Vidas se que se fueron demasiado rápido. Cuatro familias, muchos amigos, todos destrozados por la ola expansiva del choque que frenó para siempre la existencia de Gastón Gabernet, Daiana Domínguez, Nicolás Bilbao Jaime y Natalia Calderón en lo que hasta ese momento era el amanecer de otro día.
Gabernet llegó a Rosario años atrás desde Villa Constitución, donde vive su familia, que ayer vino a buscarlo para llevarlo al caer la noche hasta la cochería Santa Fe para que fuera velado. Desde Empleados de Comercio de Rosario se pusieron rápidamente a disposición de la familia. Es que Gastón trabajaba desde hacía dos años como repositor en el área de lácteos de la sucursal de Urquiza al 1600 del supermercado Coto.
Su hermana Solange agradeció las muestras de apoyo por la red social Facebook, “pero entenderán que estoy destrozada”, escribió mientras esperaba llevar a Gastón de vuelta a Villa Constitución.
Gabernet amaba su auto. Así lo reflejó en fotos y comentarios en una de las redes sociales. “Mi fiel compañero”, escribió sobre su Corsa, con el que ayer los chicos terminaron estrellados bajo el camión de recolección de basura en Pellegrini y Paraguay.
Nicolás Bilbao trabajó hasta hace un año en lo que era Guapas bar, un comercio de Juan Manuel de Rosas y San Juan, frente al Colegio Nuestra Señora del Huerto, donde varios que lo conocieron, como las ex dueñas del local, de las cuales una de ellas supo ser su novia, no salían de su asombro por el desgraciado siniestro.
Por su parte, Carlos Calderón, el papá de Natalia, quien escuchó “temprano” la noticia, llamó a su hija, pero nunca imaginó de lo que se enteraría sobre el mediodía. Eso repetía anoche en la cochería Norte, rodeado de familiares, amigos y conocidos.
“Con mi mujer trabajamos desde las 4 de la mañana hasta las 10 de la noche, todo para ellas”, dijo a La Capital este sanjuanino que llegó hace muchos años a Rosario, donde es portero y tiene un emprendimiento de servicios de limpieza junto con su esposa.
Daiana Domínguez cursaba el último año de secundaria en el colegio San Jorge —que comparte manzana con el Sagrado Corazón—, recordaron anoche amigos y allegados. El dolor, las lágrimas y los silencios calan siempre cuando una persona muere, pero que un hijo se vaya antes que el padre o la madre, multiplica los por qué. Difícil es encontrar esas respuestas, y más cuando se trata de un abrupto destino.
Los padres y madres de víctimas en siniestros de tránsito, después de un tiempo —y sobre todo en los últimos años—, elaboran y construyen algunas respuestas, pero muchas veces el Estado y la sociedad, generalmente, se resisten a escuchar y pasar la barrera de la indignación o el llamado de atención.
A partir de ayer hay otras cuatro nuevas familias que con algo tan legal como poseer y conducir un auto, perdieron a sus hijos. Gastón Gabernet, Daiana Domínguez, Nicolás Bilbao y Natalia Calderón se suman a una lista de muertes que le sigue ganando a otras como las de las armas de fuego o blancas.