de Correa, Santa Fe, compartieron que participan cada año en la celebración de la Virgen del Rosario de San Nicolás. “Hace 24 años que venimos. El 24 y 25 de septiembre son feriados para mí”, contó Marcelo. Desde hace tres años llevan una imagen de la Virgen para bendecirla, siempre colocándola en el mismo lugar, cubierta con rosarios.
La primera promesa de la pareja fue un auto: “Le pedí un C4 y terminé comprando un 207. Me concedió el auto”, relató Marcelo, y agregó: “Mi hijo le pidió por mi cuñada, para que pudiera quedar embarazada… y hoy lo está, y vino con su mujer a peregrinar”.
Cada año suman nuevos pedidos y traen objetos de los lugares que visitan para colocarlos en el santuario de su casa, junto a la imagen de la Virgen. “Gracias a ella nos vamos de vacaciones”, dijo Vero señalando la figura. “Uno hace una promesa y la Virgen cumple. Y en agradecimiento, todos los años volvemos”, concluyó Marcelo.
81603811.jpeg.thumb
Foto: Sebastián Suarez Meccia
>> Leer más: Salió el Rigi para Sidersa y construirán una nueva planta de acero en San Nicolás
Carlos Rubén, de 64 años, llegó desde Capital acompañado de su familia y peregrina desde hace 25 años. “Siempre pedimos por los demás y por nuestra conversión. Primero se agradece todo”, explicó. Durante cuatro días recorrieron el camino llevando también su propia imagen de la Virgen, cargada sobre dos palos de algarrobo en sus hombros. “Vos no llevas a la Virgen. La Virgen te lleva a vos”, comentó Carlos.
81603755.jpeg.thumb
Foto: Sebastián Suarez Meccia
Mientras los fieles del predio aprovechaban para sacarse fotos con la imagen y cargarla, Carlos Rubén destacó la solidaridad y la fe compartida que se vive en los días de peregrinación: “Una vez un hombre me dijo: ‘Gracias por lo que me dijiste, me cambiaste la vida’. Yo no fui, fue Dios. Lo importante es no saber con quién hablas. También rezamos por los que nos piden desde casa, para que lleguemos bien”.
La misa de fe y lágrimas
A la una de la tarde, no solo el campito estaba repleto sino también el santuario. Allí adentro, el clima era distinto: más solemne, pero igualmente intenso y lleno de devoción.
Dos filas se desplegaban pacientemente: una para acercarse a la figura de la Virgen y hacer un pedido o un agradecimiento, que en algunos casos implicaba esperar hasta tres horas; y otra para recibir la bendición del cura.
81603787.jpeg.thumb (1)
Foto: Sebastián Suarez Meccia
Mientras algunos aguardaban, cientos de fieles escuchaban la misa con atención, algunos entre lágrimas de emoción, otros haciendo videollamadas para que sus familiares pudieran seguir la ceremonia desde lejos. Niños con cochecitos, deportistas que llegaban en sus bicicletas y familias enteras compartían ese momento de fe.
81603790.jpeg.thumb
Foto: Sebastián Suarez Meccia
Cada encuentro, cada relato y cada gesto de solidaridad construyeron un camino de esperanza que recorrió común a todos los que caminaron, agradecieron y compartieron sus historias. Al finalizar, el ritual se cerró con un grito unánime: “¡Viva la Virgen!”, que se escuchaba mientras los fieles salían del santuario.
>> Leer más: Tras la polémica, la Iglesia de Rosario confirma que se hace la peregrinación a San Nicolás