Todos los jueves, a eso de las 10 de la noche, se empieza a formar una fila de jóvenes por calle Santa Fe. Entre risas y charlas, esperan a que se habiliten las puertas del cine El Cairo. Es que el histórico complejo se convirtió en un lugar de encuentro y refugio de las nuevas generaciones. El anuncio de la muerte de la pantalla grande se dio casi a la par del nacimiento de estos jóvenes, por eso, desde que los centennials tienen uso de razón, el cine agoniza. Pero ahora, son ellos quienes lo recuperan. Son chicas y chicos los que transitan ese espacio necesario y cultural de Rosario.
- "Una pregunta, ¿sabes cómo es el tema de las entradas?", consulta una joven de alrededor de 25 años.
- "Es allá adelante, pero no hay más. Se terminaron", responde un adolescente de no más de 16 años que camina apurado junto a un amigo hacia el frente del cine.
- No, jaja. Yo aprendí a la fuerza. Vine un par de veces y no pude entrar porque estaba lleno. Entonces le pido a mi papá que me venga a buscar los tickets mientras estoy en la escuela.
En las puertas vidriadas del complejo hay un pequeño cartel donde se lee “localidades agotadas” (una clásica pizarra, casi en desuso) y muchos, como la chica de 25, lo miran y se lamentan.
Cada vez aparecen más jóvenes y en un momento, que nadie sabe bien cuándo, la cola tomó curso hacia calle Sarmiento. Son un montón. Algunos quieren charlar un poco más cómodos mientras esperan y deciden sentarse en el cordón de la vereda. Un grupo de amigos se toma fotografías y pide a quien las está sacando “que se vea el cartel luminoso”. Todos están encantados y el clima es cada vez más expectante. La función es “Perdidos en Tokio”, un clásico de Sofía Coppola que se estrenó en 2003.
“Vine con mis amigos, a algunos les gusta el cine y a otros no tanto, pero se copan con el plan. Siento que adentro y también ahora, antes de entrar, se genera un lindo ambiente. Mientras esperamos, se dan conversaciones con personas que tal vez son parecidas a uno. Se arma una sensación interesante y una especie de búsqueda en la que se intenta ver otro cine, una opción distinta”, cuenta Manuel, un chico de 19 años que espera ansioso a que se abran las puertas de la sala.
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Gentileza: Nahuel Militano
Desde su apertura en 2009 como espacio público, y hasta 2019, el cine provincial tuvo tendencias crecientes en las que año a año las metas se cumplían y hasta duplicaban, pero eso se cortó con la pandemia de Covid-19. A pesar de todo, durante este último tiempo, un público más juvenil lo empezó a frecuentar. Una generación que busca respuestas, referencias y transitar un camino cerca de la cultura local, alejándose de la oferta de los centros comerciales que actualmente se agotó y entró en decadencia.
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Las opciones de El Cairo son para todos los gustos. Una joven que se acomoda en una de las emblemáticas butacas rojas, relata: “Organizan ciclos que están buenísimos. Por años, como clásicos de los 90 o la saga de Star Wars, también hace poco hicieron uno de David Cronenberg, donde pasaron sus pelis. Además, las de La Gratis están buenas. A veces ni averiguo qué película pasan y vengo igual”.
Entre los ciclos de esta temporada están “Zoom: un lugar para encontrarse”, “Foco Documental”, “La Gratis: Asuntos de familia” y “Amigxs del Cairo”. Estas propuestas cambian de consigna y lo que producen es que el público no tenga tiempo para aburrirse. Uno de los más consumidos por los centennials es “Zoom”, que durante este verano se dedicó a los viajes, una huella que trasciende y queda latente toda la vida.
“Hay viajes exóticos, llenos de aventura, otros sombríos o perturbadores. Y están los que parecen mínimos pero desbordan de significado. Al explorar, algo cambia. Como nos cambian las películas que logran conmovernos. El Zoom de verano nos encuentra con historias de viajes que nos dejaron huellas”, narran desde El Cairo.
Ariel Vicente es el coordinador y programador del cine y dice que para entender el boom de las juventudes hay que tener en cuenta varios factores. Lo cierto es que desde El Cairo hace más de 10 años trabajan en la construcción de esta audiencia más joven. Además, explica: “Estamos viviendo un fenómeno que es el de revisar los años 80 y 90, películas que se transformaron en obras de culto”. Ese cine que las nuevas generaciones no pudieron ver en una sala.
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Inevitablemente una parte importante que termina de resolver el enigma tiene que ver con la crisis económica tan pronunciada que atraviesa la Argentina. Este complejo es un espacio público que pertenece al Ministerio de Cultura de la provincia de Santa Fe y solo de esta manera es posible y accesible el consumo cinematográfico democrático. Sostener precios simbólicos (muy bajos en comparación con la cartelera comercial) en un contexto inflacionario es viable por ser parte del Estado provincial.
Julia, de 20 años, reseña que empezó a frecuentarlo porque "venía gente conocida de diferentes entornos". Y que se convirtió en un espacio de nuevos lazos: "Todos unidos por la idea de hacer un plan distinto, no gastar mucho y juntarse con gente con quien compartir gustos parecidos. Me encanta la variedad de películas que pasan, además es muy accesible”.
Una propuesta que El Cairo sumó hace unos pocos meses es “La Random”, este ciclo se da el último domingo de cada mes, a las 22.30. “Es una película sorpresa y hasta que no entrás a la sala, te sentás y se prende el proyector, no sabés de qué se trata. Esta oferta la pensamos para un público que ronda los 20 años. Son películas muy buenas y secretas, es una apuesta muy fuerte que trabaja y dialoga con el público a través de redes”, revela Vicente.
El ritual, la mística y la chance de experimentar lo excepcional de ver una película en la pantalla grande convoca cada día un poco más a los centennials. Visitar las redes sociales de El Cairo es una especie de viaje cinematográfico en el que se refleja este nuevo fenómeno. Cientos de jóvenes comparten sus historias etiquetando a @cineelcairo que actualmente suma más de 30 mil seguidores en su cuenta de Instagram.
Uno de ellos, antes de que empiece “Perdidos en Tokio”, comparte un posteo en Instagram y agrega una canción. Se trata de “El Tesoro”, de El Mató a un Policía Motorizado, y selecciona la parte donde suena “me gusta estar de nuevo acá”. El Cairo se convirtió en ese tesoro donde a las nuevas generaciones les gusta estar. Un nuevo refugio en la ciudad.