Se trata de Agustina Sanchez y Lucía Bonini, dos rosarinas que, sin conocerse, decidieron hacerse el mismo tatuaje: el cartel luminoso que dice “Cine El Cairo” y se ubica en el ingreso de calle Santa Fe, casi Sarmiento. Ambas jóvenes comparten el amor por lo audiovisual y le otorgan a este cine público un gran lugar en sus vidas, en sus corazones y -por ese motivo- hasta en su piel.
Único en su tipo, El Cairo fue el primer cine público de Santa Fe. Aunque funcionó ininterrumpidamente como una sala de cine desde el año 1945, en 2007 cerró sus puertas. Ese mismo año, el edificio fue expropiado y, luego de trabajos de refacción, volvió a abrir sus puertas en 2009 bajo la órbita del Ministerio de Innovación y Cultura del gobierno provincial.
Desde ese entonces, El Cairo funcionó como un cine público, con una oferta variada y una curaduría cuidada. El espacio propone ciclos bimensuales, como “Zoom: un lugar para encontrarse”, donde proyectan películas sobre una temática en particular. En este momento, este ciclo está dedicado al universo vampiros. También es muy popular “La gratis”, una película con ingreso gratuito que se propone cada domingo por la tarde. Otra alternativa que ofrece es “Foco documental”, con una grilla de atractivos y poco conocidos films.
Los ciclos se repiten siempre el mismo día y al mismo horario, y funcionan como un anclaje directo con la audiencia. De hecho, tanto Agustina como Lucía, las dos rosarinas que llevan a El Cairo en la piel, le comentaron a La Capital que fue el ciclo de los jueves, “Zoom: un lugar para encontrarse”, el que las hizo conectar con este cine. Ambas afirmaron que sienten un gran “sentido de pertenencia” en el público.
El Cairo 1.jpeg
Chicas y chicos transitan El Cairo, ese espacio necesario y cultural de la ciudad.
Gentileza: Nahuel Militano
Con programación de jueves a domingo, El Cairo no solo proyecta películas que serían difíciles de conseguir en las plataformas de cine mainstream, sino también clásicos, esas películas que las nuevas generaciones no tuvieron la posibilidad de ver en la pantalla grande. Se han proyectado a sala llena perlitas como "La novicia rebelde" (1965).
Ambas chicas mencionaron lo accesible del precio de las entradas de El Cairo. La más cara es de $1000, casi un tercio del precio que ofrecen las cadenas de cine más comerciales.
Hace algunos años, la fila para ingresar a la sala de calle Santa Fe se comenzó a llenar de caras jóvenes, al punto que, a veces, conseguir entradas es todo un desafío. ¿Será porque proyectan clásicos, películas que las nuevas generaciones no pudieron ver en el cine? ¿Será por lo accesible de la entrada? ¿Será por los ciclos bimensaules que logran atrapar a la audiencia? Difícil encontrar una única respuesta al fenómeno.
La historia de Agustina y Lucía
Agustina y Lucía, las dos rosarinas que le dedicaron un pedacito de su piel al cine El Cairo, conversaron con La Capital sobre los motivos que las llevaron a hacerse un tatuaje tan particular y hablaron sobre la íntima conexión que tienen con este espacio público. Ambas lo conocieron hace muchos años y contaron que lo reencontraron durante su juventud. Actualmente, las dos son ávidas consumidoras de este cine, y revelaron que lo frecuentan más de una vez por semana.
“El Cairo es un espacio en el cual pude conocer nuevas películas y ver algunas de mis favoritas en pantalla grande por primera vez”, contó Lucía, fotógrafa de 22 años. Recordó que conoció el Cine El Cairo a la corta edad de 6 años, cuando fue al Festival infantil Ojo al piojo. Durante su infancia y adolescencia, continuó asistiendo al cine público, y cada vez que iba tenía una rutina muy marcada. “Me encantaba todo el ritual de ir temprano para asegurarnos la entrada con mi mamá, merendar en el bar y volver tempranito a hacer la cola para conseguir buenos lugares”, rememora.
IMG_20240405_153429_407.jpg
La joven comentó que por unos años dejó de asistir, pero que este verano se reencontró con el cine público. Hoy, sigue yendo a El Cairo, también con una rutina. “Le agarré el gusto a ese pequeño ritual de ir a las 5 en punto (cuando abre la boletería) para asegurarme mi entrada y volver temprano a la noche (a veces ridículamente temprano) para ser la primera en la fila para la planta alta y poder sentarme en "mi" lugar. Primera fila, al medio”, sostuvo la fotógrafa.
“El ciclo que me hizo volverme una regular del Cairo fue el zoom, la función de las 22.30 de los jueves donde se pasan películas alrededor de una temática. Esa fue la puerta de entrada a prestarle mucha más atención al resto de la programación y empezar a ir en promedio unas 3 veces por semana”, continuó la joven.
Sobre la decisión de tatuarse el cartel luminoso de la entrada a El Cairo, Lucía expresó: “Me decidí por el cartel ya que cuando voy caminando por Santa Fe lo primero que veo es la luz azul y roja/naranja que emana y me llena de emoción”.
Además, reveló que al asistir tan frecuentemente, el personal del cine ya la reconoce, lo que le permitió comenzar a hacerles preguntas. “Me comentaron que cuando el cine volvió a abrir solía ir poca gente y bastante mayor, por lo que en un momento comenzaron a pasar películas más populares entre gente joven y dio resultado”, dijo Lucía y agregó: “Pasan películas que en muchas ocasiones no se pueden encontrar en cines más mainstream o grandes clásico que une no se cansa de ver”.
Por otro lado, Agustina Sanchez reveló que, en un momento difícil de su vida, El Cairo se transformó en un “refugio”. Que asistir regularmente al cine le ayudó a volver a conectar con las cosas que le gustan. “Algo que me gusta mucho es sacar fotos, andar en bici y mirar películas. Y así fue como el Cairo se convirtió en mi refugio. Si estaba bajón agarraba la bici y me iba a ver una película. Ahí fue que descubrí que me gusta mucho ir al cine sola”, contó.
“El Cairo fue un refugio, un lugar donde yo pude volver a encontrarme conmigo. Entraba a ver una película estando bajón y con la cabeza a mil y salía sintiéndome mucho mejor”, expresó y detalló: "Hizo que mi relación con el cine se profundizara. Ya no sólo mi deseo es ver películas, sino que ahora también quiero saber cómo hacer una película, y por eso este año empecé a estudiar en la Escuela Provincial de Cine y Televisión", sostuvo Agustina, joven de 26 años que se encuentra terminando la carrera de Psicología y que este año decidió incursionar en el mundo de lo audiovisual.
Sobre el sentido de pertenencia que se genera en el público, Agustina reveló que se hizo amigos y hasta llegó a enamorarse en el público. “Hay gente que la cruzo siempre, que no la conozco, pero veo que también va seguido. Hay un cariño al Cairo compartido. También noto que va cada vez más gente, se está conociendo más y me parece que está buenísimo”, dijo Agustina.
Además, ambas jóvenes subrayaron la importancia del carácter público de este cine. “El Cairo te permite ver películas que otros cines no, y no sólo lo digo por el tipo de películas que pasan, sino porque también es mucho más accesible económicamente. Valoro mucho que sea un cine público, además de un lugar de encuentro y disfrute”, cerró Agustina.
Programación y web del cine El Cairo
El cine público El Cairo cuenta con programación de jueves a domingo todas las semanas, con tres funciones cada día, durante la tarde y la noche. Ofrecen estrenos nacionales, internacionales y clásicos para disfrutar en la pantalla grande. Cada semana, la programación cambia, puede ser consultada en el sitio web del cine, o en su cuenta de Instagram oficial.
Además de la programación en sala, El Cairo también cuenta con una propuesta de cine online, con una diversa oferta de largometrajes y documentales. Esta modalidad se puede acceder a través de su página web.
Por último, y como se mencionaba anteriormente, el cine cuenta con ciclos bimensuales, que se proyectan todas las semanas, el mismo día y a la misma hora. Los jueves es el turno de “Zoom: un lugar para encontrarse”, los viernes de "Foco documental" y los domingos de "La gratis".